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Disfrutan paseantes del mar, la arena y los servicios en San Andrés Playa Encantada

Salvador Serna

El sonido de la brisa marina en el balneario de San Andrés Playa Encantada susurra a los oídos de sus visitantes e invita a la líbido del ser humano, a la seducción y al romance.
La lejanía de las playas La Gloria, San Andrés y La Barra Vieja adquieren un significado combinado entre lo erótico y solitario, invitando “a portarse mal” antes de que caiga la noche.
Pero la líbido se ve seriamente frenada cuando hace su aparición un escuadrón de la policía, por lo que los turistas optan por comportarse de acuerdo al manual de las buenas costumbres.
Pero no todo es erotismo juvenil. También hay familias que gozan de disfrutar un cálido día de sana diversión.
Una vez que el escuadrón se retira, un par de juveniles jinetes a caballo hacen trotar al par de flacos equinos para invitar a los turistas a rentar un paseo. La estrategia al parecer no funciona, porque ningún turista se anima. Al alejarse los caballos sólo dejan una estela polvosa de arena que, con la ayuda del aire, se cuela hasta el fondo de los restaurantes.
En algunas albercas de los restaurantes de San Andrés también hay fiesta. En este caso infantil donde sólo faltan los payasos. Sin embargo los niños se divierten en los pequeños toboganes que si funcionan, caso contrario a los de playa Tamarindos.
Pero el agua de la alberca en cuestión de minutos se torna oscura como cerveza, por lo que obliga al cambio de líquido para que continúe la diversión.
Cansados los chamacos, las madres los obligan a salir del chapoteadero para que coman unas pescadillas de cazón. Los niños acceden y ya en la mesa se percatan de que un heliplano (una avioneta de playa) está listo para despegar, esperando que llegue algún cliente que pague bien por el lujoso y aventurero servicio.
Con caballos y heliplano estacionado, queda la opción de las cuatrimotos que siguen contando con la aceptación del público amante de brincar entre dunas y montículos de arena. El servicio tiene buena demanda y los encargados no se dan abasto para darle gusto a todos los que los requieren.

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