Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

La fusión de la izquierda
en el PSUM

Muchos años han pasado desde que a principios de los 1980 , el retén que el Ejército Mexicano había instalado en Zacatula, allá en la frontera de Guerrero y Michoacán era parada obligada para quienes transitaban por la carretera costera.
La brigada de activistas que promovía la unidad de la izquierda en la Costa Grande viajaba de Zihuatanejo a ciudad Lázaro Cárdenas para coordinar los trabajos con el núcleo de militantes del PMT en aquel puerto, cuando en la fila de vehículos obligados a salir de la carretera para su revisión, a mis compañeros les hizo gracia ver al soldado que se acercaba a revisar el vehículo en el que viajaban: chaparro, paliacate atado al cuello, la gorra ladeada y con el fusil al hombro que casi  arrastraba. Para colmo venía cantando como si no sintiera el calor agobiante de esa mañana.
Para no aburrirse mis compañeros quisieron gastarle una broma al soldado cuando les preguntó a bocajarro:
–¿Portan armas?
–Sí, las de la razón, respondieron socarronamente desde dentro del automóvil.
Entonces la reacción del soldado resultó inesperada.
–¡Teniente, teniente, vienen armados!
En un santiamén los soldados rodearon el vehículo, con las armas en posición de disparar. Sacaron del auto a los viajeros y los esculcaron meticulosamente.
Mis amigos sólo pudieron continuar su camino cuando convencieron a los soldados que se trataba de una broma, que las armas de la razón si bien podían ser temibles, su acción no era letal.
Mi llegada a Zihuatanejo fue en el mismo mes en que se logró la unificación de los partidos: Comunista Mexicano, del Pueblo, Socialista Revolucionario, el Movimiento de Acción y Unidad Socialista y el Movimiento de Acción Popular, más otros grupos de izquierda que formaron el  Partido Socialista Unificado de México en cuyo emblema se mantuvo la hoz y el martillo.
La dirigencia nacional del PMT que había aceptado desde el principio participar en la fusión firmando la convocatoria, se arrepintió al no conseguir que se reafirmara el nacionalismo y se marcara distancia del internacionalismo que evocaban la hoz y el martillo.
Con el nacimiento del PSUM se disolvió el PCM, partido de más larga trayectoria y radicalismo en la vida del país. El discurso para cerrar esa etapa de la historia comunista estuvo a cargo del guerrerense Othón Salazar quien desde su humildad indígena creció como gigante con su oratoria sin par, adueñándose del auditorio que lo escuchó sobrecogido y lo aplaudió puesto de pie.
En el festival de la unidad de la izquierda que se organizó en el Auditorio Nacional conocí al incomparable poeta y cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa, el luchador de izquierda, exiliado que militó en el Frente Amplio de su país y escribió en la revista Marcha de don Carlos Quijano.
Su voz grave, de luto eterno, con su pelo engominado y su inspiración profunda, comprometía a quien lo escuchaba cantar Adagio en mi país, Milonga de ojos dorados y El violín de Becho.
A partir del compromiso de constituir las direcciones regionales y municipales de manera paritaria con las organizaciones existentes en cada región y municipio, en Zihuatanejo se estableció la sede del comité zonal responsable de los afiliados de toda la Costa Grande, básicamente del PCM y del MAP.
Como miembro de la dirección estatal del PSUM, en cada viaje que hacía a la capital para asistir a las reuniones del comité  aprovechaba para recoger el envío de nuestro periódico Así Es, que luego de regreso distribuía en las cabeceras municipales de la Costa Grande.
En 1982 la gira electoral de Arnoldo Martínez Verdugo como candidato a la Presidencia de la República llegó a la Costa Grande. Eso nos dio una gran cobertura como organización legal.
La pequeña comitiva que acompañaba al candidato hacía ver más grande El Machete, nombre con el que se bautizó al moderno autobús que se habilitó para su recorrido por toda la república.
El símbolo amarillo de la hoz y el martillo sobre un fondo circular en rojo se popularizó en toda la región, aunque en los documentos básicos la “dictadura del proletariado” como parte de la transición para arribar al poder había quedado suprimida y la lucha de clases como clave para entender el devenir de la historia había sido rebasada.
El aporte teórico del MAP a la nueva institución de izquierda fue a la postre el más acertado porque se avanzó en la concepción de que la política, si bien se produce en las diversas organizaciones de la sociedad civil, el partido como vanguardia la puede potenciar si es capaz de vivir la democracia.
En ese sentido demostrar la primacía del partido frente a las experiencias de la lucha política por fuera de él era un reto que para Arnoldo Martínez Verdugo se resumía en el compromiso de demostrar que se podía hacer una política revolucionaria desde las instituciones del Estado, reconociendo al mismo tiempo la validez del trabajo que se hacía a favor de los derechos de las mujeres, de los indígenas, de las minorías y de los ecologistas.
La campaña electoral del PSUM en la Costa Grande abrió las puertas de la participación política a nuevos actores locales que pusieron en entredicho todas las verdades eternas con las que el priismo dominó la vida de los pueblos.
Al PSUM se incorporaron mujeres que marcaron la diferencia en la militancia política destacando como representantes de partido en las mesas directivas de casilla. Si a muchos de nuestros compañeros se les expulsaba y amenazaba bajo cualquier argumento que esgrimían los activistas y operadores del PRI, ellas no se arredraban ante nadie para cumplir con su cometido de vigilar para que el voto se respetara y se contara.
Palmira Pólito, mi compañera, llegó a ser nuestra representante más respetada en la mesa de casilla de la plaza de Agua de Correa, uno de los principales bastiones del priísmo.
Las profesoras Margarita Vega y Fany Alemán, Tere de Jesús y las hermanas Lucila y Glafira Navarrete, doña María Lagunas y Alina Ruiz.
Todas ellas fueron las pioneras en la lucha por la igualdad de género desde su militancia  de izquierda en Zihuatanejo.
En pocos años cuando el priísmo despertó de su letargo como partido del gobierno sus dirigentes pasaron del pasmo a la amenaza frente al avance incontenible de la izquierda.
–Si quieren el poder, que lo conquisten a sangre y fuego como lo hicimos nosotros  –decía en un encendido discurso desde el Centro Social de Zihuatanejo un envalentonado Efraín Zúñiga Galeana en su campaña para una diputación federal en 1982, refiriéndose a la izquierda local.
En todo México se vivía un nuevo ambiente con el paso de la izquierda radical a la vida legal y electoral. El propio lenguaje críptico de la política iba cambiando hasta hacerse popular.
Recuerdo que entre los periodistas nacionales que cubrían la campaña de Arnoldo Martínez Verdugo en la Costa Grande, el enviado del periódico Unomásuno hacía reír con sus reportajes irreverentes de la vida costeña.
Creo que era José Joaquín Blanco quien narrando su impresión de cada lugar que visitaba escribió que el centro de Atoyac era un conjunto de edificios sin orden ni concierto. Todos a medio terminar, con cacharros enmohecidos ocupando las azoteas. “En fin, concluía, es una ciudad hecha a lo pendejo”.
Entre los más entusiastas de los lectores de nuestra prensa estaba el finado Laureano Valdovinos que vivía en El Súchil, también el profesor Otilio Laurel que tenía su domicilio en El Ciruelar.
En Petatlán el responsable de prensa era Leodegario Barragán y en Zihuatanejo.

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