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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

Nueve horas de furia de Aguirre

El gobierno federal contuvo las ansias del gobernador Ángel Aguirre de convertir en hechos su amenaza de emplear la fuerza pública contra las protestas de los maestros. La intervención y visita del subsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda, para literalmente organizar las conversaciones entre la CETEG y el gobierno del estado, primero el miércoles y luego la noche del viernes de la semana pasada, reflejan cuán persuadido estaba ya Aguirre de la vía del desalojo para sofocar el movimiento magisterial. Por las declaraciones del propio gobernador y por los movimientos de la policía observados alrededor del bloqueo de la Autopista del Sol, es posible que hacia la tarde del viernes el gobernador hubiera decidido ya poner fin mediante la fuerza al cierre de la carretera, y que la intervención de Miranda haya frustrado esa decisión.
Lo atemorizante del caso es que no parece haber sido una tentación irreflexiva o momentánea, sino madurada y preparada por Aguirre y su equipo de gobierno a lo largo de varios días, para lo cual incitó al Congreso del Estado y al PRD, que se encargaron de describir a los maestros como violadores de la ley y no como ciudadanos en ejercicio de la protesta social, que es lo que son los profesores inconformes con la reforma educativa del gobierno federal. Hacia el 15 de marzo era perceptible el desplazamiento del gobernador hacia una línea dura respecto al movimiento de los maestros, pues mientras de dientes para afuera ofrecía dialogar, en los hechos 15 días antes canceló los contactos con los representantes de la CETEG y, en contraste, alineó a los alcaldes y diputados locales y federales del PRD en respaldo a su gobierno. Debemos recordar, por ejemplo, que los diputados federales perredistas anunciaron que mediarían en el conflicto, pero no hicieron absolutamente nada y luego se los tragó la tierra. Los diputados locales del PRD, por su parte, atizaron la discordia mediante una demanda contra los maestros que interrumpieron una reunión en el Instituto de Estudios Parlamentarios y retuvieron un rato a los diputados que se encontraban presentes. El mismo viernes en que el conflicto se agudizó con el bloqueo de la Autopista del Sol, y cuando lo que en todo caso se requería era sensibilidad y operación política, el Congreso del Estado (22 diputados del PRD, PAN, PRI, PVEM y MC) dio una muestra suprema de intolerancia al acoger y aprobar la iniciativa del panista Marcos Efrén Parra para solicitar al gobernador la “aplicación de la ley” contra los maestros paristas, lo que en lenguaje llano significaba que hiciera a un lado la negociación y los desalojara por la fuerza. Con ello, esa porción del Congreso ratificó el indigno papel de persecutor que había asumido anteriormente al presentar ante la Procuraduría del estado la demanda contra los maestros, demanda que el presidente de la mesa directiva, Antonio Gaspar, sigue defendiendo ciega y neciamente.
La conducta del gobernador Ángel Aguirre el viernes resume con toda claridad el empeño manipulador que mantuvo durante todo el conflicto planteado por los maestros. En primer lugar porque las demandas de los profesores suponían escasa dificultad de cumplimiento para las autoridades estatales, como se confirmó ayer al firmar los acuerdos que pusieron fin al problema, y en segundo término porque acceder a las exigencias magisteriales no suponía ningún compromiso adicional, ningún gasto extraordinario ni concesión de ninguna clase. Subrayar en la ley la gratuidad de la educación pública y la preservación de los derechos laborales, los dos principales puntos acordados el sábado y firmados ayer, no implican nada para el gobierno, pero moral y políticamente sí guardan profundo significado para los maestros. Dada la irrelevancia que desde la perspectiva del gobierno tenían las exigencias de los maestros, muy bien pudieron haber sido aceptadas hace un mes, cuando empezó la movilización. ¿Por qué, entonces, dejó correr Aguirre el conflicto hasta alcanzar una dimensión que en realidad no corresponde al motivo original de la protesta?
La inmovilidad gubernamental exhibida a lo largo del viernes frente al bloqueo de la autopista es la réplica exacta de esa conducta del gobernador. Simple y sencillamente no le importó, probablemente con la esperanza de que el coraje de los viajeros se descargara contra los maestros, como en efecto ocurrió, y hacerlos pagar de esa manera su osadía. La realidad es que Aguirre pudo haber evitado muchas de las nueve horas de bloqueo, y si no lo hizo es porque su plan era desalojar a los maestros mediante la fuerza. No es una ocurrencia del autor de estas notas: lo dijo el propio Aguirre el viernes, poco antes de que los maestros ocuparan la carretera. “En caso de que ellos procedieran a hacerlo procederemos con el desalojo correspondiente”, advirtió. “Lo haremos en concordancia con el gobierno federal, si pretenden bloquear la Autopista del Sol, dado que son tramos federales, habrá la intervención de la Policía Federal en acompañamiento de la policía del estado, desde luego siguiendo los protocolos para este tipo de desalojos con la participación de derechos humanos, notarios públicos que den testimonio; de llevarse a cabo un desalojo lo haremos con antimotines y sin el uso de armas de fuego”, precisó. Incluso aventuró que en el conflicto había “intereses de otra naturaleza que nada tienen que ver con la educación”. En un dato para el psicoanálisis, en medio de la borrasca dijo también que estaba “feliz y contento”.
Hacia las 8 de la noche la Policía Federal y la policía estatal estaban ya preparadas para consumar el desalojo, y si no se realizó no fue porque la sensatez haya regresado al gobernador, sino porque intervino el gobierno federal, otra vez representado por el subsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda Nava, requerido por Miguel Álvarez, de Servicios de Asesorías para la Paz (Serapaz), cuya mediación había sido desdeñada en días anteriores por el gobierno del estado. Parece haber certeza en que fue el gobierno federal el que frenó a Aguirre, y la prueba de ello se encuentra en el hecho de que Miranda Nava haya entablado directamente pláticas con los maestros y viajado de urgencia a Acapulco aquella tarde. El fin del bloqueo de la autopista y los arreglos para la reunión del sábado en la residencia oficial Casa Guerrero, en la que se reanudaron las negociaciones y se diseñó el paquete de acuerdos firmado ayer por Aguirre, así como el levantamiento de los plantones, todo fue obra del subsecretario federal. Puede presumirse que Aguirre aceptó los acuerdos con los maestros sólo porque fue presionado por Miranda Nava, cuya fuerza se deriva de una estrecha y vieja relación con el presidente Enrique Peña.
El viernes pasado se pareció mucho a aquel 12 de diciembre en el que los estudiantes normalistas también bloquearon la autopista y se produjo el asesinato de dos de ellos. Dónde estuvo aquella fecha y qué instrucciones dio entonces el gobernador Angel Aguirre es un tema que permanece oculto. Pero por lo que se refiere a los hechos actuales, es evidente que Aguirre estuvo dominado por la rabia que aqueja a ciertos gobernantes cuando no hallan sumisión e incondicionalidad frente a su poder. No estaba “feliz y contento” como dijo, estaba furioso.

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