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José Gómez Sandoval

POZOLE VERDE

* Derrota cultural. Las esculturas de Contreras en Chilpancingo

Iniciaba el periodo gubernamental de Zeferino Torreblanca Galindo cuando Mario Moreno Arcos planteó por primera vez el cambio de edificios: el del Ayuntamiento por el del Instituto Guerrerense de la Cultura. Torreblanca le dio el sí pero no le dijo cuándo. Protesté, amargamente, en las páginas de este diario, contra políticos y funcionarios que no pueden ver un espacio urbano vacío, en el que nada quedaría mejor que un jardín, donde no edifiquen una mole de cemento para la burocracia, ni un piso sin ocupar o “subocupado” donde no les urja poner una oficina.
A Moreno Arcos se le escabulló entre las manos Zeferino, pero consiguió lo que quería con el gobernador Ángel Aguirre Rivero, y la citada transferencia de edificios es inminente. Aparentemente el Ayuntamiento gana espacios, aunque la nómina burocrática crezca cada tres años y a lo mejor dentro de tres años se quiere cambiar a Casa Guerrero. Bajo una simbología elemental, y por donde quiera que se vea, la dichosa transferencia de edificios es un gancho al hígado para la cultura guerrerense.
Arquitectónicamente, ninguno de los dos edificios vale mucho que digamos. El del Ayuntamiento fue construido a imitación del edificio que ahora ocupa el Museo Re-gional de Guerrero, que a su vez –según la investigadora Teresa Pavía– fue levantado bajo la inspiración del Palacio Farnesio, de Roma. Pura fachada, desde luego: adentro todo es cemento y ventanillas de pagos, trámites y solicitudes… A su vez, la fachada del IGC copia a la del Ayuntamiento. Con el inconveniente de que esta construcción está seriamente amenazado por los temblores. Por eso no se trasladó ahí la biblioteca estatal, para la que estaba destinada uno de los pisos. La parte que estaba dedicada a la sala para lectores y cibernautas discapacitados también que-dó desierta, debido a que el diseño estructural del edificio obligó a los ingenieros a disponer una entrada lateral para los que llegaban en sillas de ruedas, lo que inmediatamente fue considerado como exclusión (de la entrada principal) y en seguida catalogado como discriminación y atentado contra los derechos humanos. Se llegó a saber que la escultura Proyección del Hombre hacia el Futuro, de Víctor Manuel Contreras, amenazaba con caerse con todo y la pared frontal que lo sostiene, y lo bajaron de su solio; reforzaron la pared, y el Mono volvió a señorear en la plaza Primer Congreso de Anáhuac.
Si una de las cosas que dice este cambio de edificios es que la cultura vale gorro frente a la política, en honor al edificio y pos como para curarse en salud, sería justo y saludable que don Mario implementara una política cultural para el municipio en serio, como corresponde a la capital del estado. Y es que, por ejemplo, ya viene el Bicentenario de Chilpancingo como primera capital de América Septentrional, y aparte de que ya se contrató a dos escultores famosos para realizar esculturas alusivas (antes que convocar a concurso abierto), casi no sabemos nada de la cultura del municipio.
Ah: una manera positiva de ver el cambio de edificios está en la posibilidad de quitar el nombre del mediocre y ególatra José Luis Cue-vas a la galería principal del IGC. El nombre de este permanente dibujante de sí mismo fue impuesto a la galería “grande” –de tres que aún existen– del IGC, a “sugerencia” de la maestra Marisela Lara, quien entonces se encargaba de la Dirección de Galerías y Arte del instituto y al mismo tiempo era el brazo derecho de Cuevas en el Museo que Cuevas se erigió a sí mismo, con ganas de demostrar su autocantada genialidad. Con talento semejante, la maestra Lara mató dos pájaros de un tiro. Aquí proponemos que, ahora que el IGC despache en el edificio del Ayunta-miento, le ponga a sus galerías, y sobre todo a la principal, nombre de pintores o pintoras guerrerenses, y ¡fuera Cuevas!

