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Federico Vite

Sentido del humor, sentido de la inteligencia

La mansión de las pesadillas (Nightmare Abbey), la obra más conocida de Thomas Love Peacock, es una sátira sobre los idea-les románticos del siglo XIX, fue escrita siguiendo los cánones de Aristófanes y Rabelais. En el documento aparecen con otros nombres los poetas Shelley, Byron, Words-worth y, por supuesto, el propio Peacock, personajes que se encierran en la mansión Nightmare Abbey a presenciar el enamoramiento y tristeza inexplicable de Schythrop, joven interesado en las artes libertarias y los sofismas de temas ocultos. Su vocación por la melancolía propicia varias de las escenas más simpáticas del texto.
Esta novela de un poeta destacado del siglo XIX fue publicada en 1975 por la editorial española La fontana literaria, la traducción estuvo a cargo de María Eugenia Aspillaga.
El inglés Peacock fue un amigo muy cercano de Percy B. Shelley, amistad en la que encontró una importante fuente de inspiración para la escritura del humorista. La mansión de las pesadillas se publicó en 1818, pero afortunadamente aún es posible leer a este hombre que se burlaba descaradamente de sus coetáneos.
El libro, además de tratar sobre los románticos, reivindica ciertas áreas del propio romanticismo: el juego, la broma, la autocrítica y el ingenio. Peacock crea un documento importante en el que critica las ideas de su tiempo, no sólo ahonda en la visión artística que tenían sus colegas, sino en las posturas políticas. La mansión de las pesadillas está escrita sin florituras, nos recuerda algunos textos de Fernández Lizardi (Noches tristes y día alegre), en especial por los detalles (vicios necesariamente) que califican las ínfulas aristocráticas de los personajes.
El protagonista de este documento, Schythrop, posee un cráneo en el que bebe madeira –un vino portugués– cuando lo meditabundo crispa su existencia. Es autor de una serie de ensayos relacionados con la libertad, pero lo curioso es que él es un timorato, alguien interesado sólo en hablar de lo majestuoso que es ser absolutamente libre, pero es incapaz de llevar a la práctica sus ideales. Cuando la realidad lo abruma, aparte de beber madeira parodiando a Hamlet, también finge seguir los pasos de suicidas ejemplares, pero no se anima pues a seguir el credo de Las tribulaciones del joven Werther.
Las mujeres de este libro son pícaras, más listas que los hombres y piensan en un futuro relacionado con la ciencia y la literatura, ellas realmente quieren liberarse de la fachada feliz del matrimonio. Transcribo el alegato de una de las damiselas. Hilary, quien refiere en una charla de sobremesa la importancia de los monstruos creados por la razón: “Es más fácil para un soldado, un filósofo o hasta para un santo asustarse de su propia sombra que para un muerto salir de su tumba. Los médicos han escrito sobre mil ejemplos singulares de la fuerza de la imaginación. Personas de temperamento débil, nervioso o melancólico, extenuados por la fiebre, el trabajo o una débil alimentación, conjuran con rapidez, en el círculo mágico de su propia fantasía, espectros, górgonas, quimeras y todos los objetos de su odio y de su amor. La mayoría de nosotros somos como Don Quijote, para quien un molino es un gigante, y Dulcinea, una magnífica princesa: todos más o menos víctimas de nuestra propia imaginación, a pesar de que no todos lleguemos tan lejos como para ver fantasmas, como para imaginarnos seres de ultratumba, donde sólo hay ollas y teteras. Me basta con ver mi propia sombra para saber quién soy”.
Peacock también cree en el humor como una vía de inteligencia. Cito de nueva cuenta a la sabia Hilary, quien hace la siguiente aseveración: “Se debe reconciliar al hombre con el mundo tal como está, para preservar todo lo bueno. Pero también diré que la más alta sabiduría y genio se han visto acompañados invariablemente por la alegría. Tenemos suficientes pruebas de que Shakespeare y Sócrates eran hombres muy alegres, pero ahora la poca sabiduría y genio que tenemos parece conspirar contra la alegría y eso es una verdadera tragedia”.
Peacock, como poeta, es autor del texto The philosophy of melancholy. También escribió Melincourt, Rhododaphne y Headlong Hall, libro con el que entró a la historia de la literatura anglosajona.
De Peacock se decían muchas cosas, casi todas ellas relacionadas con la extravagancia que rayaba en la locura, esencialmente sus amigos lo consideraban raro porque, argumentaban, alguien de su inteligencia debía ganar mucho dinero, pero el poeta y novelista sólo tenía lo suficiente para vivir al día. Pasaba la mayor parte del día en las salas de lectura. Una vez que se hizo secretario de un comandante de la flota Flushing, Thomas Love Peacock ganó mucho más dinero, pero su sueño, según refieren los biógrafos, era escribir comedias. Ahora (ya con el nuevo empleo), escribió en su diario, daría mi fortuna por estar en casa y dedicarme únicamente a escribir comedias, pero ese tiempo ya ha pasado, sólo queda el invierno para reír un poco con las historias que imagino en primavera.
Sólo confirmo, con este chaval del siglo XIX, que el sentido del humor también es sentido de la inteligencia.

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