Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Federico Vite

Mar y terror I

Mares tenebrosos. Una antología de cuentos de terror en el mar (Valdemar 2011) reúne 19 unidades narrativas (a tres de los textos incluidos se le consideran novelas cortas). El antologador es José María Nebreda, quien refiere en un breve prólogo que para su selección de este material huyó de las referencias evidentes.
La semblanza que acompaña al primer cuento, La noche del océano, habla de la admiración que Robert Barlow sentía por Lovecraft y cómo el primero irrumpió en la casa del segundo, tras la muerte del autor de Los perros de Tíndalo, para apropiarse de una serie de escritos, pero Derleth y Wandrei, otros dos escritores del círculo de Lovecraft, impidieron el atraco evidente de este gandalla obsesionado con la obra de su maestro. La noche del océano es el relato con mayor cuidado del lenguaje. Se puede leer como un texto mediocre de Lovecraft o un imitación, pues está escrito en principio por Barlow , pero corregido por Lovecraft.
Otro de los narradores que llaman la atención es el autor del tercer cuento, Un barco maldito, de quien el antologador explica: De Joshua Snow se desconocen las fechas de su nacimiento y muerte. Nebreda tampoco ha conseguido referencias biográficas. El relato lo tomó de una vieja antología inglesa de cuentos de misterio. Un barco maldito es un logrado cuento de terror, compuesto con la clásica técnica del hombre que narra una historia a otros en un bar; en este caso, un marinero silencioso cuenta a sus compañeros de travesía, durante un momento de calma en el mar, cómo en otro viaje vio un barco fantasma. “Los barcos fantasmas están gobernados por esqueletos” apunta un marinero en este relato, y otro marino refiere: “No es cierto. Los barcos fantasmas no llevan tripulación. Vagan por siempre flotando en el mar, sin rumbo fijo.” El narrador concluye: “En realidad, yo creo que se trataba de un barco maldito, uno de esos cascarones que nacen con mala estrella” (página 99).
Y habría que destacar algunas biografías que sí han sido encontradas, como la del último autor, Richard Middleton (1882-1911); “personificación poética del estereotipo romántico”, dice Nebreda. Middleton escribía, fue pobre, no tuvo suerte en el amor y se suicido a los 29 años, a las puertas del éxito y el reconocimiento por sus cuentos de fantasmas. Su relato El buque fantasma se sale un poco del conjunto, ya que es más irónico que terrorífico, posee un toque melancólico y cierto tufillo del romanticismo exacerbado de los europeos que dieron rienda suelta a su melancolía involuntaria hace varios lustros.
El plus de esta antología es que el lector encontrará nuevos autores especializados en el relato de horror; por ejemplo, William Hope Hodgson (1877-1918), escritor reconocido en el mundo anglosajón y que en castellano fue presentado por Valdemar. Sus dos cuentos seleccionados son de los mejores de la antología: Una voz en la noche y Demonios del mar.
En Mares tenebrosos hay una triple representación española: Julio F. Guillen (de quien Nebreda tampoco ha conseguido datos biográficos, y cuyo relato Superstición está escrito con un lenguaje arcaico que contrasta con el empleado en las traducciones de la mayoría de los relatos, traducciones realmente buenas), Vicente Blasco Ibáñez, autor de Hombre al agua, que lejos de la tradición del relato de fantasmas es un cuento naturalista sobre la pobreza y la falta de oportunidades, y Óscar Sacristán, quien presenta El misterio del Vislateck.

468 ad