Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Coronel Demetrio Bello

A Madero –escribió Martín Luis Guzmán –le faltó esa dosis de perversidad que exige la política

Voy a cantar un corrido
con aprecio verdadero
a un personaje querido
nacido en Tixtla, Guerrero*

“Bien, ahora que el coronel González Bello nos platique cosas de su paisano y pariente mi admirado general don Vicente Guerrero”, solicitaba el general Emiliano Zapata, esforzándose en usar una voz sugerente de tal manera que no pareciera una orden.
Aunque no fue una sino varias las ocasiones en que se produjo tal demanda, el tixtleco Demetrio González, francamente apenado, negaba el parentesco aludido. Lo tiene mi señora esposa Florita Saldaña –precisaba–, ella sí es descendiente en línea directa del señor general don Vicente Guerrero Saldaña. Enseguida, por supuesto, complacía el pedido del jefe.
Sucedían tan relajantes momentos al terminar las prolongadas y encendidas reuniones del Estado Mayor del Ejército Libertador del Sur y Centro de la República. Tampoco nunca faltó en ellas, siempre a pedido del Jefe Zapata, la intervención de su secretario particular Gildardo Magaña. Este declamaba con voz engolada y gran sentimiento el poema Sinfonía del combate, del vate veracruzano Santiago de la Hoz, logrando inundar los ojos de muchos de aquellos hombres bragados.

Demetrio González Bello
Coronel cabal y brillante
si de porte era pequeño
en valor era gigante

Demetrio González Bello (1850-1915) tuvo como timbre de orgullo haber conocido de chamaco al general Vicente Jiménez, héroe del sitio de Querétaro. Asimismo, y muy particularmente, haber escuchado en la plaza de Tixtla la palabra vibrante y aleccionadora de don Ignacio Manuel Altamirano. Las enérgicas convocatorias del maestro para luchar en defensa de la República, calarán muy hondo en aquel espíritu joven y sencillo y que más tarde aflorarán en acciones libertarias.
Siendo secretario del Ayuntamiento de Mochitlán, González Bello se adhiere al movimiento encabezado por los hermanos Cenobio y Pafnuncio Mendoza, Gabino y Felipe Garduño y don Anselmo Bello, quienes lanzan en Mochitlán el Plan del Zapote, fechado en abril de 1901. Un documento que ya exigía la salida del dictador Díaz, reformas profundas a la Constitución de 1857 y el urgente reparto de tierras. Superior en contenido social a los movimientos similares encabezados por Pascual Claudio, en Xochihuehuetán, en 1873; Silverio León, en el área tlapaneca, en 1887; y José Cuevas en la región central de Guerrero, en 1891.
Aunque Carmelita –esposa, madre y maestra–, le tiene prohibido decir disparates en público, Porfirio Díaz echa chingaos, sapos y culebras al conocer lo que ocurre en Guerrero. Enseguida, no obstante, sonríe malévolo cuando tiene enfrente al coronel Victoriano Huerta, un soldado ya famoso por sus excesos al calor de la mariguana y el coñac. “Pártales la madre a esos indios desagradecidos e hijos de la chingada”, le ordena escuetamente.

Del pueblo fuiste soldado
seguidor del zapatismo
valiente, tenaz y honrado
defensor del agrarismo.

Huerta llega a Tixtla al frente de 450 soldados y ahí mismo establece su cuartel general. Viene a cumplir fielmente “la instrucción del señor presidente” y ésta es la de acabar sin contemplaciones con los insurrectos. No obstante la feroz represión desatada por el “chacal” contra los dirigentes del Movimiento Civil Guerrerense, liderado por Heliodoro Castillo, estos lograrán echar del gobierno del estado al coronel Antonio Mercenario. Su gran mérito: haber mantenido la paz de los sepulcros en Guerrero, de 1893 a 1901.
Nuestro hombre logra eludir la represión huertista huyendo al norte de la entidad. Allá se liga con los guerrerenses que estarán más tarde en torno del general Emiliano Zapata. Figuran entre ellos Jesús H Salgado, Heliodoro Castillo, Pablo Barrera, Gonzalo Avila Díaz, los hermanos Félix, Pablo y Encarnación Barrera, de Tepecoacuilco; Encarnación Chon Díaz, de Mayanalán y Julio Gómez, de Atenango del Río. Movimiento armado que en varias ocasiones pondrá en jaque a las disciplinadas tropas federales.

