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Eduardo Pérez Haro

Reformas estructurales con nombre y apellido

Para Marco Antonio Carrillo Pacheco.

Si es grande en su dimensión entonces es estructural y si es estructural es dinamizador del crecimiento económico y si genera crecimiento económico es favorable a todos los mexicanos. Es un fraseo axiomático del discurso gubernamental, de la opinión empresarial y del academicismo económico pero no es verdad por definición.
Ciertamente las “reformas estructurales” responden a necesidades de ajuste en los grandes temas referidos usualmente como “los grandes problemas nacionales”, “los asuntos de fondo”, “los cambios de gran calado”, en contraste de medidas “ligeras”, “parciales”, “superficiales”, “epidérmicas” o de “maquillaje”.
Las “reformas estructurales” hicieron su aparición a raíz de la primera gran crisis general del capitalismo de la posguerra en la década de los 1970. Fue desde el FMI y el Banco Mundial que se esgrimió el asunto del ajuste estructural para la superación de los desequilibrios en las balanzas comercial y de pagos.
Empero se adentraron a condicionar préstamos y tasas de interés con esquemas más exhaustivos de política económica introduciendo los criterios de desregulación y liberalización comercial, hasta alcanzar a las políticas de subsidios y de gobernación. Efectivamente se desplazaron del neokeynesianismo al neoliberalismo.
Hoy las reformas estructurales que se postulan desde la égida del sistema financiero para resguardo de su capital y de los mecanismos de su reproducción incontrolada, precisan que los países sumamente endeudados paguen y los que están con niveles de deuda dentro de control pervivan en el libre flujo de ahorro e inversión sin restricciones mayores al juego especulativo.
Esto no debe causar sorpresa ni extrañamiento alguno, no es que sean malos los dueños del capital dinero sino que esa es su nueva condición en la etapa de acumulación basada en la reproducción del capital dinerario al lado de la crisis de endeudamiento y desempleo en las grandes economías (Estados Unidos, Europa y Japón).
La condición especulativa que emula sistemas de “subasta” y hasta de “apuestas” a la que es difícil que renuncien pero que el mundo, los países y las sociedades de base deben pugnar porque dé un vuelco y se coloque en una perspectiva de inclusión social y progreso, pues en esa su modalidad en boga se sacrifica no sólo el crecimiento económico sino el progreso y el bienestar social.
Tres cuestiones salen a relucir. La primera es que la reformas estructurales que provienen de los programas de ajuste estructural hoy ya no tienen un sentido de ajuste al desequilibrio como en su origen, sino de apalancamiento del sistema de acumulación especulativa. Segundo, que las instituciones financieras provenientes del acuerdo de Bretton Woods (FMI, BM) ya son un par de vejestorios entronizados que ahora le hacen “manita de puerco” al crecimiento y superación de la pobreza. Tercero, que el otrora sistema de liberalización que facultó la integración global hoy, desde el núcleo del sistema financiero internacional frena el despliegue productivo de la era digit@l. Cuarto, que los países emergentes, sus Estados nacionales y sociedades de base debemos de renunciar a esta herencia de Bretton Woods y dotar de contenidos diferentes las llamadas reformas estructurales y no dar por sentado que al ser reformas y aludirlas como estructurales en automático generan crecimiento y el crecimiento produce bienestar para todos.
Sencillamente esto no es así, debe de haber reformas estructurales porque hay deficiencias en las estructuras de la producción, el crecimiento económico, la competitividad y la distribución del ingreso. Un país no puede introducir reformas para el crecimiento económico y aspirar a colocarse en el ranking de las primeras diez economías del mundo sin hacerlo con base en un esquema de competitividad que a su vez presuponga abatimiento del desequilibrio regional y productivo, y de la desigualdad y la pobreza.
Digámoslo en otras palabras, México está en el G-20 por el tamaño de su riqueza pero no por su competitividad ni mucho menos por su equidad productiva o social, que son los aspectos más importantes pues podríamos ganar posiciones en el ranking mundial de las economías sin resolver los desequilibrios y desigualdades y eso le consagraría el discurso y seguramente la fortuna de los hombres y mujeres más acaudalados del país, pero no el lugar de México en el correr del presente siglo y mucho menos el bienestar de la mayor parte de los mexicanos que hasta donde yo entiendo es de lo que estamos hablando.
Nótese que no sólo hablo de justicia social sino de viabilidad económica cuya traducción es crecimiento incluyente, crecimiento competitivo. No soy un economista que crea que puede haber distribución del ingreso sin crecimiento económico, pero tampoco creo que haya crecimiento económico sin competitividad, ni competitividad sin cadenas productivas, ni cadenas productivas sin lugar a la mediana y pequeña empresas o sea ocupación y empleos productivos, tecnología, infraestructura, fuerza de trabajo capacitada, nuevos productos, financiamiento, vinculación de mercados.
Las reformas estructurales si no llevan de origen el alcance de la integración de cadenas productivas de agregación de valor entonces no hacen parte de la “democratización de la productividad” aunque se diga. Y si no llevan esto y no se le acoplan el resto de los elementos arriba mencionados, entonces sólo serán reformas para “pavimentar el segundo piso” de las superélites de los pocos y muy poderosos capitalistas (domésticos y globales) hasta llevarlos a su intoxicación y colapso, mientras en la base de la pirámide se despeñan los estratos medios y se extiende la violencia de la pobreza como alternativa en donde todos pierden.
Las reformas estructurales deben llevar nombre y apellidos que son los del empleo productivo y la competitividad, o sencillamente no serán las reformas de las que estamos hablando que son las que el país requiere. Efectivamente sin reformas de fondo, sin reformas estructurales México no podrá subir al tren de la era digit@l y la modernización digit@al es el nuevo umbral de la competitividad actual en el cual se transita dentro del mundo globalizado que ya no tiene reversa.
Luego entonces las reformas estructurales ya no responden a los criterios y exigencias del sistema financiero, sino al imperativo del cambio tecnoproductivo que presupone la “democratización de la productividad”, ¿es correcto?

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