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Raymundo Riva Palacio

ESTRICTAMENTE PERSONAL

* Postales: Bogotá

Bogotá. El Parque del Tercer Milenio se encuentra en el centro de esta capital como un pulmón de 16 hectáreas, donde hay jardines, ciclovías y canchas, que conviven diariamente con áreas para el comercio formal y una zona donde hay internet gratuito para las clases socioeconómicas más necesitadas. Para quien no conoció Bogotá en los 80 y 90, no es más que una obra más de la recuperación de los espacios urbanos. Sin embargo, el Parque del Tercer Milenio es la metáfora de un éxito urbanístico de dos alcaldes que decidieron que en su ciudad, la muerte tenía que ser transformada en vida.
Donde se encuentra hoy el parque se asentaba El Cartucho, una calle y un barrio que fue la zona donde vivía la clase alta, pero que el 9 de abril de 1948 cambió su destino. Al mediodía de aquél día, el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, crítico de la violencia política desatada por las oligarquías que dominaban el país y que era el precandidato presidencial natural de las mayorías, fue asesinado en el centro de Bogotá.
El asesinato detonó la revuelta en toda la ciudad, incendios que produjeron la demolición de 142 casas, hoteles e iglesias, saqueos y una represión que provocó al menos 500 muertos –la cifra extraoficial ubica el número en tres mil–, en el inicio de lo que se conoce aquí como la época de La Violencia, que dio nacimiento a las Fuerzas Armadas Revolucio-narias de Colombia, aunque como tales, se fundaron en 1964. Tras El Bogotazo, como se conoció a la violencia desatada por el crimen de Gaitán, la guerrilla se anidó en El Cartucho, que fue uno de sus bastiones urbanos durante décadas hasta que lo abandonaron en los 80.
El lugar de los guerrilleros fue rápidamente ocupado. Llegaron los jíbaros, como se conoce a los traficantes de drogas, y junto con ellos otros delincuentes y prostitutas, que inundaron el barrio de indigentes. Desde los 80 era imposible caminar por ahí. En sus calles de tierra, entre casuchas de cartón, el tráfico de drogas se combinaba con asesinatos y mutilaciones. De ahí salían jóvenes a robar y sicarios a asesinar. Era tierra de nadie hasta que el alcalde Enrique Peñalosa decidió a fines de los 90, luchar por la recuperación de El Cartucho, que se encontraba a sólo seis cuadras de su oficina y otras tantas de la Casa de Nariño, la sede presidencial. Hubo disturbios generados por la demolición, pero Peñalosa no se detuvo. La construcción del Parque del Tercer Milenio formaba parte del plan de recuperación del centro de Bogotá que comenzó su antecesor, Antanas Mockus, en 1998, un matemático con una creatividad que inició la revolución urbana que ahora imitan en el mundo.
Mockus tomó acciones altamente impopulares, como una sobretasa a la gasolina para impulsar el transporte público, o “el desarme total”, altamente criticado por las Fuerzas Armadas, en guerra contra cuatro guerrillas y cárteles de las drogas, pero que en el primer mes de aplicarse, se redujeron las muertes violentas en 22 por ciento. También redujo las muertes violentas con la llamada “La hora zanahoria”, donde bares y discotecas restringieron las horas de venta de bebidas y se introdujo el no manejar si se estaba ebrio. En el proceso de una nueva cultura ciudadana, contrató a 400 mimos para ordenar el tráfico, donde a aquellos que violaban el reglamento se les sacaba una tarjeta amarilla, como en partido de futbol, y hacían mofa del conductor.
Mockus fue el alcalde que conceptualmente vio a la Bogotá del futuro. Peñalosa, de partido distinto a él, continuó y profundizó la obra. El Parque del Tercer Milenio fue acompañado de otras obras como el TransMilenio, un sistema de transporte masivo rápido, inspirado en el original de Curitiba, Brasil, que buscó atender a todas las clases sociales obligando a los vehículos a dejar de circular, con menos calles para ellos y menos lugares para estacionarse. Como efecto colateral, disminuyó la inseguridad en algunas avenidas altamente inseguras, como la antes peligrosa Caracas, donde entre 1999 y 2002, el robo a personas se redujo en 90 por ciento, a establecimientos comerciales 78 por ciento y los asesinatos cayeron 95 ciento.
El Transmilenio es un sistema que tiene hoy 11 líneas y corre por 86 kilómetros –copiado en la ciudad de México con el Metrobús, en Guadalajara con el Macrobús, en León con el Optibús–, pero que forma parte de un proyecto aún más amplio que incluyen las ciclovías que Peñalosa también inauguró, la remodelación de andenes y ampliación del espacio público que busca zonas de integración ciudadana y comercial, además de trenes suburbanos y metro en el futuro.
Bogotá es hoy una ciudad modelo en el mundo, aunque sigue teniendo sus manchas. Atrás del Parque Tercer Milenio sigue existiendo un territorio apache llamado El Bronx, desde donde se controla el narcomenudeo. Y los vendedores ambulantes, que habían desaparecido con Mockus y Peñalosa, regresaron a las calles del centro con el actual alcalde Gustavo Petro. Aun así, caminar en esta capital en el pasado solía ser de alto riesgo, donde incluso cortaban dedos o manos por robar un anillo o un reloj. Hoy la vida cotidiana cambió, pero como lo demuestra el retroceso urbano en los últimos años, es una labor de aprendizaje y trabajo continuo.

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