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Raymundo Riva Palacio

PORTARRETRATO

* La encrucijada de Madero

Gustavo Madero aguantó todo y libró fuertes batallas durante los dos últimos años. Derrotó al presidente Felipe Calderón cuando en la lucha por la dirigencia del PAN, empujó de último minuto a su secretario particular Roberto Gil, para que tomara el partido. Construyó las alianzas para que en el momento definitorio de la candidatura presidencial, Josefina Vázquez Mota, que no era bien vista en Los Pinos, ganara. Soportó las críticas por la humillante derrota electoral en 2012, y pese a ser el líder nacional que peores resultados entregó en la historia del partido, le perdonaron la vida. Hoy, no obstante, los astros le han volteado la cara.
Madero es un líder con vida artificial. El tubo de oxígeno que le permite respirar no se lo dieron sus compañeros de partido, sino el adversario histórico del PAN, el PRI. En la debacle post electoral, un grupo de panistas encabezados por Madero, escuchó a emisarios del presidente electo Enrique Peña Nieto, quienes les plantearon ser parte de un pacto nacional que le diera gobernabilidad a la siguiente administración y, que en el trueque intangible de la política, les daría una viabilidad que pudiera permitirles quedarse con el partido e impedir que Calderón y sus leales, se los arrebataran.
El líder nacional del PAN, apoyado por el secretario general del partido, Juan Molinar, el ex senador Santiago Creel, y el jefe político de la extrema derecha panista –llamada coloquialmente como El Yunque–, Marco Adame, se lanzó un clavado en apoyo del Pacto por México, suscrito el 2 de diciembre por el PRI y el sector reformista del PRD, con Peña Nieto como testigo de honor. El Pacto provocó fracturas. En el PAN, varios legisladores le recomendaron una semana antes de la firma que no se sumara a un acuerdo que iba a desdibujar la agenda del partido, y Calderón, todavía presidente, se negó a recibir a Madero cuando le tocó la puerta para informarle de lo que harían.
Madero estaba demasiado comprometido. No sólo con Peña Nieto y el PRI, sino principalmente con él mismo. En este año de elecciones internas que definirán los nuevos pesos políticos del partido en el verano, y a finales de 2013 al nuevo líder nacional, ha comenzado a considerar seriamente la posibilidad de reelegirse. Los anticuerpos han surgido por todos lados. El último, el ex presidente Vicente Fox, quien declaró esta semana que Madero debía abrir el paso a Vázquez Mota como nueva dirigente nacional.
No los está escuchando. Y en el gobierno y en el PRI, tampoco quieren que los oiga. Con Madero encabezando el pacto, dijeron colaboradores de Peña Nieto, no sólo se sumó al PAN al gran acuerdo nacional, sino también le ayudó a deshacerse de Calderón. La lectura en Los Pinos es incorrecta. De Calderón se están deshaciendo hasta los viejos calderonistas, que se están reagrupando en torno al senador Ernesto Cordero, en el incipiente despertar de un corderismo. La consideración equivocada sobre el destino del apoyo a Madero, ha llevado al líder panista a aislarse aún más, que en paralelo ha extremado la forma como encara a Peña Nieto y a su gobierno.
“No entendemos su silencio en varios momentos donde debía haber hablado”, dijo uno de los panistas en busca de explicaciones por su ausencia en el debate público. “Si el tema de la transparencia ha sido por años del PAN, ¿por qué no aprovechó el error de las declaraciones patrimoniales del gobierno para criticarlos? ¿por qué no apoyó a los diputados panistas que pelearon en contra del PRI en contra de la aprobación de la Ley de Amparo?”.
En el gobierno tampoco guardan ya forma alguna. Esta semana fue nombrado presidente del Consejo Técnico del Pacto por México, una decisión que en la coyuntura en la cual se encontraba Madero, se puede interpretar más como un nuevo apuntalamiento que como reconocimiento a la fuerza del partido. De hecho, le critican los panistas, Madero ha reducido el peso del Consejo Político Nacional al marginarse de la discusión de los temas nacionales. Dentro del PAN no terminan de entender qué es lo que sucede.
Primero, sostienen, co-optan a Madero y a un grupo enfrentado abiertamente con otras facciones del partido. Luego vino el escándalo de los casinos, que panistas bien informados aseguran que escaló sólo por la intervención del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, de la prensa marginal al escenario nacional cuando Televisa –que es propietaria de una de las cadenas nacionales de casinos– y sus conductores, que también lo son en radio, le dieron amplios espacios en los medios electrónicos.
En el pantano de los casinos, el panista más afectado públicamente fue Gil, a quien acusaron durante dos semanas de ilegalidades. El reconocimiento de que no tenía nada que ver en nada irregular dos semanas después, pasó desapercibido. No fue lo mismo para Luis Alberto Villarreal, coordinador de la bancada del PAN en el Congreso, muy cercano a Madero, pese a que su familia es una de los involucrados en los documentos bajo sospecha sobre las casas de juego.
Todos los conflictos contra panistas, de manera milagrosa, pasaron sin tocar a Madero. Inclusive en la decisión del PRI sobre su candidato a gobernador en Baja California, ven los claroscuros. El PRI se inclinó por el diputado Fernando Castro Trenti para una candidatura de unidad, pese a que, de acuerdo con varias encuestas, Jorge Hank Rhon, el polémico empresario y político, lo supera en las preferencias de voto. La duda, incluido en algunos sectores del PRI, es si Baja California es un guiño que el gobierno de Peña Nieto le hace a Madero.
Baja California es donde, para el PAN, comenzó el ascenso al poder. Se dio en 1989, cuando el entonces presidente Carlos Salinas obligó al líder del PRI, Luis Donaldo Colosio, a reconocer la victoria de Ernesto Ruffo sobre la candidata tricolor, con lo cual construyó con la dirigencia del PAN lo que se llegó a conocer como “las concertacesiones”. ¿Es Baja California la nueva concertacesión para el PAN de Madero? Nadie dirá abiertamente si así fuera, pero las actitudes de Madero no dejan muchos espacios para otra interpretación salvo que pudiéramos estar viendo una reedición de aquella realidad política, 25 años después.

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