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Protestan mujeres de Tecoanapa por la presencia del Ejército en los retenes

Rosendo Betancourt Radilla

El Pericón, Tecoanapa

Mujeres de las comunidades de Las Ánimas y El Pericón encararon a efectivos del Ejército mexicano para reclamarles que hayan destituido a sus guardianes ciudadanos y que cuando algunas de ellas encontraron a sus familiares descuartizados, colgados, asesinados, el año pasado, nunca acudieron.
Ayer, los retenes que instaló el movimiento ciudadano de autodefensa de Ayutla desde el 6 de enero y que luego se extendieron a Tecoanapa, fueron remplazados por retenes militares, situación que molestó a las señoras que protestaron.
Sobre la carretera federal Acapulco-Ayutla, en el poblado de El Pericón, que está separado por un río de su vecino Las Ánimas, unas 30 mujeres salieron empuñando escobas y se plantaron en el cruce hacia sus poblados.
Ahí, la vecina de Las Ánimas, María Guadalupe, exigió: “queremos que regresen los retenes de los comuneros, que esté aquí la gente de los pueblos, porque los militares dejan pasar a los delincuentes y los delincuentes extorsionan, matan a la gente, secuestran y ya no queremos eso”.
Las mujeres se organizaron porque como madres de familia son las primeras que resienten el hostigamiento del crimen organizado, a ellas les toca juntar el dinero de la extorsión o del secuestro, ya que usualmente los criminales se llevan al jefe de familia o a algún hijo.
Por eso, en El Pericón las mujeres exigían que se vayan los militares y regresen los ciudadanos armados y si los militares se van a quedar “que se queden para siempre, porque si van a venir a quitarnos y luego irse, aquéllos (los delincuentes) van a regresar y nos van a volver a matar así de un tiro y púm”, dijo la mujer mientras con su mano derecha formaba una pistola.
Las jefas de casa están hartas de la impunidad porque saben bien que si alguno de sus familiares es asesinado “el gobierno no viene y si lo busca (al criminal) nunca lo encuentra y ahí aparece mi familiar descuartizado, ahí aparece mi familiar colgado y ¿quién los sigue?, nadie los sigue”.
María Guadalupe relató, “yo corrí a (la ciudad de) México con mi familia, los 10 (integrantes), porque fueron a mi casa y me dijeron ‘dame 50 mil (pesos) o voy a matar a tu familia’ y me fui a México, huyendo, pagando viaje especial, pero regresé y aquí estoy”.
La extorsión la sufrió el 20 de julio del año pasado, todavía cuando recuerda ese episodio los ojos se le aguan, la voz se le quiebra, ambas manos le tiemblan y hacen temblar la escoba que empuña, pero no baja el tono de voz, grita.
Llena de vergüenza, porque piensa que hizo mal al irse, dice “yo me fui y todo mi pueblo lo sabe que me fui, me da vergüenza, pero yo soy gente honrada y lo digo, me pedían alhajas, me pedían dinero”.
Su caso no es el único, entre las mujeres que la acompañan salen más, uno de octubre que a la mujer le pidieron 35 mil pesos, otro de agosto en el cual a la madre de familia le pidieron 45 mil.
Otra más que recuerda “ahí me dejaron los pedacitos”, cuando se le preguntó de quién eran los restos, soltó en llanto y no pudo hablar más. Sus compañeras relatan que le dejaron a un familiar el 21 de diciembre, destazado, al interior de un carro porque no pudo pagar lo que le pidieron.
El problema que las aqueja, dice una de ellas, “es que somos pobres y ¿cómo se siente eso? pues se siente que si no podías pagar pues ya sabías que te trozaban”.
–¿A cuánta gente mataron?– se le preguntó.
–¡Já!, ¿crees que lo podemos contar? tanta gente que hayamos tirada. Y si el Ejército se va, al rato vienen ellos, ¿eso no es verdad?, claro que es cierto.
Lo que decían las mujeres fue escuchado atentamente por los militares que ahí estaban y que recibieron los reclamos sin decir una palabra.

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