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La violencia y la criminalidad, un desafío para la Iglesia, afirma un fraile franciscano

Karla Galarce Sosa

“El problema de la violencia y de la criminalidad es un desafío para la iglesia que nos llama a una autocrítica muy seria porque ¿cómo es posible que en un país donde el 85 por ciento de los habitantes se declara católico tengamos violencia y crimen a granel?, quiere decir que algo ha fallado en la evangelización, que nuestra propuesta de los valores no ha calado en los corazones”, reconoció el fraile franciscano Manuel Anaut Espinoza, quien visitó el puerto a petición del párroco de Ciudad Renacimiento, Anselmo Fernández.
En actividades previas a la conmemoración de la Semana Santa que desarrollan la parroquia de San Francisco de Asís, ubicada en la zona suburbana, considerada como una de las de mayor incidencia delictiva al igual que el barrio de Petaquillas y las colonias Progreso y Zapata, y que forman parte del programa Todos por Acapulco que puso en marcha el ex presidente Felipe Calderón, Anaut Ezpinoza destacó que las actividades que la iglesia promueve obedecen también a los desafíos de la nueva evangelización.
Informó que las zonas de mayor incidencia delictiva en la ciudad son el barrio de Petaquillas y las colonias Progreso, Zapata y Ciudad Renacimiento.
El fraile presentó el viernes por la tarde su libro Cambio de época y evangelización, en el que propone la postura de la iglesia y el ser humano ante los tiempos de postmodernidad.
“La idea que se encuentra contenida en este cuaderno de trabajo, es que estamos viviendo un cambio de época y cuando pasamos de un tiempo a otro los esquemas mentales, la manera de entender la vida, entender la misma religión van cambiando; nosotros como evangelizadores debemos cambiar de mentalidad porque si tengo un discurso conservador para una sociedad ultramoderna, va a llegar un momento de que el mensaje, por muy importante que sea, la gente no lo va a entender”, explicó en entrevista posterior a una charla en la iglesia de Ciudad Renacimiento, ante unas 200 personas.
El valor de la persona humana, comentó, es lo que se ha trastocado y que ha derivado en el mundo que hoy se tiene “porque todo delito es un atentado a la dignidad de la persona humana y la humanidad se ha desdibujado, aunque en el discurso se mantenga bajo el argumento de defensa de derechos humanos pero en la práctica haya un divorcio entre el discurso y la realidad”.
Afirmó que del divorcio que existe en el discurso que defiende los derechos humanos y la realidad, también aplica al interior de la iglesia como institución: “la crisis nos afecta a todos”.
Destacó que la iglesia también debe ser sensible al cambio de época. “Más que una adaptación del mundo al discurso religioso, lo que tenemos que hacer es una adaptación del discurso religioso al mundo, no es el mundo el que se tiene que adaptar a nosotros, sino nosotros al mundo. Tenemos valores que permanecen, que es necesario defender y afianzarlos mediante una actitud de diálogo con el mundo”.
Manifestó que la iglesia está llamada a escuchar a la sociedad, “a escuchar a la cultura porque el mensaje evangélico que nos ha sido confiado, tiene que ser significativo con las personas, tenemos que adaptarnos nosotros a los códigos de comunicación de la cultura imperante, no es el mundo el que tiene que adaptarse a nosotros, somos nosotros en función del mundo”.
El material que expuso el religioso habla sobre la transición y la exigencia de cambio en la evangelización, aunque reconoció que es prematuro emitir una postura concreta porque aún se mantienen en un período de búsqueda.
Confió que la iglesia, luego de su proceso de autocrítica, se mantenga sensible y amplíe sus mecanismos de contribución a la reconstrucción del tejido social y la construcción de la paz.
Al preguntarle cuáles son los retos que vislumbra ante la violencia y la criminalidad, el fraile respondió que ante el aumento de participación de jóvenes en actos delincuenciales es primero en la pastoral juvenil, donde se debe prestar mayor atención. “La mayor parte de las personas que participan en actividades delictivas, cuando vemos las estadísticas, vemos que son jóvenes y creo que el primer reto es integrar una pastoral juvenil que llegue verdaderamente a los jóvenes, que no se reduzca a reuniones de convivencia, sino algo que toque realmente los corazones de los jóvenes”.
Manuel Anaut agregó que un segundo elemento importante de atender por parte de la iglesia es la pastoral familiar, aunque con la presencia de los evagelizadores.
“Me parece que la presencia de los evangelizadores, respetando siempre el espíritu laico del estado –que hay que mantener– tiene que ser más visible para proponer una alternativa a los mensajes que nos ofrecen los medios de comunicación, que proponen libertinaje y donde los valores morales son escasos. Es curioso, pero forma más la conciencia de gente la televisión que la propia iglesia, que la misma escuela”.
Ante éste panorama agregó que “la iglesia no debe tener miedo de entrar en diálogo con el mundo, no debe temer de las nuevas concepciones, los nuevos valores, necesitamos tomar muy en serio los discursos como el de derechos humanos y que no sólo sean de dientes para afuera; los discursos de la mujer, la participación y tantas cosas que el mundo de hoy nos está pidiendo a gritos y nosotros tenemos que adaptarnos a esas exigencias porque la iglesia ha sido enviada para el mundo”.
Al preguntarle sobre las posturas radicales al interior de esa institución, respondió que al cambio de épocas existen crisis por el cambio de manera de pensar.
“Cuando entra la ansiedad por el cambio de pensamiento y parece que los puntos de referencias comienzan a disolverse, entonces hay cierta angustia por lo nuevo, genera inquietud, hay personas que dicen a dónde vamos a parar con todo lo que está sucediendo, pero eso deriva en tres reacciones: la primera es en los tradicionales que defienden a ultranza las viejas prácticas; la segunda la de los espectadores críticos; y la tercera, es la de los que aceptan y defienden sin empacho alguno, los cambios”, indicó.
“Frente a estas tres posibles reacciones, lo que proponemos es hacer un discernimiento de los tiempos que corren para que de la postura conservadora, recordar los valores que no podemos olvidar porque nos recuerdan cosas fundamentales; de la postura de los desencantados necesitamos ser autocríticos; y luego de quienes están en sintonía con los tiempos modernos, necesitamos reconocer las oportunidades que Dios nos ofrece. Mi propuesta es hacer una síntesis de los mejores elementos con éstas tres reacciones”, concluyó.

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