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No se requiere escribir sobre las palmeras y el mar para decirse guerrerense: Brenda Ríos

Aurélie Daly

La segunda jornada de Literatura en voz de sus autores, programa de lectura de textos por los escritores mismos, organizado por el Instituto Guerrerense de la Cultura (IGC), se llevó a cabo simultáneamente en el Centro de lectura y Formación Lectora Carlos Fuentes con Brenda Ríos y en el Paralibros del Parque Papagayo con Andrés Monroy, el sábado por la tarde.
¿Cómo una escritora radicada en el Distrito Federal desde hace 14 años se puede revindicar como escritora guerrerense?, se preguntó al principio Brenda Ríos, quien justificó su pertenencia a la costa de Guerrero por los temas que aborda.
“Mi identidad definitivamente es guerrerense aunque una vez que me invitaron a leer en Taxco, y unos escritores viejitos me dijeron que no me parecía guerrerense. Es que hablo de tamarindos, albercas y cocos y como no tienen allá, por eso”, bromeó.
¿Sería esto, ser una escritora guerrerense entonces, escribir sobre el mar y las palmas?
“Cuando vivía aquí en Acapulco, no había escritores, sólo un grupo de periodistas que se reunían en el café Astoria. No había espacios como éste, ni ciclos de cine como el que van a tener”, declaró, al referirse al ciclo de Cinesillita del IGC.
“Me fui al DF hace 14 años, no con la intención de irme, sólo era para tomar un curso y cada vez que me quiero ir de esta ciudad, me ofrecen trabajo, por lo que estoy agradecida con esta ciudad. Tengo una relación de amor-odio pero eso no significa que uno deje de venir a visitar a sus papas”, comentó .
Explicó que tenía preparado un “combo” de textos para leer, desde los más recientes hasta los más viejos.
Leyó un texto titulado Exigencias, que presentó para algunas cápsulas de UAM Radio, la radio de la Universidad Autónoma Metropolitana. “Es un reclamo amoroso”, precisó.
“Sé despiadada, exigías / y lo único que pensé era en cómo un cuerpo podía acomodarse en una cama / siendo él mismo / a la vez que nunca había estado tan cerca tan cerca / de hacerse pedazos”.
Recordó que en 2011 recibió el apoyo económico del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Guerrero para realizar un proyecto literario sobre el mar. “De ahí surgió otro tema, el de la casa, de la paternidad y de la maternidad”, explicó.
Leyó dos poemas publicados en la revista Punto de partida de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), La construcción y El pastel.
Antes de cada lectura, la escritora explicó por qué y cómo escribió, lo que hacía en ese momento y cómo tiene que sentirse el lector al leer lo que escribió, como un manual del usuario de sus escritos.
En La construcción, describe a albañiles en las etapas de construcción de una casa.
“Hacen una casa / no la imaginaron pero la hacen con manos y pies / y bocas que resoplan / sus cuerpos enteros hacen una casa / con horizonte y cocina / terraza / sala de estar / dos habitaciones / ellos son cuatro / uno por cada pared / que hará salir del piso la casa, una planta salvaje”.
El pastel, lo escribió sobre un pastel verde que le regaló la dueña de una pastelería donde solía ir a escribir.
“Sabe a jardín lejano / o árbol que comienza / sabe a pasto / sabe a verde / entre los dientes / sabe a todo lo que recordamos es verde / la noche es verde / o agua de piscina / escurriendo de la boca”.
Leyó otro texto sobre el tema de la maternidad, titulado La alberca. “Ven que son puras cuestiones familiares”, declaró con risa y agregó “cuando lo leo en otro lugar puede ser exótico. Hay que imaginar mujeres embarazadas en la playa”, precisó antes de empezar.
Alguien en el público preguntó si cada texto llevaba una indicación escrita de tal tipo, contestó que no lo había pensado pero que podría ser una buena idea.
Dos preguntas subsistieron después de la lectura: ¿hubiera sido lo mismo sin los comentarios y las precisiones en cuanto a la manera de entender sus textos? Y ¿Tiene uno que escribir sobre el mar y los tamarindos para sentirse verdaderamente guerrerense?
En su semblanza “no convencional” como la calificó ella, aparece que la escritora extraña el mar y la nieve de coco de Caleta y que busca un espacio para escribir, como una “hamaca simbólica”.
Por lo que es de la parte formal, la escritora, editora, traductora y profesora universitaria estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Coordina el no-taller literario La sexta casa y forma parte del seminario de traducción literaria del Centro de Estudios Brasileños en México. Es responsable del blog Calle Alta 25, Acapulco Sunset Room y tiene junto al ensayista, poeta y traductor Ernesto Priego el proyecto de correspondencia Londres-México Los reduccionistas. Es autora del libro Del amor y otras cosas que se gastan por el uso. Ironía y silencio en la narrativa de Clarice Lispector. Textos suyos aparecen en revistas como Luna Zeta, La cabeza del moro, Metapolítica, Fractal, Este país, Reduaz y Bien común, entre otras.

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