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La marcha, una de las más grandes de la historia, rodeada del apoyo de vecinos de Chilpancingo

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

La de ayer, no solamente fue una manifestación en contra de la reforma educativa. Fue por el hartazgo de la gente ante el desempleo, el alza de los precios, la inseguridad, la corrupción y el autoritarismo de los gobernantes, coincidieron integrantes de los contingentes sociales que se sumaron en torrentes a la que fue una de las marchas de contenido social más numerosas en la historia de Guerrero.
Desde de las 10 de la mañana, maestros, padres de familia, estudiantes, burócratas, colonos, amas de casa, trabajadores y campesinos comenzaron a llegar en combis, taxis, autos particulares, o caminando de uno en uno o en grupo a los alrededores de la tienda de autoservicio Aurrerá y de las oficinas del DIF.
La recomendación fue que los padres de familia se concentraran en un sitio y la gente de las organizaciones en otro. Pero a las 10 y media era ya toda una revoltura y los organizadores tuvieron que autorizar la salida para que en el trayecto se fueran incorporando los contingentes.
“Yo no vengo por los maestros, vengo porque estoy hasta la madre de este pinche gobierno que no sirve para nada”, casi gritó un manifestante con características de burócrata que se intercaló en  el contingente del Frente Único Estatal de Representantes de Sindicatos Autónomos (FUERSA), que aglutina a unas 16 organizaciones sindicales, entre ellas los dos sindicatos de la Universidad Autónoma de Guerrero y el Sindicato Independiente del Colegio de Bachilleres.
Nadie lo refutó ni le impidieron que se integrara al contingente, por el contrario aprobaron los motivos de su participación.
Antes de las 10 de la mañana, grupos de mujeres de la zona centro llevaron cacerolas con comida; arroz con huevos hervidos, chicharrón guisado, frijoles y huevos guisados en salsa que ofrecieron a los integrantes de contingentes que venían de otras regiones. También, mujeres de La Montaña improvisaron una guardería para cuidar a los hijos de maestras y madres de familia que participarían en la marcha.
Arreglados los imprevistos la marcha partió a las 10 y media de la mañana: primero el contingente de FUERSA; después las organizaciones sociales,  los siguió el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), más atrás el contingente rudo de La Montaña con sus palos tubos y piedras, “por si acaso”. También se sumó una comisión del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero (APPG), la Organización Campesina Emiliano Zapata (OCEZ), una comisión de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), el Movimiento Social de Izquierda (MSI), sin su dirigente Ranferi Hernández Acevedo porque ayer velaba a su madre, Ángela Acevedo.
Así, uno a uno, organización por organización, se fueron integrando, incluso horas después de iniciada la marcha.
Caminaron unos 200 metros por el Bulevar Vicente Guerrero, después doblaron hacia la derecha para pasar frente al Palacio de Gobierno, en donde 500 policías estatales ocupaban, con su equipo anti motín, la explanada.
Allí, de pronto, apareció “la muerte”, un enmascarado, que, explicó después, representaba la muerte de la educación pública y gratuita. Disfrazado con una máscara de muerte y portando un hacha en mano golpeó varias veces con el mango de su hacha las rejas del Palacio de Gobierno. En su playera, por delante se leía la consigna: “defenderé la educación pública hasta la muerte maldito EPN”, iniciales del presidente Enrique Peña Nieto.
En la espalda, se leía, asimismo: “no estamos dejando de enseñar, estamos enseñando a luchar”.
Pasando el Palacio de Gobierno comenzó a valorarse la magnitud de la marcha. La descubierta había llegado hasta el Tecnológico de Chilpancingo, una cuadra después del Palacio, cuando los contingentes seguían saliendo por la calle Ruffo Figueroa, donde se encuentra el plantón de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación (CETEG). El trayecto era de por lo menos 3 kilómetros, “y hay mucha gente que sigue saliendo”, aclaró uno de los organizadores.
El mismo, informó que hubo mucha gente que no pudo salir de las regiones por falta de transporte: “en Atoyac nos pidieron 15 camiones, pero no pudimos mandarlos”. Agregó que otros siete tampoco fueron enviados a Ometepec, y que en Tlapa, mejor decidieron realizar su propia marcha.
La marcha seguía a paso lento. Uno de los integrantes del contingente de la APPG conoció al reportero y le aclaró: “yo no vengo por las demandas de los maestros. Vengo porque ya estoy hasta la madre de lo que está pasando: no hay empleo, los precios de los productos todos los días están subiendo, hay mucha inseguridad, nomás para ejemplo, hace rato encontraron cinco cadáveres aquí adelante (en la calle Ayutla de la colonia Obrera), y nadie dice nada. También hay corrupción y autoritarismo en el gobierno y la gente no dice nada. ¿Hasta cuándo vamos a decir algo chingao?”.
Pasando el Congreso del Estado la muerte volvió a hacer de las suyas. Atrajo la atención de reporteros y camarógrafos cuando con el mango de su hacha volvió a golpear las rejas de la entrada del edificio.
Los contingentes siguieron su marcha y 200 metros adelante del Congreso, el río de gente invadió los carriles de sur a norte de la Autopista del Sol, “y nos informan que todavía siguen saliendo del plantón”, aclaró el orador a través del aparato de sonido, ya cuando la descubierta había recorrido unos 3 kilómetros.
La magnitud de la marcha comenzó a confirmarse cuando la descubierta pasaba frente a las instalaciones de la 23 Zona Militar. Allí, los reporteros comenzaban cada quien a dar sus cifras; “deben ser unos 5 mil”, dijo uno de los más reservados. “No mames, la fila ya es de más de 5 kilómetros, deben ser de 40 a 50 mil”, dijo otro. Mientras que el orador anunciaba que tenían el informe de que los participantes ya eran “más de 100 mil”.
Lo que sí es cierto, es que los marchistas mas veteranos de ayer coincidieron en que una de las marchas más o menos igual de numerosa sólo se observó en 1984, cuando los universitarios se manifestaron en defensa de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) ante las amenazas del gobierno federal, cuando pretendía desaparecerla.
Pero cual fuera la cifra, a esas alturas de la marcha ya se comenzaban a escuchar los “va a caer, va a caer, Aguirre va a caer”, y “Aguirre Rivero, ya vete de Guerrero”. Mientras que el orador del aparato de sonido exigía: “que renuncie inmediatamente de su puesto porque ha quedado rebasado”. También dijo que el gobernador “no ha tenido dignidad para defender los intereses del pueblo de Guerrero”.
La marcha seguía por el bulevar y a la altura de la terminal de autobuses, se informó que la retaguardia apenas iba pasando por el Palacio de Gobierno en donde los integrantes de los contingentes soltaron globos con tinta roja que sobrevolaron a los 500 policías apostados en la explanada.
El cansancio ya se comenzaba a notar en la mayoría de los marchistas, pero para entonces familias enteras desde las banquetas ofrecían bolsitas de agua y naranjas partidas a los manifestantes.
De pronto se escuchó: “ese apoyo sí se ve”, y, “los padres honestos, apoyan a los maestros”. El motivo de la consigna fue que en una esquina una niña de aproximadamente 8 años sostenía una pancarta en sus manos en la que se leía: “yo apoyo a mis maestros porque ya se leer y escribir y voy en primer año de primaria”.
Más adelante, un padre de familia ayudaba a su hija a sostener otra cartulina con el mensaje: “sí a la evaluación a diputados, a gobernadores. Presidente Peña Nieto, estudia”.
A esa hora, en las banquetas y en los puentes peatonales, decenas de adultos y niños observaban el paso de la marcha, algunos de ellos aplaudían y otros con el puño y el dedo pulgar apuntando hacia arriba manifestaban su aprobación. Las expresiones eran correspondidas por los marchistas con las consignas, “ese apoyo sí se ve”, o “los padres honestos apoyan a los maestros”.
También se escuchaba la consigna de los marchistas: “pueblo, te tengo un secretito, los libros de texto ya no serán gratuitos”.

