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Azinyahualco, 30 años cuidando los recursos naturales en la sierra baja de Chilpancingo

Anarsis Pacheco Pólito

Chilpancingo

El pueblo de Azinyahualco, incrustado en la sierra baja del municipio de Chilpancingo, previó hace 30 años la escasez de agua a la que se expondrían los pueblos, las ciudades y los países; desde entonces se dedicaron a proteger este bien que ahora es el más apreciado y deseado por el presidente municipal Mario Moreno Arcos para resolver el desbasto de agua que hay en la capital de Guerrero.
La carretera que da acceso al poblado que concentra cuatro manantiales registrados ante la Comisión Nacional del Agua (Conagua), apenas tiene 20 años de existencia y fue realizada durante los periodos de Florencio Salazar Adame y Efrén Leyva Acevedo como presidentes municipales; una carretera de terracería que ha sido cuidada por los comuneros y que no cuenta con servicio de trasporte público para facilitar el traslado de los habitantes.
En Azinyahualco se detiene el tiempo, se disfruta de un clima muy diferente al de la capital, el aire es fresco, se respira el aroma de un bosque verde, pero sobre todo se ve una comunidad limpia donde los vecinos cuidan y respetan sus recursos naturales aprovechando hasta el mínimo sus desperdicios.
El poblado esta rodeado por tres cerros el Alquitrán, Tecojote y el Fresno, que son muestra del cuidado de sus bosques y de la protección de una biosfera única en la zona, que da orgullo a los campesinos que trabajan cada día sus huertos de jitomate, frijol y tomate para sobrevivir.
El presidente del comité del agua, don Filiberto Torres de Jesús relató que en los principios del cambio de la comunidad; el pueblo conocido como un aserradero donde todos vivían de cortar árboles que tenían algunos hasta 20 años o más, se trasformo en un reserva de agua.
“Un amigo vino a mi casa a platicar sobre el problema del agua, hace 30 años y me contó lo que pasaba cuando uno cortaba árboles o quemaba los bosques, el agua se va acabando”.
Torres de Jesús dijo que su amigo le dijo unas palabras que hicieron que cambiara su forma de ver su bosque; “el agua se va a pelear como si fuera petróleo”, desde ese momento dejó la motosierra para empezar a sembrar y cuidar árboles en su ejido.
El presidente del comité cuestionó a su amigo, porque cortar árboles era lo que sabía hacer y de lo que vivía, pero después de la invitación y de una larga charla le pidió que se dedicara a sembrar jitomate y vivir del campo y cuidando su agua.
Recordó que en aquellos tiempos ya el agua iba bajando su nivel en los manantiales, y desde que dejaron de talar en su ejido el agua fue aumentando su fuerza; fueron 30 años de cuidar su agua, cuidar el bosque de la tala ilegal y legal, de los incendios y de la siembra irregular.
El pueblo cuenta con una basta diversidad de vegetación y fauna, en la que se puede encontrar desde, plantas de café, plátano, hierba santa, aguacate, orquídea, además de animales como jabalí, venado, iguanas, víboras, jaguares, linces; los cuales viven en el ejido por el cuidado de su bosque.
Uno de los poblados vecinos es El Fresno en donde se dedican a la tala de árboles, y que ahora cuenta con una realidad muy diferente a Azinyahualco, quien a tiempo supo proteger su territorio;  El Fresno no cuenta con árboles y por ello no cuenta con agua potable para el poblado, por ello recurren al ejido vecino para trasladar el agua.
Azinyahualco cuenta con 400 habitantes que están plenamente convencidos de proteger lo que les pertenece, el agua, los bosques y los animales; los niños no escapan a esta idea que tarde les llegó a sus padres, pero que se han dedicado a educarlos, a cuidar y respetar.
En el pueblo todos se conocen, todos se ayudan para cuidar de los incendios el bosque, cuarenta hombres de la comunidad cada año desde hace 30 años realizan guarda rayas alrededor de cada uno de los cerros y hasta hoy ya llevan 8 kilómetros y pretenden realizar más.
En el poblado se ve una realidad lejana a la que hay en la capital del estado de Guerrero; es una muestra de las trasformaciones que logra el agua y la importancia que tiene para la vida, una enseñanza que ha compartido Azinyahualco con el resto de las comunidades de la sierra, aunque para algunas ya sea demasiado tarde.
Las campesinos venden su jitomate en el valle del Ocotito donde se lo compran a 140 pesos la caja que llega a pesar hasta 24 kilos, las huertas son atendidas por las familias, y las protegen más que a sus bosques.
Entendieron que la vida tiene un equilibrio delicado y que no hay necesidad de pedir mucho para disfrutar de la basta riqueza que da la naturaleza, por ello protegen lo que han aprendido en estos 30 años de cuidado.

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