Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo García Jiménez*

Cruzada o combate a las causas de la desigualdad social

“Los revolucionarios que no tienen huerto,
que dependen del mismo sistema que atacan,
y que producen palabras y balas, y no comida ni abrigo, son inútiles”. Bill Mollison (precursor de la Permacultura).

Durante más de tres décadas he convivido con cientos de familias en comunidades rurales de las que el gobierno de Enrique Peña Nieto dice que tienen hambre. Ni en la más pobre nos han dejado de ofrecer una tortilla con chile. Sí, son notables sus precarias condiciones de vida, desde la falta de servicios, mínima atención médica y bajo nivel de educación, viviendas modestas, escasez en el vestido, malas condiciones de producción, apoyos gubernamentales que profundizan aún más el subdesarrollo (Procampo, PESA, Progresa, Oportunidades, 70 y más, etc.), nulos apoyos al fomento productivo y comercialización de productos y desde luego, bajos niveles de nutrición. Luego entonces el tipo de hambre que tiene nuestra gente es el de lograr un desarrollo digno y la generación de ingresos.
Abril se designó como mes de arranque de la Cruzada Nacional Contra el Hambre, y se habla de que viene a Guerrero el Presidente de la República. Hay muchos promocionales en todos los medios de comunicación, muchos discursos de políticos y funcionarios, pero en las comunidades donde se dice que se padecen hambre no  se sabe nada; inclusive, no existe una actividad de debate y propuestas en la sociedad ni en las organizaciones sociales. Por ello, con el presente artículo quisiera motivar la discusión y arribar a propuestas que nos permitan seguir construyendo el Guerrero y el México que necesitamos.
Enfoco este artículo en un análisis comparativo entre la Cruzada de Peña Nieto y el programa Hambre Cero del que fue presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva, ya que considero que la primera declara inspirarse en  la segunda. Comparo estrictamente los momentos de arranque de cada uno de los programas.
Los antecedentes. Durante más de seis años en busca de la presidencia de Brasil, Lula hizo de la seguridad alimentaria y el combate al hambre su instrumento de campaña; mediante la creación del Instituto Ciudadanía que impulsaba el debate sobre el derecho a la alimentación, presionaba al gobierno para impulsar políticas públicas favorables y sobre todo, movilizaba a la gente. Y una vez que ganó la Presidencia anunció que el combate al hambre y la instrumentación de una política de seguridad alimentaria serían las prioridades de su gobierno.
Durante sus discursos de campaña, Peña Nieto no hizo mención al tema; en su propuesta de “gran visión” solo se refiere a un “Estado eficaz” y en sus 10 puntos para el crecimiento económico ninguno se lo dedica al tema del derecho a la alimentación. Más aún, la Cruzada empieza como un anuncio que después va buscando sustento técnico y se nutre con los datos fríos que arroja el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el Coneval.
Y mientras  Lula, tras ser declarado presidente electo anunció  como su primera medida la creación del Gabinete de Seguridad Alimentaria y Combate al Hambre con un Ministro Extraordinario a la cabeza y el establecimiento del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria, Peña Nieto a sus 50 días de gobierno traslada a todo el Estado mexicano de manera aparatosa a Las Margaritas, Chiapas para anunciar su Cruzada Nacional que se dirigirá a los 28 millones de mexicanos que sufren de carencias de alimentación y a los 11.7 millones que hasta 2010 sufrían de pobreza multidimensional. Dicho esquema involucra 64 programas ya existentes, se aplicará de forma inicial en 400 municipios y en él participarán los sectores público, social y privado, además de organismos internacionales.
Los contenidos. El programa Hambre Cero de Lula asumió de entrada que el problema del hambre no es la falta de alimentos, sino la falta de ingresos para adquirirlos en forma digna, permanente, en la cantidad y calidad adecuada. Para ello se propuso actuar en tres frentes: un conjunto de políticas públicas, la construcción participativa de una Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional y una gran campaña nacional de combate al hambre. De manera concreta el programa incorpora las tres principales dimensiones del problema del hambre: insuficiencia en la demanda de alimentos, incompatibilidad de los precios con el limitado poder adquisitivo y exclusión del mercado de las comunidades más pobres. Para todo ello se adoptaron 25 medidas tanto emergentes como estructurales con la finalidad de abaratar el acceso a los alimentos e incentivar el crecimiento de la oferta de alimentos básicos.
Con la formación del Sistema Nacional para la Cruzada contra el Hambre y la Pobreza Extrema, según Peña Nieto se busca lograr cero hambre, eliminar la desnutrición infantil, aumentar la producción de alimentos y el ingreso de campesinos, minimizar las pérdidas postcosecha y de alimentos, promover la participación comunitaria y la movilización popular para la erradicación del hambre. Para ello se alinearán 64 programas que corresponden a las secretarías de Hacienda, Agricultura, Ganade-ría, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación; Educación Públi-ca, Salud, Trabajo y Previsión Social, Desarrollo Agrario, Medio Ambiente, Desarrollo Social y Seguridad Pública. Todo ello aterrizado en 400 municipios del país.
