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Muere Joaquín Cordero, actor clave de la generación posterior a la Época de Oro del cine mexicano

Rodolfo G. Zubieta, Fidel Orantes y Marco Castillo / Agencia Reforma

Ciudad de México / Monterrey

Aunque la causa de su deceso fue un paro respiratorio, en realidad, Joaquín Cordero murió de amor.
El actor falleció ayer, a los 90 años, sin tribulaciones ni hospitales, rodeado del cariño de sus familiares y durante un sueño que se convirtió en eterno.
“Todo parece que se fue tranquilo, lo bueno es que estuvo en su casa, rodeado de sus recuerdos, hijos, de su hogar, con sus cosas. Es lo mejor que puede uno desear para él”, dijo Silvia Pinal en entrevista telefónica.
En efecto, Cordero murió mientras tomaba una siesta, alrededor de las 14 horas.
Su fallecimiento fue sorpresivo, pues aunque a principios de mes estuvo hospitalizado varios días, los médicos no le diagnosticaron ningún padecimiento que pusiera en riesgo su vida.
En realidad, sus problema era una abrumadora tristeza provocada por la muerte de Alma, su amada esposa, ocurrida en julio de 2012.
“Él murió de amor. Esa fue la verdadera razón de su partida. Obviamente, todos estamos muy destrozados por este momento, pero también tranquilos, porque se fue sin dolores”, aseguró Maxine Woodside, cuñada del actor, vía telefónica.
“En la mañana todavía desayunó, estuvo con nosotros, estaba contento, no le dolía nada. Ya más tarde tomó su siesta y cuando lo quisieron cambiar a su cama, vimos que ya no estaba más con nosotros. Verdaderamente se fue sin dolores ni entubado, que era algo que él no quería”.
La conductora de radio destacó que Cordero finalmente logró su cometido de reunirse con su esposa, con quien disfrutó un matrimonio de más de seis décadas.
“Él no nos dijo nada en vida de qué quería (que pasara con su cuerpo), pero todos estamos de acuerdo que él hubiera deseado estar al lado de Alma. Así que en donde está Alma, ahí estará él”, afirmó Woodside.
Joaquín Cordero Aurecoechea nació en Puebla el 16 de agosto de 1922, aunque al poco tiempo se mudó con su familia a la ciudad de México.
Aquí estudió en un seminario durante varios años e incluso consideró la idea de ordenarse sacerdote. Después descubrió que esa no era su vocación, así que comenzó una carrera en leyes, la cual abandonó para dedicarse a la actuación.
En su gran historial de producciones, el actor colaboró junto a figuras como Pedro Infante, Marga López, Evita Muñoz Chachita y Norma Lazareno, entre muchos otros.
“Yo trabajé muy contenta con él. Era una gente muy hermosa que cuando quería a alguien lo defendía, afrontaba las cosas. Era un ser muy bonito”, recordó Silvia Pinal, secretaria general de la Asociación Nacional de Actores (ANDA).
“Es una gran pérdida, porque era uno de los pocos actores que desde joven empezó y ya avanzado en edad siguió trabajando, siguió activo. De verdad, a mí me duele mucho, me siento muy triste por su fallecimiento. Pero, ni modo, todos vamos para ese mismo rumbo”.
El cuerpo del actor de cintas como Pepe El Toro, El libro de piedra y Una mujer sin amor, arribó a la funeraria Gayosso de Félix Cuevas a las 18:42 horas para ser preparado para su sesión velatoria.
La ANDA informó que al mediodía de ayer se montarán guardias de honor en homenaje a Cordero, la primera de las cuales estará integrada por el Comité Ejecutivo de esta Agrupación.
“Mañana veremos qué vamos a organizar”, concluyó, quien debido a un cuadro de bronquitis no planeaba asistir a la funeraria.

