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Federico Vite

¿El gol fue con la mano?

Ramiro Pinillo es un veterano autor vizcaíno que publicó en el 2012 la novela Aquella edad inolvidable en la editorial Tusquets. Toma como eje de este libro uno de los temas más sobresalientes de Vizcaya, la final de la Copa del Rey de 1943, en la que el Real Madrid fue vencido por el Athletic de Bilbao con un gol polémico en el estadio Santiago Bernabéu. El autor del tanto que dio el triunfo es Souto Menaya, Botas, un albañil que se destacó por mostrar su talento como centro delantero en varios equipos y que en el Athletic se sublimó sólo con un tanto.Después de ese hecho, la vida de Botas se viene a pique. Abandona el futbol debido a una lesión que lo deja cojo. No puede seguir trabajando como albañil. Requiere un empleo donde esté sentado la mayor parte del tiempo y obtiene chamba como empaquetador de las novelas gráficas de la colección Fher. Un buen día descubre una foto suya, cuando logró la hazaña en contra del Real Madrid, y tiene la certeza de que su vida ha tocado fondo. Así que sin pudor alguno sigue tomando decisiones equivocadas, pero la vuelta de tuerca de la novela se consuma cuando un reportero pide una entrevista a “La leyenda de San Mamés y Getxo” y el reportero le hace una jugosa propuesta para que Botas hable abiertamente del gol que presuntamente metió con la mano.
Antes de que Botas acepte la entrevista, piensa cómo definirse y confiesa: “Siempre hay algo grande por encima de nuestras cabezas. Unos tienen a Dios y otros al Athletic. Otros tienen a los dos, y nunca lo he entendido”. Con esto adquiere conciencia de que necesita un segundo aire, pero las consecuencias de esa decisión no llevan por buen camino al delantero.
Pinillo no habla únicamente de futbol en el libro; de hecho sólo es el eje de los aspectos que está interesado en describir: la pobreza, la vida familiar de los años 20 del siglo pasado en Getxo y, sobre todo, el rechazo al franquismo. Destaco de la novela el retrato catastrófico de la familia Menaya. El lector conoce a Socorro, la madre de Souto, quien perdió el habla después de que murió el hijo pequeño de la familia en un grotesco accidente de ferrocarril. El padre es Cecilio, un hombre hostilmente optimista, quien decide vivir sólo para el futbol y aprovechar la fama de su hijo, pero cuando la lesión del orgullo familiar trastoca todo, él también se extravía emocionalmente. Sólo habla para decir: “Pues a ver qué comemos hasta nuestro entierro”.
La parte coquetona de Aquella edad inolvidable es la relación sentimental entre Botas y la lechera Irune, quien cada día va a casa de los Menaya con la esperanza de encontrarse al Botas del que se enamoró, ese futbolista exitoso. Pero sólo encuentra frente a ella a un cojo muerto de hambre, y lo mira con ternura. Cree reconocer en ese despojo humano al dueño de su corazón. Parece una historia cursi, pero Iruna sólo ve fantasmas y esos espectros la hacen olvidar el estrecho futuro de su existencia. Sólo vende leche y suspira porque lo más cerca que podrá estar de la fama es amar al cojo.
Este libro usa el futbol para hablar del nacionalismo español y para denostar a Franco, pero lo hace de una manera diferente al resto de los millones de documentos que se han escrito acerca del horror que sufrió Iberia. Aquella edad inolvidable encapsula ese momento en el que en España sólo había “un tiempo de silencio y el fútbol era un resquicio para adiestrar lo prohibido”.
El Athletic fue un club auspiciado por la clase alta de Vizcaya, era el único refugio de los nacionalistas ante la represión franquista. Y ganó la copa, eso lo confirma la historia, pero en esa alineación no aparece Botas, sino Zarra, el autor de ese tanto; he aquí el gran logro de Aquella edad inolvidable: ofrece una magnífica variante de la realidad.
Pinillo es una excentricidad a sus 90 años de edad. Fue marino, pero no veía el mar. Su puesto estaba en la bodega, encargado de las máquinas. Se hizo administrador de la Fábrica Municipal de Gas de Bilbao, donde todos eran franquistas y él disimulaba serlo para mantener el empleo. Trabajó como guionista de las historietas Fher, pero ganó el Premio Nadal con la novela Las ciegas hormigas y lo corrieron porque necesitaban alguien comprometido al 100 por ciento con la empresa.
En una entrevista que ofreció al diario La Vanguardia comenta que ocultaba lo que escribía porque se sentía avergonzado. Tomaba la máquina de escribir y recreaba la vida de las personas que sepultaban sus sueños yendo y viniendo de una fábrica. Me costó mucho coraje mostrarme como escritor, afirma, pero fue un paso inevitable, algo que ahora sólo puedo entender como una pasión.

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