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Dr. Fernando Lasso Echeverría*

Salud pública: el concepto errado

El gobernador Ángel Aguirre, y el presidente municipal de Chilpancingo, Mario Moreno, declararon frecuentemente ante las demandas públicas que recibían durante sus campañas electorales, que harían un hospital aquí, otro allá, y uno más acullá;  posteriormente, el flamante senador de primera minoría, declara también a la prensa local que hará lo posible para que el Senado presupueste para nuestra entidad una “lanota” para la construcción de hospitales, “y se resuelvan así los graves problemas sanitarios de la entidad”.
Lo más lamentable de todo esto es que los ofrecimientos de estos tres personajes han sido sinceros. Los políticos creen –como la mayoría de la población– que la solución a los problemas sanitarios que se presentan, se resuelven en los hospitales de segundo nivel, y programan inversiones cuantiosas en el levantamiento de grandes centros hospitalarios para ello. Y esto es un grave error, sobre todo en entidades federativas pobres y con bajo presupuesto, como la nuestra. ¿Por qué? Porque en los hospitales se intentan resolver (siempre con un alto costo) muchas enfermedades o sus secuelas, que pudieron haberse evitado en los ciudadanos, en los centros de salud, el primer nivel de atención que por ello es el que debe fortalecerse, y porque las inversiones hospitalarias son muy cuantiosas, y no sólo nos referimos al costoso levantamiento de la mole estructural, su equipamiento y la lenta y paulatina consecución de las múltiples plazas para cubrir sus cuatro turnos laborables ¡no! Hablamos también de lo oneroso que es el funcionamiento correcto de un gran hospital a través de los años: el mantenimiento, el pago oportuno de sueldos al personal de base o de confianza –el nuevo hospital de Chilpancingo tiene mil empleados– y sobre todo, el elevado costo de los insumos que regularmente se tienen que surtir a los nosocomios, para que estas instituciones funcionen adecuadamente.
Es una realidad inobjetable que cuando la población está bien atendida en el primer nivel contra los principales flagelos sanitarios, ésta no requiere de mayores cuidados hospitalarios, lo cual le sale muy barato al gobierno y a la sociedad. Ello es muy fácil de entender y ejemplos hay muchos.
Si el programa de vacunación anda mal, empezarán a surgir en la población de alto riesgo, casos de enfermedades ya controladas como el sarampión, la tos ferina, el tétanos, la difteria, la influenza y otras, que para curar sus complicaciones y evitar muertes, requieren atención hospitalaria prolongada; en cambio, si la cobertura de vacunación es satisfactoria, estos enfermos nunca aparecerán y no serán motivo de ocupación hospitalaria. Aquí habrá que recordar que los esquemas de vacunación deben ser aplicados con la periodicidad necesaria, y que el manejo de las vacunas es muy delicado –sobre todo la red de refrigeración– y requiere que personal capacitado lo maneje adecuadamente, para que no se estén aplicando a la población vacunas inactivadas, por falta de una red de frío apropiada.
Si las actividades contra el mosco que transmite el dengue son deficientes, los hospitales no tardarán en llenarse de pacientes con dengue hemorrágico, padecimiento delicado que requiere manejo hospitalario. Cuando la lucha contra el mosquito es exitosa, el dengue hemorrágico es raro o desaparece, y ello hace que al no existir enfermos, éstos no ocupen camas hospitalarias.
Si el programa del primer nivel, referente a la prevención de la obesidad y al control adecuado de los diabéticos, funciona bien, tendremos un mínimo de diabéticos descontrolados y con complicaciones graves y terminales en los hospitales.
Lo mismo ocurre con el programa de control de la hipertensión arterial, que cuando no se lleva a cabo en forma oportuna y masiva en la población, se omite la detección y atención en tiempo de estos enfermos, que llegan a complicarse gravemente con hemorragias cerebrales, infartos al miocardio y otras graves secuelas que los hacen terminar en el hospital. No existe justificación, para que este padecimiento no se controle en el primer nivel, y se prevenga de este modo la aparición y hospitalización de estos graves enfermos complicados.
Si el programa de control natal –que incluye educación sexual y la entrega gratuita de medios anticonceptivos– funciona adecuadamente, habrá menos embarazos no deseados; aunado a esto, si el control de las embarazadas en la población se lleva a cabo eficazmente, llegarán menos a los hospitales, y sólo aquellas que presenten embarazos de alto riesgo, en una etapa en la cual se podrá resolver oportunamente cualquier complicación. Esta atención adecuada y oportuna, también influirá positivamente en la mortalidad materna, que no hemos podido superar en nuestro estado.
Si estos programas se descuidan, los hospitales estarán atestados no solamente de parturientas con complicaciones graves que requieren atención urgente, sino también de mujeres jóvenes con embarazos no deseados, o con embarazos normales, que pueden ser atendidos en otros ámbitos sin mayores problemas, y por supuesto, aumentará el número de cesáreas, a las que tan proclives son ahora los ginecólogos, elevando notoriamente el costo de los partos atendidos en el medio hospitalario.
Si no están en funcionamiento las acciones primarias contra los cánceres más frecuentes en nuestra población, como son la educación preventiva, la promoción de la autoexploración de los senos y el fomento de la toma del Papanicolau a mujeres con vida sexual activa en las instituciones de primer nivel correspondientes, llegarán a los hospitales muchas personas con cánceres avanzados e incurables, que pudieron haberse prevenido y que provocarán hospitalizaciones prolongadas y costosas.
Es indudable pues, que la medicina preventiva es el camino adecuado, y en Guerrero –por factores diversos– se encuentra muy descuidada, hecho que motiva la necesidad de que muchos enfermos requieran hospitalización; el dengue se recrudece año con año, porque el programa anda mal; empiezan a aparecer en distintos puntos del estado casos de padecimientos prevenibles por vacunación, porque las coberturas han disminuido, o bien se está manejando mal el biológico que se aplica a la población; el número de partos normales atendidos en los hospitales aumenta año con año en forma indebida, y con ello, las cesáreas mal indicadas; la atención urgente y no programada de partos complicados –por falta de control oportuno– aumenta cada vez más; el número de enfermos cardiovasculares o renales, que requieren hospitalización es elevado, ya sea como secuela de diabetes o por una hipertensión arterial mal controlada. Con estas tendencias, nunca habrá capacidad hospitalaria instalada que logre satisfacer la demanda poblacional de este servicio en la entidad, situación que compromete gravemente el presupuesto de las instituciones responsables de la salud de los guerrerenses, y conlleva, un aumento en la mortalidad de la población.
El primer nivel de atención a la salud, muy ligado a la prevención y tan accesible a la población, es el que debe mejorarse y ampliarse; el poner más cuidado en este nivel primario, provoca ahorros, más población con buena salud y menos necesidad de hospitales y de tratamientos costosos. Nuestras autoridades deben darle más importancia a esta infraestructura y a sus actividades preventivas, situación que conducirá sin duda, al logro de una población más sana, sin necesidad de costosas hospitalizaciones.

* Ex presidente de la Sociedad Médica de Chilpancingo, ex presidente del Colegio Médico Estatal, y ex presidente del Colegio Médico de Graduados en Salud Pública.

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