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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

* Para perder todos

“En tu análisis te faltó un poco de contexto, decirle a la gente que el propio gobierno priista se encargó de darle poder y fuerza a los maestros por así convenir a sus intereses corporativos. Luego entonces, al momento de tocarles sus prebendas es obvio que protestarían (cría cuervos y te sacarán los ojos). Su lucha es válida sin importar sus formas pues en este país los políticos entienden la política como una lucha física y no como un ejercicio intelectual.
“De las quejas de los ciudadanos lo único que puedo decir es que convierten en reclamos su apatía política, y su objetivo evidente es quién bloquea las calles, quién marcha o quién hace un plantón. Para la ciudadanía eso es más fácil que ponerse a pensar qué hay detrás de una protesta (son unos revoltosos, siempre han dicho de cualquier movimiento). Para acabar pronto, estamos en México y no en Suecia y las soluciones a estos problemas son más complicados aquí que allá”.
Así comentó mi broder-zanca Juan Carlos Moctezuma, (a) Juanca y Mocte, pa´ colmo editor de Cultura y Sociedad de El Sur, a propósito de mi crítica a los modos magisteriales para protestar contra la reforma educativa, la semana antepasada en este espacio.
Debido a que lo comentó en mi muro de Facebook, o sea, en un espacio público, al menos para los feisbuqueros que se asoman por ahí, me atrevo a responderle aquí, sin aviso ni su permiso, algunos comentarios míos al suyo, para compartirlos con los ya 32 certificados lectores de esta columna.
Es cierto, a mi análisis le faltó contexto. No lo creí necesario, dada la  avanzada contextualización y la amplia experiencia de los lectores en este asunto.
Saben tanto o más que Juanca y yo acerca de los vicios y pecados de la relación de los gobiernos priístas con los sindicatos magisteriales… y de los dos presidentes panistas y los dos gobernadores perredistas de nuestra historia reciente.
Por eso también saben, como él y yo, que obviamente los maestros protestan porque les tocaron sus prebendas, y saben que prebenda significa, según los que definen palabras en diccionarios, “ventaja o beneficio que recibe arbitrariamente una persona”, y/u “oficio o empleo en el que se gana mucho dinero y se trabaja poco”.
Y saben desde hace tiempo, como nosotros, que criando cuervos semejantes, tarde o temprano al gobierno le sacarían los ojos.
Es cierto Mocte, ese contexto me faltó. Estoy de acuerdo.
Pero no estoy de acuerdo en que ese contexto valide la lucha magisterial “sin importar sus formas”, por una razón muy sencilla: cuando se acepta una tesis, se deben aceptar en y con todas sus circunstancias y consecuencias… y eso, mi querido Juanca, tá muy cabrón aceptarlo.
Si lo hiciéramos, tendríamos que validar casi cualquier lucha sindical, patronal y ciudadana, sólo porque se luche en contra de gobiernos que concedieron prebendas que convenían a sus intereses corporativos.
No se puede ni deberíamos hacerlo.
De lo contrario, tendríamos que validar la lucha de Televisa y Tv Azteca en contra de la reforma a la ley de telecomunicaciones y la licitación de nuevos canales nacionales de televisión abierta.
Tendríamos que validar la lucha de banqueros y financieros en contra de cualquier reforma que pretenda gravar obligaciones fiscales a sus negocios y transa-cciones.
Tendríamos que validar la lucha de Gordillos y Deschamps en contra de auditorías y rendiciones de cuentas sindicales, y de detenciones y castigos penales por malos manejos de las cuotas de sus representados.
Tendríamos que validar la lucha de narcos, sicarios y criminales organizados, en contra del combate, persecución y penalización de sus actividades, por parte de las autoridades.
Tendríamos que validar la lucha de contratistas, comisionistas, constructores y proveedores del gobierno, en contra de cualquier intento de transparentar y regular licitaciones y concursos públicos.
Tendríamos que validar la lucha de cualquier individuo o grupo que lucre, se beneficie, reciba y negocie prebendas con el gobierno, por excesivas o ilegítimas que parezcan.
Tendríamos que validar eso y más, porque, total, al fin y al cabo y al final de cuentas, fue el gobierno el que dio poder y fuerza al duopolio televisivo; el que rescató la banca y permitió la especulación bursátil; el que cooptó líderes charros y domesticó sindicatos; el que pactó, se coludió, toleró y cobró por territorios, lavado de dinero e impunidad, con cárteles; el que declaró ganadores de licitaciones y concursos a cambio de porcentajes y comisiones por debajo del agua.
Tampoco parece valedera la lucha magisterial bajo esas formas, si asumimos que la transición y la alternancia democrática sirven para mucho más que evitar la hegemonía priísta en el poder. No importa si las prebendas fueron concedidas por los gobiernos del PRI, convinieran o no a sus intereses corporativos. El reto de la verdadera democracia no sólo exige cambios positivos a los gobiernos, sino a toda la sociedad. No se trata de generalizar los vicios del poder, sino de cancelarlos.
También coincido con Juanca en que “en este país los políticos entienden la política como una lucha física y no como un ejercicio intelectual”. Sólo que para mí, no sé si para él también, los políticos es una clase en la que entran todos los que así la entienden para conseguir prebendas, privilegios y excepciones.
Es obvio que los maestros entendieron, aprendieron y dominan mejor la política al viejo estilo. Por eso, a los maestros les reprocho y cuestiono casi tanto como a los políticos, por el valor, relevancia, prioridad y urgencia de sus tareas, vocaciones y compromisos sociales.
Me habría emocionado y hasta convencido su lucha en contra de la reforma educativa, si en vez de bloquear vialidades, tomar edificios y suspender labores, los maestros disidentes hubieran tendido lonas y tiendas en las explanadas del zócalo capitalino y del Palacio de Gobierno, y protestar dando clases a sus alumnos ante la mirada de los ciudadanos.
Pero no, prefirieron entender su lucha como la entienden los políticos, como una “lucha física y no como un ejercicio intelectual”. Tal y como la entendió también el gobierno, al menos eso sugirieron los secretarios general de Gobierno y de Educación, Humberto Salgado Gómez y Silvia Romero, quienes destacaron, al levantarse de la mesa de diálogo con los cetegistas, que con la firma de la minuta no hubo “vencedores ni vencidos”.
Lástima. Respetuosa pero francamente, les digo a ambos bandos que no me importaba si había o no había vencedores y vencidos, ni quién ganaba y quién perdía. Porque la mera verdad, estoy convencido de que la única manera de ganar es ganando todos, que juntos, gobierno, maestros y ciudadanos, nos comprometiéramos con la verdadera causa de esta lucha: mejorar la calidad de la educación pública.
Por eso, la semana pasada recurrí de nuevo al silencio de este espacio, y resistir así la tentación de entrarle a la lucha física, a falta de ejercicios intelectuales.
Por último, aunque no me gusta, coincido con Mocte cuando dice que las quejas de los ciudadanos “convierten en reclamos su apatía política, y su objetivo evidente es quién bloquea las calles, quién marcha o quién hace un plantón. Para la ciudadanía eso es más fácil que ponerse a pensar qué hay detrás de una protesta”.
Y es que, fatalmente, los ciudadanos también parecen entender la política como una competencia de músculo y no de inteligencia.
Quizá por eso no entienden que la educación pública es un problema suyo, de todos, no sólo del gobierno y los maestros. Quizá por eso prefieren observar pasivos y dejar que otros libren sus batallas.
Quizá por eso, aunque en el conflicto magisterial haya o no vencedores y vencidos, perderemos todos.

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