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Raymundo Riva Palacio

PORTARRETRATO

* Cuña del mismo palo

Jesús Murillo Karam tuvo el jueves pasado uno de los momentos más gloriosos de su vida política. Cuando entró y salió al lado del presidente Enrique Peña Nieto al Salón Tesorería del Palacio Nacional para la presentación del Plan Nacional de Desarrollo, un estruendoso aplauso que se extendió por más de 90 segundos los acompañó. No había duda del porqué del reconocimiento: la captura de Elba Esther Gordillo, con lo cual se acabó un cuarto de siglo de dominación magisterial. Fue uno de los caprichos de la vida. Murillo Karam, que surgió de un cacicazgo político, acabó con otro.
Fue el último gobernante en Hidalgo de la Familia Real, como le llamaban al grupo político de Huichapan que, fundado por Javier Rojo Gómez, dominó la política en ese estado durante más de medio siglo. Tierra de clanes, la familia de los Rojo y los Lugo sólo tuvieron contratiempos cuando los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo quisieron romper su dominancia política e impusieron a Manuel Sánchez Vite, también ex líder magisterial, y a Guillermo Rosell de la Lama. Los intentos fueron efímeros, pues en ambos casos renació la Familia Real que tuvo como heredero al delfín, Murillo Karam, en 1992.
Al llegar a la gubernatura pagó con puestos a su mentor, Jorge Rojo Lugo, de linaje directo de la dinastía de Huichapan, pero no más. Murillo Karam, miembro de la comunidad libanesa en México a la que pertenecen Carlos Slim, Alfredo Harp y su compañero de gabinete, Emilio Chuayffet, secretario de Educación, construyó su propio grupo del cual emergieron su sucesor, Manuel Ángel Núñez Soto, y el gobernador que le siguió, Miguel Ángel Osorio Chong, el ex líder universitario a quien hizo secretario de Acción Electoral del PRI en Hidalgo y luego presidente estatal de partido. Hoy es el secretario de Gobernación.
Como gobernador, Murillo Karam detonó el desarrollo de Hidalgo, donde jugó un papel crucial el impulso que le dio al Pachuca, un equipo de futbol oscuro que, con su ayuda, saltó a la Primera División en los 90s y se convirtió en uno de los campeones de la siguiente década. Político educado en las aulas de la Familia Real y de otros caciques, como Víctor Cervera Pacheco –tío de la secretaria general del PRI, Ivonne Ortega–, con quien trabajó en la Secretaría de la Reforma Agraria, fue castigado por el presidente Ernesto Zedillo, quien molesto porque aplastó a José Guadarrama, otro cacique local, para imponer a Núñez Soto como su sucesor, lo destituyó de facto, al nombrarlo subsecretario de Gobernación debajo de Francisco Labastida.
Murillo Karam fue responsabilizado de la seguridad pública y construyó un sistema metropolitano que acabó con el problema del secuestro y robo patrimonial que ahogaba al gobierno de Zedillo. Al ganar Labastida la candidatura presidencial en 1999, Murillo Karam se fue a manejarle la campaña. Tras la derrota ante Vicente Fox, fue delegado del PRI en varios estados y en 2006 recuperó fuerza al llegar al Senado. Priistas que trabajaron cerca de él en esos años, recuerdan cómo contuvo lo que veían como embates del presidente Felipe Calderón a los derechos humanos al anteponer siempre controles jurisdiccionales.
Combatió el modelo de policía nacional que propuso el entonces secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, y fue de los primeros en sugerir el mando único estatal. Dentro del Senado, recuerdan quienes observaron su trabajo en esa cámara, fue un garantista de la Ley General de Víctimas, por la cual se enfrentaron con el ex presidente. “Su papel fue firme, pero con ideas progresistas”, describieron su proceder.
En los años de vacas flacas, Murillo Karam fue delegado del PRI en el estado de México, donde forjó su sólida relación con Peña Nieto, en ese entonces gobernador. En 2007 fue nombrado secretario general del PRI, donde se encargó de las elecciones estatales, que trajo victorias en cascada. Cuando el mexiquense ganó la candidatura presidencial, lo nombró coordinador jurídico de su campaña, donde jugó uno de los papeles más importantes para desactivar el conflicto poselectoral, al articular la explicación del origen, el medio y el destino de los recursos que a través de Monex se distribuyeron a operadores priistas. Fuentes que conocieron del episodio recuerdan las fricciones que tuvo con Osorio Chong por esta razón, ya que su alumno, como responsable de la organización electoral, también lo era de lo sucedido con Monex.
Murillo Karam llegó a la Cámara de Diputados en la misma elección en la que Peña Nieto llegó a la Presidencia, y se convirtió en la persona que, como presidente del Congreso, le colocó la banda a su amigo. Parecía un gesto político que coronaba el regreso del PRI a Los Pinos, pues había pocas dudas de que una vez que llegara el mexiquense a la Presidencia, Murillo Karam formaría parte de su equipo. Así fue. Lo responsabilizó de la Procuraduría General de la República.
Pero Murillo Karam es más que eso. Forma parte del grupo selecto del presidente Peña Nieto que gobierna el país –junto con Videgaray, Osorio Chong y el jefe de Oficina, Aurelio Nuño–, y le tiene una enorme confianza, como lo demostró cuando, al negociarse los puestos en el gobierno para la maestra Elba Esther Gordillo en pago a su respaldo durante la campaña, se opuso a privilegios y le dijo al entonces presidente electo: “El único que no se ha dado cuenta que Elba no es priista eres tú”. Videgaray, que había roto con la maestra tras la elección, y Chuayffet, que tenía un viejo diferendo con ella, respaldaron su posición.
La captura de la maestra este martes, acusada por el presunto delito de lavado de dinero, delincuencia organizada y evasión fiscal, parece una línea secuencial a su posición, aunque ha evitado la acusación de que sea un asunto político por el marco jurídico que enmarca el caso. Hasta ahora, la acción de la PGR ha sido pulcra, y en buena medida, la ovación en el Salón Tesorería para el presidente y el procurador se asientan sobre esa creencia y sobre el hecho que uno de los cacicazgos más poderosos en los últimos 25 años, fue demolido.

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