Un actor multigenérico

Las luces se apagan. El telón cae. Y la palabra fin llena la pantalla.
Los escenarios se visten de luto ante la partida de una de las últimas glorias del firmamento artístico nacional.
Y es que la trayectoria de Joaquín Cordero, quien falleció ayer a los 90 años, es una de las más vastas y variadas del espectáculo, por lo que no es fácil resumirla.
Fue un hombre que vivió intensamente el drama, el amor, la risa, el terror y la acción en tramas plagadas de estrellas, muchas de ellas encabezadas por él.
Desde sus inicios, a finales de los 40, se vio como un galán incipiente con ganas de ser un campeón.
Llegó a serlo, pues curiosamente, luego de varias actuaciones de cuadro llegó el esperado papel: el carismático boxeador Lalo Gallardo en Pepe El Toro, con el que se echó a la audiencia a la bolsa con el enfrentamiento “a muerte” (en una pelea que, como parte de la trama, él salía perdedor) con Pedro Infante.
Ese personaje, bajo la dirección de Ismael Rodríguez, le daría el espaldarazo con el que, posteriormente, Cordero se cotizaría como uno de los actores más reconocidos de los años 50.
Su carisma y galanura brillaron de inmediato y los estelares comenzaron a lloverle, ganando papeles principales junto a las actrices más solicitadas: hizo Yo soy gallo Dondequiera con Sara Montiel; Mamá nos quita los novios, junto a Silvia Derbez; Romance de fieras con Martha Roth; La gaviota, al lado de María Antonieta Pons; en La Faraona fue pareja de Lola Flores; estuvo con Evangelina Elizondo en Los tres Villalobos, y El río y la muerte que filmó con la estupenda Columba Domínguez, dirigidos por Luis Buñuel y filmada parcialmente en la Tierra Caliente guerrerense.
Además de las historias plagadas de intrigas y romances, el actor tuvo su época en la que ingresó al género de acción y misterio.
Él mismo se encargó de apadrinar a Santo, el Enmascarado de Plata, en sus primeras dos cintas: Santo contra el Cerebro del mal y Santo contra los hombres infernales.
De la misma manera estuvo en experimentos de terror que a nivel popular dieron resultado: Doctor Satán, Doctor Satán contra la magia negra, El monstruo de los volcanes, La loba, Museo del horror y Las luchadoras contra el robot asesino, pero, sin duda, su gran éxito fue la sesentera El libro de piedra.
En esa misma década se cotizó como un atractivo conquistador empedernido en las comedias románticas o de situación que lograron que la audiencia femenina lo colocara entre sus consentidos.
No estuvo quizás a la altura de un Mauricio Garcés, pero hizo las delicias por su bis cómica y su espontaneidad en cintas como Estrategia matrimonio, Dos esposas, Las tapatías nunca pierden, Esta noche no, Un novio para dos hermanas, Cómo pescar marido, Lío de faldas y Las recién casadas.
En los 70 también se mantuvo activo en el cine, pero fue la década en la que comenzó a aparecer más en los melodramas.
Gracias a éstos logró meterse de lleno en los hogares con historias cargadas de amor e intrigas, como en El amor tiene cara de mujer, Las máscaras, Barata de primavera, Ha llegado una intrusa, Ardiente secreto, J.J. Juez, y ya en los 80 (1984 para ser más precisos) le tocó protagonizar Eclipse, con Silvia Pinal, cuando contaba con casi 60 años.
De ahí le siguieron Cómo duele callar, Amor en silencio, Amor de nadie, Baila conmigo, Canción de amor, Por tu amor y Mi destino eres tú.
Luego de Destilando amor, hizo La madrastra, Amor sin maquillaje… y, para cerrar una carrera de logros y brindar su respaldo a decenas de actores jóvenes, llegó una telenovela poco agraciada quizás, de libreto débil, pero con el sólo hecho de ver a Cordero en una mancuerna memorable junto a Silvia Pinal, valía la pena: Fuego en la sangre.
Sí, hasta un grande de la escena como él, podía hacer que un producto de mediana calidad adquiriera un brillo inusitado.

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