En las agrestes montañas
luchaste por la igualdad
logrando muchas hazañas
por la tierra y libertad.

El despojo, el acaparamiento de tierras y la explotación inicua de los campesinos eran en 1901 los males mayores en Guerrero y de todo el país. La entidad era gobernada por don Matías Flores, de Tetipac, maestro de Matemáticas y Cosmografía en la Nacional Preparatoria. No obstante, aplicaba con singular alegría la Ley del Impuesto Personal, que obligaba a todo varón de 16 a 60 años a pagar 25 centavos mensuales. También usaba la mano de obra de presos políticos y del orden común para la construcción de caminos. Así hizo la carretera Iguala–Chilpancingo y solo para que su jefe Díaz pudiera viajar a la capital del estado.
(Hermano del mandatario, Damián Flores era el dueño del Teatro Flores de Acapulco, convertido en cenizas la noche misma de la inauguración a cargo del propio gobernador (febrero de 1909). El saldo fue terrible: 300 personas carbonizadas).
Don Demetrio se pone en contacto por la vía epistolar con varios jóvenes guerrerenses, estudiando en la ciudad de México. Estos le dan a conocer el proyecto de un periódico contra la dictadura y le solicitan ayuda económica. Se las proporciona y es así como en noviembre de 1910 aparece el primer número de Redención, publicación que desafía abiertamente a Díaz. Sus autores Leonel López, Laureano Astudillo, Benigno y Eduardo Campos, Alberto González Valle, Adolfo Cienfuegos y Camus, Alejandro Sánchez Castro y Sabás Godínez, hijo.

En la patria mexicana
combatiste la opresión
dando honor y dando fama
a nuestra revolución

Porfirio Diaz se va y llega victorioso Francisco I Madero pero la lucha en Guerrero no se agota. Los campesinos siguen esperando la promesa del nuevo presidente de que sus tierras arrebatadas volverán a sus manos, pero esta no llega, ni llegará. Entonces las armas se medirán entre zapatistas y maderistas. Demetrio González ya ha jurado para entonces fidelidad a Zapata.
Y será cosa de nunca acabar. Madero muere a manos del felón Huerta y en Guerrero se unen los ex maderistas con los zapatistas bajo varios liderazgos. Los de Rómulo Figueroa, Chon Díaz, Heliodoro Castillo, Julio A Gómez y, por supuesto, Demetrio González. Las fuerzas unificadas se apoderan de Chilpancingo y echan al gobernador Juan A. Poloney quien muere en su huida. Un mes más tarde, asume la gubernatura el general Jesús H. Salgado, jefe supremo del zapatismo en la entidad.
Vendrán enseguida los desencuentros, las grillas y traiciones entre los propios zapatistas. Esto no es para mí, se dice el coronel González para luego concentrarse con su gente en el cuartel general del Ejército Libertador del Sur
Para mediados de 1915, abatido y enfermo, el coronel González Bello dice adiós a las armas para reunirse con su familia. Morirá en ese mismo año rodeado de su esposa Florita y sus seis hijos Eusebio, Nicandra, Isabel, Luz María, María Ninfa y Gaspar. Eusebio González Saldaña abrazará la carrera de las armas en la que alcanzará el grado máximo de divisionario. Aquí servirá primero como inspector de Policía en el gobierno del general Rafael Catalán Calvo y mucho más tarde comandante de la 27 Zona Militar, con sede en Acapulco.

Por los caminos rurales
que nos llevan al ejido
fue Demetrio González
un tixtleco distinguido

Luis González de la Vega, nieto del coronel González Bello y sus bisnietos María Luisa, José Luis, Marisa, Julio y Jorge González Otero, nos hicieron llegar, además de la fotografía, los últimos renglones de una carta dirigida por don Demetrio a la abuela y bisabuela Florita:

Hoy no me queda más que la pluma y el papel con que te escribo y el orgullo de haber servido a mi general Zapata.
Demetrio.

*Corrido al coronel Demetrio González, por Eugenio Herrera García
Bibliografìa:

Semblanzas, por Ernesto y Jesús Pastenes.

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