Las metas. El equipo de Lula había estudiado la situación del hambre en todo el país y ubicado las zonas prioritarias; para el arranque de Hambre Cero se eligió un segmento de un millón de familias ubicadas en las zonas desérticas del nordeste brasileño y se destinó un presupuesto de alrededor de mil 500 millones de dólares. En esos tiempos, Brasil contaba con 50 millones de personas que no tenían el mínimo necesario para garantizar su sobrevivencia de una población total de 176 millones.
En México, los datos duros de Peña Nieto dicen que tenemos 28 millones de personas con carencia de acceso de alimentos, de los cuales 11.7 están en pobreza extrema y de los cuales 7.4 carecen de acceso a la alimentación. Es esta última la meta de la Cruzada Nacional, para lo cual no se tienen montos definidos, aunque en un principio se anunció un presupuesto de 4 mil millones de pesos, ahora la cifra es indefinida ya que se dice que los diversos programas se alinearán para aterrizar en los 400 municipios que se definieron como los más carentes de alimentos.
La organización. En Hambre Cero, el Ministerio Extraordi-nario de Seguridad Alimentaria fue la instancia para coordinar todas las acciones del gobierno. Y el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria es el órgano de consulta a la sociedad civil. El Consejo Operativo del Programa pone en práctica las directrices establecidas por el Consejo Nacional. Para la puesta en marcha del programa en cada municipalidad debe integrarse el Consejo de Seguridad Alimentaria con la participación del 75% de representantes de la sociedad y 25% de los tres niveles de gobierno; estos consejos coordinan la implantación del programa, fiscalizan y promueven la participación social. Finalmente en cada comunidad la asamblea designa a un Agente de Seguridad Alimentaria.
La Cruzada Nacional en cambio, se considera a sí misma como un programa más. Su coordinación nacional está basada en un Comité Intersecretarial integrado por las 19 dependencias involucradas y coordinado por la Sedesol. Existe un Consejo Nacional y Consejos Estatales integrados exclusivamente por funcionarios de gobierno; y a nivel local se plantea integrar Comités Comunita-rios. Por ahora solo se sabe que andan 10 mil brigadistas censando a los pobres con hambre y que están piloteando el programa en el municipio Mártir de Cuilapan. Indagamos en dicho lugar y encontramos a un presidente municipal preocupado por aprovechar el programa para su lanzamiento como diputado local, la gente que dice que no tiene caso organizarse porque de por sí le van a dar todo lo que pide y está emocionada porque irá Peña Nieto a entregarles pollitos y marranos.
La participación social. La principal virtud de Hambre Cero es el control social que ejercen sus comités gestores en todo el país. Pero además la gran movilización social que impulsa el derecho a la alimentación por medio del Programa de Acción Todos por Hambre Cero. En cada comunidad, escuela, sindicato, iglesia, club se integran comités que desarrollan iniciativas propias e impulsan la participación ciudadana.
En el caso de la Cruzada estamos al revés, muchas organizaciones nos hemos acercado para sugerir y proponer pero no nos hacen caso, y en el mejor de los casos solo nos escuchan; queda claro que se trata de que no haya participación de la gente que sabe. Los 10 mil brigadistas asalariados no harán más que llenar formatos, ¿quién impulsará la participación de la sociedad?
Los cambios estructurales. Pa-ra Lula, el programa Hambre Cero debe ser educativo y de inclusión. Lo más importante es el impulso de políticas públicas estructurales que se vuelquen hacia las causas profundas del hambre y pobreza, con medidas de generación de empleo, reforma agraria, incentivos a la agricultura familiar, acceso a la salud y educación. Todo ello se plasma en cinco grandes reformas: fiscal, laboral, política, agraria y el régimen de pensiones. Y todo ello debe apuntar hacia el cambio de modelo económico que permita una igualdad de condiciones para todos.
En el caso de México la reforma laboral presente va en contra de los derechos de los trabajadores, los salarios siguen a la baja, la reforma en telecomunicaciones fortalece al monopolio televisivo y estamos a la espera de que en la reforma fiscal se graben los alimentos y las medicinas con el IVA.
Los resultados. De acuerdo con datos recientes anunciados por la presidenta Dilma Rousseff en los últimos años se logró sacar de la pobreza extrema a 22 millones de brasileños y por medio del nuevo programa Brasil sin miseria, se atiende a 50 millones de habitantes con un presupuesto de 11.5 millones de dólares.
En México, de acuerdo con datos recientes del Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM la suma de inversiones para el combate a la pobreza en cada periodo presidencial en los últimos 42 años implica que se invirtieron 36.66 millones de pesos por cada pobre, mientras que la pobreza aumentó un 58.2% durante el mismo periodo.
Hemos hablado con algunos funcionarios que tienen que ver con la Cruzada, pero no se mira el interés de realmente hacer algo para mitigar la pobreza o al menos el hambre como dicen. Lo único que suena en los medios son los conciertos para recabar alimentos, la campaña en facebook de dar un like a cambio de leche, regalar camaritas a los niños para que graben su realidad, proyección de películas, así como la distribución de productos nada menos que de Pepsico y Nestlé. No se necesita tanto ingenio para entender que los administradores de la cruzada nacional deben ir al encuentro de la realidad, consultar a los que saben, aprovechar la experiencia organizativa de décadas y aprender del trabajo permanente de quienes estamos convencidos por el cambio.

* Miembro de la Red Internacional de Innovadores Sociales Ashoka.

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