Otros grupos de maestros entonaban: “Aguirre es un muñeco, cachetes de bombón, se lava las manitas con la Constitución”.
Al pasar la terminal de autobuses, la descubierta dobló hacia la derecha hasta llegar a la avenida Insurgentes, frente al mercado Baltazar R. Leyva Mancilla y enfiló rumbo al centro.
En el Zócalo un centenar de personas esperaban la marcha. Allí, un padre de familia ayudaba a sostener una pancarta a su hijo de unos 10 años, en ella se leía: “Aguirre, te invito a que vivas una quincena con el sueldo de mi papá”. Minutos después ambos se perdieron entre la multitud que inundó la explanada.
Las consignas de los contingentes expresadas al unísono se confundían  y sólo se apreciaban las notas de  una banda de música que vino de Ahuixtla, municipio de Chilapa, acompañando a los padres de familia de esa comunidad. Entre este contingente se vieron decenas de indígenas vistiendo sus ropas típicas. El contingente vino también para exigir que el gobierno del estado les entregue el fertilizante.
A la entrada de la plaza, se pudo escuchar con claridad la consigna contra Espartaco, el jefe de la Policía Federal que dirigió el desalojo de maestros el viernes de la semana pasada: “Espartaco, Espartaco, dónde estás, dónde estás, ya nos regresamos, ya nos regresamos y no estás, y no estás”.
La marcha que había comenzado a las 10 y media de la mañana llegaba a su fin, con la entrada de la retaguardia a la plaza Primer Congreso de Anáhuac, a las 2 y media de la tarde. Los últimos, con los pies cansados pero con el ánimo puesto alcanzaron a corear: “Guerrero, aguanta, el pueblo se levanta”.
Mientras tanto, antes de abandonar la plaza, un par de jovencitas de la Centenaria Normal del Estado Ignacio Manuel Altamirano (Ceneima) buscaban ansiosas a fotógrafos y a camarógrafos para posar ante ellos con una pancarta en las manos que decía: “Saludos mamá, estoy defendiendo mis derechos y los de mi país”.

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