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Jesús Mendoza Zaragoza

Derechos de las víctimas

El foro convocado por la Arquidiócesis de Acapulco con el tema Derechos de las víctimas de la violencia y construcción de la paz dio pie a la presentación de la Ley General de Víctimas, la que está en proceso de reformas para mejorar sus posibilidades de aplicación. Esta ley, que fue tan duramente cuestionada y bloqueada ahora goza de un mayor consenso entre las fuerzas políticas y entre los colectivos de víctimas que se han vinculado para realizar estas reformas.
Esta ley significa un avance sustancial en el tema de los derechos humanos y es fundamental para la construcción de la paz. Establece los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación del daño y define las rutas que hay que seguir para la garantizar estos derechos de las víctimas. Sólo esperamos la publicación de la reglamentación correspondiente para su aplicación.
Silvano Cantú, de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, que ha colaborado con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y ha sido uno de los redactores de esta ley, señaló en su intervención que con dicha ley se apuesta a la transformación democrática del país al permitir condiciones para que las víctimas se conviertan en protagonistas, en ciudadanos con capacidad de exigir justicia, tan necesaria para cerrarle el paso a cualquier forma de re victimización.
Ya es tiempo de que haya un cambio de actitud ante las víctimas. Un cambio de actitud, en primer lugar, de parte de las autoridades, a las que la ley les señala obligaciones puntuales. Autoridades de los tres niveles de gobierno y de los tres poderes. Todas ellas tienen una corresponsabilidad pública que cumplir en torno a los derechos de las víctimas. Es evidente que no será fácil cambiar la actitud, hasta ahora indolente de la mayoría de las autoridades, sobre todo si se mantienen altos índices de corrupción e, incluso, de colusión con los grupos criminales. Pero el desafío está ahí.
Por otra parte, es preciso que en el ámbito de la sociedad civil se genere una actitud de solidaridad hacia las víctimas, venciendo las inercias del miedo, la  apatía y el individualismo. Se necesita un proceso de responsabilización social que incluya a personas, organizaciones e instituciones de la más variada procedencia. Las universidades, las empresas, las escuelas, las organizaciones civiles pueden generar iniciativas que confluyan en la prevención y en la atención a las víctimas.
Evadir esta responsabilidad social puede constarnos muy caro, puesto que nos exponemos al desarrollo de daños psicosociales graves que tengan un impacto económico y social negativo. Abandonar a las víctimas a su suerte puede tener un alto costo social, difícil de revertir. Atender a las víctimas es una estrategia de prevención que puede rendir muy resultado muy benéfico para todos. Si les va bien a las víctimas nos va a ir bien a todos, si las víctimas logran superar su situación de victimización, estarán en condiciones de contribuir a la construcción de la paz.
La construcción de la paz pasa necesariamente por la atención a las víctimas, por su promoción humana y social, por su responsabilización y su protagonismo. Esta es una verdad que necesita ser descubierta por ellas mismas y por todos los que somos testigos de su dolor. Es una verdad que las autoridades necesitan reconocer para estar en condiciones de cumplir con sus obligaciones. Es una verdad que la sociedad entera tiene que entender para hacerse solidaria.
Las víctimas de todas las violencias, desde las más invisibles y ocultas hasta las más patentes y mediáticas necesitan transformar su dolor en esperanza y en fortaleza para darle un vuelco constructivo a sus historias. Y para que esto suceda, se requiere la solidaridad social que puede generarse de múltiples formas. De hecho, se palpa esta solidaridad en los momentos de la emergencia en cada caso, cuando los amigos y los vecinos acompañan el dolor de las familias golpeadas por la violencia. Pero es preciso ir más allá, es necesaria la solidaridad en el momento doloroso de la tragedia y en el proceso de desvictimización mediante acciones y procesos sociales y comunitarios. Todos podemos hacer algo, ya individual o colectivamente. Las víctimas no pueden seguir esperando la garantía a sus derechos y la solidaridad de los hermanos.

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