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Hambre, injusticia, violencia y narcotráfico, la depravación de estos días: Garfias Merlos

Yee Trujillo

 

 

Ante la “depravación” que se vive en nuestros días, los hechos de violencia, el narcotráfico, la negación de derechos humanos, los malos tratos a mujeres, y los abortos, en El Encuentro entre María y Jesús que se realizó en el zócalo, el arzobispo Carlos Garfias Merlos y unas 600 personas que acudieron al Viacrucis oraron porque ninguna madre sufra como María y que no hayan más nazarenos ni dolorosas por la ausencia de respeto entre los hombres.

En la oración del Viacrucis que se realizó dentro de la catedral de Nuestra Señora de la Soledad estuvieron presentes unas 300 personas, mientras que en el Zócalo se reunió un número similar de acapulqueños, niños trepados en los árboles o sobre los hombros de sus padres, turistas e indígenas que al mediodía observaron la llegada de las figuras de Jesús y María a la entrada principal en representación de la cuarta estación del Viacrucis, cuando ambos se encuentran en silencio en camino a la crucifixión.

En su mensaje, el arzobispo relató el dramático encuentro silencioso que debió dar consuelo a Jesús aunque no hablara con su madre porque “en momentos amargos el silencio puede consolar más que muchas palabras”, y dijo que aunque esto pareciera emocionante, debemos de sentir preocupación por la humanidad porque ninguna madre debería pasar por momentos como ese y ningún ser humano debe ser capaz de producir tanto sufrimiento, dolor y castigo a otra persona.

“Y la depravación es aún peor en nuestros días: hambre y abandono, injusticia y olvido, secuestros y violencia, narcotráfico, descuido de personas mayores o enfermas, falta de libertad y negación sistemática de los derechos humanos, malos tratos a mujeres y manipulación de embriones, asesinatos y abortos, desprecio contra los inmigrantes, y en todo ello, incomprensión y soledad; lo que entonces se le hizo a Jesús se le sigue haciendo hoy, en nuestro mundo, en nuestra arquidiócesis de Acapulco, en el estado de Guerrero, en México, hoy se sigue haciendo en todas las víctimas”, lamentó.

El arzobispo expuso que hay una ausencia de respeto del hombre hacia el hombre, que el desprecio por sus semejantes delata el desprecio que siente por sí mismo, porque al negar a Dios, el hombre se aleja de su origen, del amor, el bien y la bondad, negando su propia realidad y creando un conflicto existencial que lo lleva a comportarse así, y agregó que el pecado los convierte en “fieras irracionales”.

“El mal no procede de Dios, por tanto, quien obre mal es porque se ha alejado de Dios Padre, ojalá que el espíritu del señor mueva los corazones de todos los hombres a una persona sincera ante el creador, pues a través de ella se dará una mayor apertura hacia sus semejantes, y lo más importante, hacia su propia realidad”, dijo Garfias Merlos.

Pidió que rueguen porque pronto llegue el día “en que ya no haya más nazarenos ni más dolorosas”, en que nadie sea capaz de hacer daño a su prójimo, y que un ser humano no busque el sufrimiento de otro, invitó a los presentes a que vean en los rostros de las figuras de Jesús y María, el rostro que es tan real, de “tantos miles de personas que sufren por la acción injusta de otras personas”, y finalmente les pidió construir un mundo mejor, más humano y justo.

Tras El Encuentro, la mayoría de las personas que llegaron al Zócalo, algunas llenas de lágrimas por el mensaje del arzobispo, abarrotaron la catedral para continuar con la oración de las estaciones restantes del Viacrucis, y al final de cada lectura con fervor oraron por la paz, la unidad de las familias, por los hombres y niños expuestos a la violencia y la explotación, los jóvenes oprimidos por la desesperación, los que son víctimas de sectas, drogas o perversiones, por todos los que buscan el sentido de la vida y han perdido la esperanza, para acabar con la discriminación e injusticia contra las mujeres, y que la pobreza y la injusticia terminen.

Los fieles también pidieron por los enfermos, las víctimas de guerras como la del Medio Oriente, para que los migrantes puedan regresar a sus tierras, por la libertad religiosa, porque los que promueven el aborto o la eutanasia abran sus corazones a la vida, y rogaron la presencia divina para afrontar los desafíos de la vida actual.

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