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Comparten Charlie Punketo y Paul Medrano sus textos apocalípticas

Aurélie Daly

Onanismo, placeres carnales, sangre y visiones apocalípticas fueron de los temas que abordaron los escritores Charlie Punketo y Paul Medrano, en el encuentro Literatura en voz de sus autores organizado por el Instituto Guerrerense de la Cultura, el viernes por la tarde, en el Centro de Lectura y Formación Lectora Carlos Fuentes.
Narradores de las cosas de la vida, tales como son. Nada de romanticismo y la pluma que brinca de experiencias vividas en fantasías narrativas.
“Los escritores trabajamos con vivencias” contestó Medrano a una persona del público que preguntó qué tanto sus escritos reflejaban la vida de los dos escritores.
Charly Punketo, él, confesó, que sí fumó crack pero que nunca se hizo esta fiesta loca del cuento Loquillo en el que dos amigos después de acabar la pachanga con una chava aparentemente muerta, que dejan a la entrada de su casa, regresan a casa a fumar la pipa, listos para formar “el siguiente plan para echar desmadre”.
Hubiera sido más acertado concentrar todas las lecturas en el Parque Papagayo, segunda sede de Literatura en voz de sus autores en Acapulco, más al alcance de todos, ya que el programa pretende fomentar el gusto por la lectura; sin embargo, puede que los textos de Charlie y Paul hubieran pervertido algunos oídos inocentes en un lugar de convivencia familiar por lo que el Centro de Lectura se reveló sin dudas, más adecuado.
“Es feo leer porque lo hace más consciente”, declaró Charlie Punketo antes de empezar la lectura de Placeres culpables, cuento en el que confiesa su afición por comer con las manos y acaba con un auto psicoanálisis que lo cataloga como perteneciente al estadio bucal, primero de los cuatro definidos por Freud en su teoría de la libido.
“Descubrí que tengo la necesidad de tocar con las manos todas las cosas lo que me llevo a la boca, las que me deleitan al menos…por eso me encanta masturbarte”.
Los tenis rotos de Vivien Leigh cuenta el delirio macabro del protagonista que corta la garganta de su amante para guardarla con él.
En Un sueño carmesí el escritor viaja a los confines de Japón para contar una historia de honor, en la que el protagonista tiene que cuidar a una niña, Tsatsumi, que aparece muerta al día siguiente.
A una persona del público, que dijo no haber entendido cómo el cuento se brincó a la muerte de la joven Tsatsumi, el escritor explicó que se suicidó, dado a que “en Japón, el suicidio contiene una carga simbólica muy fuerte”.
Paul Medrano expresó su gusto de estar con Charlie Punketo en esta lectura, “un viejo conocido en cuestiones periodísticas y literarias, (desde hace) más de 10 años”.
“Estamos un poco harto de la violencia”, declaró para justificar la elección de textos ajenos a sus novelas anteriores, que tenían por tema historia de narcotraficantes.
En La venida del fin del mundo, imagina a un Acapulco afectado por un extraño fenómeno de aguas negras que invade la bahía. Luego de provocar la huida de los últimos turistas, mientras el resto del Pacífico queda limpio, el ayuntamiento redobla de esfuerzos para recuperar al turismo, vía una campaña de chapuzones en las aguas negras de la bahía, que fracasan una tras otra. Se agotan las esperanzas de los ciudadanos al mismo tiempo que se retira completamente el agua de la bahía, descubriendo un inmenso basurero. En medio de esta visión cataclismica, el autor salpica el cuento de relatos licenciosos de las aventuras que tiene con su novia en la bodega climatizada de un Oxxo saqueado. Humor, fluidez de la pluma, tensión narrativa, la mezcla idónea para tener a su lector, o más bien a su oyente, en vilo.
En Purgatorio, título epónimo del bar en el que se desarrolla el cuento, el encargado del lugar explica el origen del nombre de su antro. Cuenta que había una cantina que se llamaba La Divina Comedia y estaba dividida en tres partes, Purgatorio, Infierno y Paraíso. Y agregó, con toda la irreverencia que se necesita para tal comentario, “también hay un libro que se llama así”. Es con delectación que el narrador enumera las diferentes bebidas del bar, “Whisco, whiskey con agua de coco, Ronco, ron con agua de coco, Vodco, vodka con agua de coco”, y acaba el cuento con esta reflexión: “Lo que me gusta del agua de coco es el sabor del agua de coco”.
“Son cuentos que no cuentan nada”, comentó el escritor con desenvoltura.
Si las semblanzas de los escritores representan casi siempre el aburrimiento para el público, al imponer la enumeración de los premios, publicaciones y otras presentaciones de libros del gran escritor, la de Paul Medrano da enseguida el tono del personaje, con humor y escarnio de sí mismo.
“Nació en algún lugar de Tamaulipas, pero tramitó su nacionalidad guerrerense. Es alérgico a los políticos de cualquier partido, sufre de incontinencia sexual, no habla inglés, no tiene televisión, es ateo y americanista recalcitrante. Es aficionado a las bebidas negras (coca, café o cerveza oscura) y al humor del mismo tono. Suele colaborar en algunos periódicos y revistas cuando su esposa no lo pone a lavar la ropa”.
El público no se enteró de sus libros anteriores, Flor de Capomo y Dos caminos, tampoco de la publicación de sus textos en Palabras malditas, Antología del Premio Nacional de Cuento Policiaco del IPAX y Negras intenciones, antología del género negro en México, menos del Premio Nacional de Novela Negra de Tamaulipas que recibió su última novela Deudas de fuego, por parte del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y la Artes.

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