Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

¿Tú también, Enrique?

Como se recordará, el PSUM constituyó el primer antecedente en el proceso de la unidad de la izquierda mexicana. La vía legal y electoral fue el campo privilegiado de la izquierda por la transformación social de México.
Con el emblema de la hoz y el martillo la izquierda mexicana participó en dos elecciones presidenciales: en 1976 con Valentín Campa Salazar y en 1982 con Arnoldo Martínez Verdugo. Los dos candidatos comunistas serían relevados más tarde, en 1988, por el ingeniero Heberto Castillo Martínez, como candidato del Partido Mexicano Socialista cuyo emblema mudó de la hoz y el martillo a los colores de la bandera nacional, en franca disputa del centro izquierda que el PRI abandonaba para hacerse al lado del neoliberalismo.
En la Costa Grande, después de haber penetrado en la sociedad rural constituyendo comités del PSUM en lugares como La Noria y La Palma, allá junto al vaso de la presa José María Morelos, con los campesinos Jesús y Marcolino Rosas, y con Abel y Martiniano Ibarra, respectivamente; en La Estancia, rumbo a la Cofradía, con el finado Trinidad y Santos López, del municipio de La Unión; con el finado don Román Pineda y sus hijos Pedro, Mario y Romualda, en Barrio Viejo, ahora conocido como San José Ixtapa, en la vecindad con la zona turística, y en San Miguelito, con don ChicoBlanco y Vidal Espinoza Ceja, en el municipio de Zihuatanejo; en Potrerillos con el finado Santos Cabrera, y en el Cabritero con Anastacio Navarrete, Antonio Mendiola, y los hermanos Severiano, Matías y Conrado Escalera, en el municipio de Petatlán, nos abocamos al trabajo urbano en Zihuatanejo.
Como parte de la iniciativa de penetrar el medio urbano, fundamos nuestra propia prensa, primero con el periódico El Suriano, viejo antecedente de lo que después fue la revista Costa Libre, algunos de cuyos números están ahora en versión digital en www.costalibre.org.
En esa larga jornada electoral que la izquierda moderna emprendió en 1976 empujando la reforma legal con la que nació la LFOPPE, un año después, con el anuncio que sobre ella hizo en Chilpancingo Jesús Reyes Heroles como secretario de Gobernación, en Zihuatanejo me correspondió abrir el camino de las campañas electorales en el ámbito federal.
Fui candidato a diputado federal en 1982 y local en 1983 por la izquierda en la Costa Grande. Recuerdo que en ése proceso de formación de la cultura democrática no faltaron los compañeros que ante el triunfo de doña Amanda Reglado Rincón, candidata del PRI a la diputación local, contra quien yo competí, alentaban la idea de regatearle su victoria mientras yo como su adversario veía como lo más natural reconocer los resultados que le favorecían.
De ésa época es mi enorme desencuentro con la posición de quienes desde la izquierda sólo califican como democrático el proceso que les favorece, descalificando calumniosamente a quien sin regateo reconoce los resultados, independientemente de quién sea el o la favorecida.
Como candidato a diputado federal recorrí todo el territorio de la Costa Grande con un puñado de valerosos y abnegados compañeros: el finado Francisco Zamora y Anacleto Rabadán, de San Jerónimo; Otilio Laurel de Atoyac; Víctor Buenrostro y Rafael Ramírez de Petatlán.
En el anecdotario de aquella campaña a veces platico la explicación que recogí de los lugareños de Zacatula y Las Tunas sobre el origen de esos nombres.
Del primero los zacatuleños refieren que la mujer de un tal Santiago lavaba ropa en el río cuando su hija Tula cayó de repente en la corriente. Cuando la madre se dio cuenta del accidente gritó con desesperación a su marido: ¡Santiago, saca a Tula! Porque han de saber que el nombre completo de aquel lugar de la desembocadura del río Balsas en la costa es Santiago Zacatula.
Dicen que de tanto repetir lo acontecido en tan accidentado día los lugareños terminaron por adoptar para el lugar el nombre de Santiago Zacatula.
En la misma costa, pero en el otro extremo, en el último municipio del distrito, llegué al pueblo de Las Tunas perteneciente al municipio de San Jerónimo.
Con la idea de las tunas en la memoria iba por el camino buscando los nopales a los que hacía referencia el nombre del pueblo, pero lo único que llegué a ver fueron iguanas.
