Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Humberto Musacchio

Charrismo bueno y charrismo malo

Elba Esther Gordillo está en la cárcel por presumirse lavado de dinero. El encargado de la operación punitiva es el procurador general de la República, viejo amigo de la lideresa magisterial, con lo cual se manda un mensaje que la señora Gordillo debía tener bien aprendido: en política las amistades duran mientras las une la conveniencia recíproca. Lo mismo podría decirse de Enrique Peña Nieto, que hace unos meses tuvo palabras de elogio para La Maestra, con quien compartió un templete.
En esta operación se escogió cuidadosamente a la víctima propiciatoria. La elegida ha estado en el centro de la vida política mexicana desde hace varias décadas, con 36 años de militancia en el PRI que la llevaron a la secretaría general de la CNOP y a la secretaría general de su partido. En la administración pública ha sido tres veces diputada federal, delegada del DDF en Gustavo A. Madero y senadora de la República. En 1989, cuando Carlos Salinas de Gortari eliminó el liderazgo magisterial de Carlos Jonguitud Barrios, empleó a Elba Esther para sustituirlo y la jugada le resultó muy bien, pues el SNTE recibió el cambio sin sobresaltos, pese a que para entonces ya la disidencia sindical se había agrupado en la Cordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Por supuesto, Elba Esther tuvo enfrentamientos con la disidencia, pero ésta nunca le significó problemas mayores, pues se decía –se dice todavía– que algunos líderes de la CNTE mantenían con ella un trato cercano. Dicho de otra manera, ella controlaba mucho más allá de la estructura formal del SNTE, algo que no se advierte cómo podrá hacerse ahora.
Con su reconocida habilidad, Elba Esther nunca dejó crecer a sus seguidores. Les permitía ascender, pero sólo hasta cierto nivel. Nadie podía disputarle el poder y quienes se atrevieron a hacerlo acabaron políticamente defenestrados. De ese ejército de enanos no es dable esperar que surja el líder que necesita el gobierno para controlar al gremio. Mucho menos saldrá de la Coordinadora, donde un centenar de cabezas de ratón no hacen una cola de león.
Es poco creíble que la embestida contra la dirigente magisterial haya sido por lavado de dinero, lo que se detecta en primera instancia por movimientos bancarios sospechosos. Si así fuera, no habría líder sindical, hombre de empresa o funcionario público que estuviera libre de sospecha. Sólo para ilustrar lo anterior, digamos que el año pasado las inversiones mexicanas en el extranjero fueron muy superiores a las venidas de fuera, y a nadie le parecieron sospechosos esos movimientos donde muy bien pudo haber dinero del narco.
Irrita, eso sí, que un día el Ejecutivo felicite efusiva y públicamente a Joaquín Gamboa Pascoe, el dirigente de la CTM –cadáver en avanzado estado de putrefacción–, y que al día siguiente nos quieran vender la detención de Elba Esther como una prueba de la decisión presidencial de acabar con los liderazgos corruptos, sobre todo cuando la hija del líder sindical petrolero se pasea por el mundo en avión privado y los hijitos del mismo señor adquieren automóviles de dos millones de dólares.
Pues sí, pero con esos y otros asegunes, lo cierto es que el golpe contra La Maestra le será bonificado a Peña Nieto. Sin embargo, queda en el aire la preocupación de que la autoridad fiscal se meta sin derecho en las cuentas sindicales y de esa manera el gobierno sustituya a su conveniencia liderazgos, charros o democráticos. Ese es el verdadero peligro.

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