El Mono Cósmico

Hace muchos años escribí en El Sur algo que titulé El Mono Cósmico, en el que hablaba de las esculturas de Víctor Manuel Contreras que hay en espacios públicos de Chilpancingo. No he podido encontrarlo, ni entre mis papeles ni en internet. Recuerdo puntadas: el testimonio del funcionario que revela “los diversos estilos” con que fue concebida la fachada del Ayunta-miento (que se encuentra en el libro encomiástico –y archisecreto– que Juan Sánchez Andraka dedicó a Alejandro Cervantes Delgado), la que, con la del Palacio de Gobierno (hoy aún IGC, mañana Ayunta-miento), ambas en plena plaza pública, conforman un enorme set cinematográfico (como pa’ películas grecorromanas); el ciudadano que considera un gran acierto la construcción de la plaza cívica Primer Congreso de Anáhuac “porque da cierto gusto caminar y más caminar por ahí”, o el que medio comprende lo que quiere decir la escultura de Contreras titulada Himno al Trabajo, pero que a la llamada Proyección del Hombre hacia el Futuro de a tiro no le encuentra “la onda” y lo denomina Guerrero hacia el Progreso, El Mono Cósmico o Supermán cantando bajo la ducha.
Quizá con el texto perdido aparezcan las fechas y cantidades que faltan en la anécdota lo que sigue. En 1972, tras firmar un convenio con el gobernador Israel Nogueda Otero, el jalisciense (1941) Víctor Manuel Contreras instala dos de sus esculturas en la plaza cívica de Chilpancingo: Proyección del Hombre hacia el Futuro e Himno al Trabajo. En internet se asegura que en 1973 “diseñó y ejecutó el Escudo de Armas del Estado de Guerrero, instalado en Palacio de Gobierno” (el que, por mi parte, no he visto jamás). En 1974, Contreras dispuso la escultura dedicada a los Niños Héroes de Chapultepec en la alameda Granados Maldonado, cerca de la que consagró a La Madre. Gobernaba René Juárez Cisneros cuando ocurrió un temblor de los de época y los peritos dictaminaron que el recitado edificio estaba “tocadísimo” y que había que desmontar la escultura de Contreras, pues representaba mucho peso para la pared que lo sostenía. En cuanto lo sacaron de quicio, el suave Contreras interpuso una demanda contra el gobierno de René Juárez, quien quizá ignoraba los pormenores del convenio que Nogueda Otero firmó con el escultor, entre ellos la cláusula en que éste compromete al gobierno estatal a no mover su obra de su sitio original, ya que, si lo hace, tendrá que pagarle al artista el bonche de millones de pesos. Buen tiempo duró la estatua arrumbada en los patios de los talleres de Obras Públicas. Muchos reconocieron que no era muy buena, pero que quedaría bien en algún parque o en la fachada de una secundaria, ignorando que la verdadera pelea por el regreso del Mono Cósmico estaba en los juzgados, a los que Víctor Manuel llevó su “interés” por seguir teniendo secuestrada la plaza cívica de Chilpancingo a toda costa y ora sí que “a cualquier precio”, ya que estamos hablando de una demanda millonaria.
Por angas jurídicas o mangas periciales, el Mono Cósmico fue reinstalado en su fortalecido pedestal vertical, entre estrellas y planetas de bronce que la gente luego confunde con jabones; como si ya no le importara ser un héroe del progreso o del futuro, se conforma con avizorar la plaza pública, donde, mientras se baña y canta ópera, permanece y reina, por los siglos de los siglos y por mandato judicial, callandita la cosa.

Semejanzotas

Muchos guerrerenses no olvidamos el afable talante de Víctor Manuel cuando trabajó para la Universidad Autónoma de Guerrero, donde fundó el Museo de Arte Contempo-ráneo y participó en la realización de una revista cultural, ni el talento plástico que lo llevó a exponer en numerosas ciudades de Europa y a cosechar premios y amplio reconocimiento. En 2009, el gobierno estatal le prendó del pecho la Condecoración Vicente Guerrero. Por eso resultan curiosas ciertas cosas.
Resulta, por ejemplo, que buscando datos de Contreras en internet (donde se escamotea la gráfica de sus obras), encuentro que en el centro de Cuernavaca, en El Chapitel de El Calvario, hay una escultura de Contreras dedicada A la Madre igualita que la que el artista dejó en la alameda de Chilpancingo. En el portal se especifica que “esta escultura está hecha de bronce forjado” (como la de aquí) y que se trata de “otra réplica de la obra monumental realizada en 1996 para el Saint Francis Medical Center en Los Ángeles, California”. Y llevamos tres. ¿Diferencias? Sí: el tamaño (la de Cuernavaca está en una plazuela) y el nombre: aquélla es Escultura a la Madre y la de aquí se llamaba Unidad, y desde hace poco se llama Madre. Cuatro, con otra escultura semejante, nomás que craquelada, que probablemente se encuentre en Jalisco.
Las preguntas son: ¿Contreras produce en serie y vende sus esculturas como originales? ¿Cobra a todos parejo o según el tamaño del producto? Para acabarla –e ir en cinco–, resulta que en una revista española (Cábala, 613) aparece una escultura con la misma idea del abrazo Madre-Hijo súper que la de Contreras. En El Hombre Cósmico que instaló en 1986 en París y El Hombre Cósmico que inauguró en Acapulco en 1993, Contreras repite tema, título y símbolo principal.
Los curiosísimos que le busquen (aquí se acabó el espacio), encontrarán que el Himno al Trabajo tiene un fuerte trasfondo estilístico en las coreografías de la Revolución China, y hasta pueden animarse y afirmar que la escultura del Mono Cósmico (o Proyección del Hombre hacia el Futuro) que aparece en la Supremacía Bourne II (igualitita a la chilpancingueña, nomás que en blanco) es obra de Contreras, ya que, en caso contrario y otra vez, estaríamos ante el robo flagrante de la idea de un artista por otro. A no ser que sean semejanzotas. En cualquier caso, como los que ven dicen que dijo el ciego, habrá que ver.

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