Entonces, cuando hacía plática con los lugareños, pregunté sobre el origen del nombre del pueblo:
–Es que hay iguanas, me respondieron.
–Pero qué tiene que ver el nombre de Las Tunas con las iguanas, volví a preguntar.
–Es que los chamacos cuando salen de la escuela se van a buscar iguanas, me contestaron.
–¿?
–Es que cuando un chamaco ve una iguana, grita a sus compañeros: Aquí’stuna, aquí’stuna.
–Desde entonces al lugar se le conoce como Las Tunas.
Precisamente pensando en la importancia de conocer a fondo la materia para ganar elecciones, en Zihuatanejo desde el PSUM nos aplicamos con seriedad a la construcción del aparato electoral que consistía en el reclutamiento y la capacitación de nuestros representantes ante los órganos electorales. El objetivo era cuidar que los votos de los ciudadanos se contaran y se respetaran como forma de incentivar la participación electoral.
La solidez que alcanzó nuestro trabajo electoral en Zihuatanejo sistematizando la información y formando continuamente a los representantes se hizo memorable cuando en las elecciones de 1988 nuestra oficina de cómputo resultó la más confiable en sus resultados hasta para los propios priístas que acudían a ella para conocer los votos casilla por casilla.
De aquella experiencia en la capacitación electoral recuerdo la anécdota que ilustra muy bien la distancia que separaba a la gente común de las elecciones: después de reclutar a nuestros primeros representantes de casillas los convocamos a los cursos de capacitación, pero como eran en Zihuatanejo, no todos pudieron acudir. Uno de los que faltó era don Zenaido, el molinero de un pueblo de La Unión que se llama Rincón de Cucharatepec.
Aún sin la capacitación el compañero se presentó a la casilla. Eso lo supimos después porque al otro día de las elecciones llegó a nuestra oficina. Iba molesto don Zenaido.
–Llegué desde antes de las ocho a la casilla y me estuve hasta el medio día, dijo.
–Y qué pasó compañero, cuéntenos, cómo estuvo la votación.
–No hubo votación para nosotros porque nunca llegaron nuestras boletas.
–Nomás estuve haciendo coraje porque las boletas del PRI llegaron desde temprano, nos explicó con toda ingenuidad.
Con la edición del semanario El Suriano cuya iniciativa nació de un grupo amplio y diverso de trabajadores de la educación, la cultura y la política, se sumaron a la izquierda nuevos valores locales cuyo aporte merece reconocimiento.
Pintores como el finado Hugo Ayvar Sánchez que incorporó a su obra el valor de lo local; Miguel Ángel Jaimes que copió la vida costeña y los avatares en sus cuadros, y el entonces joven retratista y después consumado escultor Crescencio Oregón, enriquecieron el acervo y el valor intelectual de la oposición.
En el trabajo proselitista para adeptos del socialismo una tarde de la primera mitad de los ochenta llegaron hasta nuestra oficina del partido en la colonia Emiliano Zapata un par de jóvenes miembros de una reconocida familia del puerto. Venían con la clara intención de afiliarse al PSUM como consecuencia de una decisión razonada.
Enrique Rodríguez y Teresa de Jesús Sánchez se identificaban con el trabajo altruista que realizaba la norteamericana Helene Krebs Posse a través de la Sociedad Protectora de Animales. Ambos se convirtieron en el medio para atraer a nuevos contingentes de activistas y en ejemplo de la militancia desprendida y comprometida con la cultura democrática.
Enrique era además un apoyo inigualable en las brigadas de pintas y pegas porque con su estatura no era necesario recurrir a la pesada y estorbosa escalera para fijar nuestra propaganda.
Una tarde en la que nos divertíamos inventando consignas que luego pintábamos en las vírgenes paredes del puerto, nos encontramos con una indignada muchacha de familia bien que repudiaba nuestra propaganda porque la consideraba indigna de las paredes que creía patrimonio del PRI.
Cuando la muchacha alcanzó a los integrantes de la brigada, siguiendo la ruta de las pintas para reclamarles por manchar paredes, se detuvo y contuvo cuando entre los pintores se encontró con su amigo Enrique, a quien sólo acertó a reclamarle en un tono que era mezcla de asombro y reproche:
–¿Tú también, Enrique?

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