Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Humberto Musacchio

LA REPÚBLICA DE LAS LETRAS

La comida del Fondo de Cultura

Funcionarios del ámbito cultural, lumbreras académicas, autores de todas las edades y todos los tamaños se reunieron el miércoles en la comida del Fondo de Cultura Económica. José Carreño Carlón, director de la principal firma editorial del continente, leyó un mensaje breve y amable a la concurrencia y, al final del convivio, el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, dirigió a la concurrencia unas palabras con las que reconoció la importancia del Fondo y destacó el apoyo propio y el de Enrique Peña Nieto a Carreño Carlón para el mejor cumplimiento de las tareas que le fueron encomendadas. El flamante director del FCE recibió a los invitados, departió con ellos y su discurso tuvo un muy agradecible tono de sencillez y cordialidad. En algunas mesas donde este republicano pudo conversar el comentario unánime fue que Carreño tenía todo para hacer un brillantísimo papel: cuenta con un equipo editorial y comercial muy experimentado y exitoso, tiene el apoyo “de arriba” y él mismo, hombre de amplia cultura, cuenta con amplias y muy buenas relaciones en el mundillo intelectual donde, por supuesto, tiene algunos –muy pocos– malquerientes, de lo que debe dar gracias, pues eso demuestra que sus hechos y sus decires no han pasado inadvertidos.

El canon de Bloom reciclado

Hace casi 20 años se publicó en Estados Unidos The Western Canon, de Harold Bloom, que fue inmediatamente traducido al español y publicado en 1995 por Anagrama como El canon occidental, aunque desde entonces se le conoce más como El canon de Bloom, libro de cabecera de todo crítico literario con pretensiones, pues se trata de un conjunto de sesudos y muy sugerentes ensayos sobre la literatura, que si bien incluye a Kafka, Montaigne, Moliere, Proust, Tolstoi, Ibsen y otros –muy pocos– autores de diversas lenguas, se centra en los grandes maestros de las letras inglesas y lógicamente pone a Shakespeare sobre todos. No podía eludir a Cervantes y nos hace el favor de incluir un ensayo sobre Borges, Neruda y Pessoa, pero sólo para dejarlos como deudores de Walt Whitman. Ahora, la editorial madrileña Páginas de Espuma y Colofón publican Novelas y novelistas. El canon de la novela, título tramposón, pues la edición original en inglés, de 2005, lleva por nombre Novelists and Novels, y ya. En fin, cosas de la mercadotecnia que busca aprovechar el título canónico. Por supuesto, de los 77 autores estudiados, la abrumadora mayoría son de habla inglesa y de los latinoamericanos sólo menciona a Gabriel García Márquez. Alguna alma caritativa debería darle a leer los libros de Juan Rulfo.

García Márquez sí, pero…

Cuando trata de Gabriel García Márquez, la arrogancia de profesor gringo le escurre a Harold Bloom en cada frase. Por supuesto –faltaba más– reconoce la magia y la grandeza de Cien años de soledad, pero… siempre hay un pero: “No estoy seguro –dice– de que la intensidad que hay en la textura de esta novela sea finalmente una virtud”; o esto: “Es inevitable que tendamos a identificar Cien años de soledad con una cultura entera, como si fuese otro Quijote, cosa que evidentemente no es”. Bloom describe al colombiano como un licuado de influencias –todo escritor lo es, pero no todos tienen su extraordinaria originalidad– para acabar soltando frases que llegan a lo temerario: “La titánica inventiva de Balzac eclipsa a García Márquez y nada en Macondo se acerca a la sublime negatividad que hay en la aterradora pesquisa de los Bundren en Mientras agonizo. Cien años de Soledad posee más bien la estatura de Pálido fuego, de Nabokov, o de El arco iris de gravedad, de Pynchon, fantasías tardías, poderosas herederas de tradiciones en retroceso”… “La importancia de Cien años de soledad no se ha decidido aún del todo”, etcétera, etcétera. Una última cita permite explicar la ambivalencia de Bloom, su pasmo ante una obra que está lejos de su comprensión: “En presencia de una realidad extraordinaria, la conciencia ocupa el lugar de la imaginación”. ¿Qué no es al revés?

La ASF y el sector cultural

En los últimos días se han publicado diversas informaciones sobre irregularidades en el manejo de fondos en Conaculta, lo que seguramente quedará aclarado pues, como decía don Carlos del Río, quien fuera presidente de la Suprema Corte, “lo pendejo y lo corrupto no se pueden ocultar”, y en el caso de Consuelo Sáizar, mujer muy inteligente, no vemos algo que delate enriquecimiento súbito: tiene el mismo auto, vive en el mismo departamento y su forma de vida es la que lleva desde hace más de 20 años. La fuente es un informe de la Auditoría Superior de la Federación, el mismo en que le reclama al Instituto Nacional de Antropología e Historia porque sólo 7.1 por ciento de los mexicanos visitaron zonas arqueológicas en 2011, pues –dice la ASF—“incumplió con la política de facilitar el acceso a un mayor número de ciudadanos”. Para empezar, habría que discutir si es deseable que las zonas arqueológicas tengan más visitantes por el daño que causan y, dos, la cortedad de miras del neoliberalismo le impuso al INAH y al INBA la obligación de cobrar la entrada a los espacios a su cargo. En su momento, muchos advertimos que esa política centavera iba en contra del interés cultural de la nación, lo que al parecer sigue sin importarle a los Chicago boys, como no les importa dictar otras medidas que desde hace 30 años mantienen estancada la economía mexicana. Si quieren más afluencia a museos, galerías y zonas arqueológicas basta con no cobrar la entrada.

Robaron a Héctor García

Informa Pascual Borzelli que el miércoles, 20 de febrero de 2013, en la sala de prensa de la Feria Internacional del Libro de Minería, le robaron a Héctor García hijo equipo fotográfico que comprende una Cámara EOS 5D Mark II serie 2622500567 con Battery grip, tres lentes Canon, uno de 70-200 mm 2.8 serie 289453, otro de 16-35 mm 2.8 serie 3045999 y un tercero de 50 mm; un flash de la misma marca 580 EX II; un transmisor ST-E2, un teleconverter Canon 1.4X II serie 203069; y la mochila del fotógrafo con tarjetas de memoria, pilas para la cámara y otros accesorios, todo lo cual suma muchos miles de pesos, pues se trata de equipo adquirido con no pocos años de duro trabajo.

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