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Presentan en la feria del Libro de Minería antología de cuentos sobre Acapulco

Redacción

Ciudad de México

Cuentos de 13 escritores mexicanos forman parte en la antología Acapulco en su tinta coeditada por Colfón y el Instituto Guerrerense de la Cultura (IGC), que se presentó la tarde del sábado en la Feria del Libro del Palacio de Minería.
En el acto para dar a conocer esta publicación estuvieron los escritores Manuel Dávila Galindo Olivares, ganador del primer Concurso Nacional de Cuento Acapulco en su tinta; e Iris García Cuevas, quien forma parte del comité organizador del proyecto Acapulco en su tinta, que incluye, bajo este nombre, el Festival del Libro y la Palabra y el certamen literario auspiciados por el IGC; y, ahora, con la colaboración de Colofón, la colección editorial de cuentos sobre el puerto.
Los comentarios acerca del libro estuvieron a cargo de la escritora Raquel Castro, quien celebró que Acapulco en su tinta no sea una guía de turistas, y agradeció que los cuentos incluidos no intenten “quedar bien con las autoridades ni con los turistas, ni con los escritores que han escrito sobre Acapulco”.
Dijo también que le sorprendió gratamente la presencia en la antología de autores reconocidos en el ámbito nacional, recientemente premiados, como Gabriel Rodríguez Liceaga, quien obtuvo el premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí; y Paul Medrano, ganador del Premio Nacional de Novela Policiaca, convocado por el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes.
Hizo referencia especial al cuento ganador del certamen, Caída libre, de Manuel Dávila Galindo Olivares, cuyo protagonista evoca parte de la época de oro de Acapulco, lo que consideró “una de las resistencias civiles más importantes que podemos tener, la resistencia de no olvidar”.
Destacó que habría quienes cuestionaran la razón de ser de un cuento que habla del Acapulco de los años 50, cuando hay “cosas más importantes en la agenda nacional”, en referencia a la inseguridad que vive el puerto, pero consideró que “atreverse a recordar la parte mítica, legendaria, recordar la época de oro de Acapulco es decir que no nos resignamos a que sea otra cosa”.
Agregó que “es fácil acostumbrarnos a la violencia” y que escribir sobre el tema, es también “resignarse a que eso es Acapulco”, pero, dijo, “Acapulco es más que eso, Acapulco es estas 13 historias y esperamos que sea muchas historias más”.
Finalmente, consideró acertada la publicación de esta antología de cuentos porque permite contribuir a que personas de otras ciudades conozcan Acapulco desde perspectivas distintas y no sólo la difundida por los medios que se centra en la violencia.
“Una de las mejores maneras de promover a una ciudad es impulsar la literatura que hable del lugar. Esto se queda –dijo Raquel Castro sosteniendo el libro en alto–, se va a quedar en la memoria de los lectores”.
En su turno, Iris García Cuevas recordó que el concurso Acapulco en su tinta se convocó por primera vez en 2004 y estaba dirigido a los escritores acapulqueños para que escribieran historias sobre la ciudad. La iniciativa fue del dramaturgo José Dimayuga y como resultado se imprimió una plaquette con cuatro historias.
Relató que siete años después, en 2011, ahora con el apoyo del Instituto Guerrerense de la Cultura, a través de la Dirección de Enseñanza, Investigación y Patrimonio Cultural a cargo de la escritora Citlali Guerrero, se hizo la convocatoria nacional.
La intención, dijo, fue contribuir a acrecentar la presencia de Acapulco en el imaginario nacional a través de la literatura, y de conocer las múltiples miradas que hay sobre el puerto desde todo el país, “porque Acapulco es de todos, de quienes lo conocen y de quienes lo imaginan”, comentó.
Esta primera antología Acapulco en su tinta, informó García Cuevas, es una selección de los escritores David Martín del Campo, Bernardo Esquinca y José Dimayuga, y es en resultado de la convocatoria del concurso de cuento emitida en 2011.
Indicó que más allá de la calidad de los cuentos, avalada por el jurado del concurso, la presencia de Acapulco en las historias es variable, en algunas es tenue, “sólo es el nombre de la ciudad a la que se llega, una temperatura y una piel pegajosa”, y puso como ejemplos Jardín, de Alejandro Vera Fernández; y Odio, de Gabriel Rodríguez Liceaga, que nombran al puerto pero se aíslan de él.
Destacó la visión de los escritores que viven o han vivido en Acapulco y que presentan una geografía que rebasa la zona turística sin dejarla de lado, que toman como escenario para sus personajes los barrios históricos y la periferia del puerto. Es el caso de Gavia de Jesús Gerardo Segura Medina, La venida del fin del mundo de Paul Medrano, De estos cuentos que lees y dices de Oscar Ricardo Muñoz Cano, Domingo de Daniel de O Godínez y El tulipán rojo de Mónica Gutiérrez Camacho.
Finalmente, habló de aquellos que miran Acapulco como el lugar de la búsqueda, y que por ello lo miran detenidamente, como ocurre en Construye un castillo de Arena y espera su derrumbe, de Ricardo Limassol, que reconstruye la estancia en el puerto de un hombre que ha desaparecido.
“Las pesquisas permiten al foráneo acercarse a la gente del puerto, constituida en el imaginario del escritor por clavadistas y empleados de hotel siempre dispuestos a ayudar al que llega y pregunta”, dijo.
Otro de los cuentos en los que Acapulco puede “verse”, es el ganador del certamen, Caída libre, en el lo que se busca es una película de Mauricio Garcés que contiene un mensaje cifrado para encontrar el oro vietnamita hurtado a la CIA por la pandilla de Hollywood y fue escondido en algún lugar por el propio galán del cine mexicano.
“Aunque en estas historias Acapulco no deja de ser el lugar turístico que tiene la Costera como columna vertebral de la vida, nos topamos con un mirada entrañable al Acapulco Tradicional; el de la Casa de Dolores Olmedo decorada por los murales de Diego Rivera, el del hotel Flamingos con su majestuosa vista a los acantilados y sus fotografías en blanco y negro añorando sus tiempos gloriosos, cuando aún se oía el grito de Johnny Weissmüller celebrando el amanecer”, comentó García Cuevas.
Finalmente, Manuel Dávila Galindo Olivares, autor de Caída libre, contó que cuando se enteró del concurso se sintió tentado a escribir una historia fingiendo ser de Acapulco, “una historia comprometida con el Acapulco de hoy”, pero finalmente decidió hablar del Acapulco que ha sido significativo para él, de las partes de Acapulco que mejor conoce, de los personajes que le gustan.
“Una historia en Acapulco debe tener lo que Acapulco ofrece: una locura, un vértigo”, dijo y agregó que decidió hablar del Acapulco que él conoció y que añora, porque “me niego rotundamente a que los noticiarios definan la clase de país en la que vivo” y que su cuento es un homenaje al Acapulco que “a pesar de haber sido víctima de sus gobernantes, cada fin de semana nos sigue recibiendo como siempre. Acapulco es mucho más grande que la violencia”, concluyó.

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