Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

Viaje a Zautla

Con Esteban González nos habíamos visto en septiembre del año pasado en la ciudad de México en una de las reuniones de los representantes de organizaciones campesinas e indígenas que participan en el Programa de Intercambios y Diálogos para la Agricultura Sostenible y la Soberanía Alimentaria en nuestro país.
Entonces tanto él como yo estábamos lejos de imaginarnos que en pocos meses viviría la experiencia de enfrentarse al poderoso consorcio de la minería JDC Minerals, de origen chino, que en su municipio es dueño de la mina conocida como La Lupe, en la comunidad de Tlamanca, localizada en el cerro de Santa Ana con yacimientos de oro, plata, cobre y carbón.
Esteban González es un indígena nahua que participó en la reunión como representante del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (Cesder) con sede en Zautla, pequeño municipio de la sierra oriental de Puebla. En esa ocasión, en México, nos habló de la feria anual que organiza su pueblo en el mes de abril para intercambiar semillas y frutos criollos de la región, así como de los programas educativos que Cesder imparte para provecho de los campesinos jóvenes.
No fue nada extraordinario en su presentación, ni siquiera su interés por la información que se compartió sobre la resistencia de los pueblos que se han visto afectados por la llegada de las empresas mineras a sus territorios, erigidas en el nuevo poder global que avasalla a las comunidades y destruye su entorno.
Pero a finales de noviembre del año pasado me llamó la atención ver el nombre de su pueblo en la prensa nacional asociado a la noticia de que sus habitantes  habían logrado parar el trabajo de la minera china y expulsado a sus representantes.
Para conocer de cerca esa experiencia poblana que seguramente será de interés para más de un pueblo de Guerrero, no dudé en asistir a la reunión que venturosamente el PIDAASSA programó para realizarse a principios de abril allá en Zautla, en las instalaciones del Cesder.
A pesar del largo y cansado viaje para llegar al lugar de la cita, pude disfrutar el camino gracias al cómodo y moderno servicio de transporte  que ahora nos acerca más a la capital poblana.
Con la información completa y detallada para llegar al lugar del encuentro salí de mañana en el autobús que me dejó en Puebla alrededor del medio día. Allí, en la central de autobuses hice el transborde para San Miguel, en un viaje que duró dos horas en un viejo camión que utiliza la red carretera local para comunicar a cada uno de los pueblos de aquella región.
El calor sofocante que se podía ver y a veces sentir durante la bajada y subida del pasaje, nos acompañó todo el viaje, pese al aire acondicionado del viejo camión de asientos duros y estrechos. (Después me enteraría que la temperatura ambiente ése día llegó a 33 grados).
“Allá luego va a ver hartas cazuelas y ollas de barro”, me dijo la señora de la panadería en la terminal de puebla cuando le pregunté de San Miguel y de Zautla.
La mayoría de los pasajeros que subían y bajaban ese viernes en cada pueblo, eran jóvenes que iban de la escuela a sus casas o de sus casas a la escuela, alegres porque era fin de semana.
El chofer no se baja del autobús para abrir la cajuela y entregar el equipaje. Desde su asiento acciona el control y cada pasajero se hace cargo de sus maletas para subirlas y para retirarlas sin que, al parecer, ninguno desconfíe. Esa costumbre hace más ágil y rápido el servicio.
Después de pasar por poblados con nombres llamativos como Oriental, Libres y Zaragoza, asentados entre grandes campos de barbecho, el camión avanza por tolvaneras, calor y pobreza.Voy sediento y pensando que de un momento a otro aparecerá el bosque y el clima benigno, hasta que los encuentro allá al pie de monte, donde primero son lomas y luego cerros escarpados con sus barrancas profundas.
Por fin estamos en San Miguel. Ya hemos pasado los patios con los trastes de barro expuestos para cargar los camiones que los llevarán al mercado, pero todavía no aparece Zautla. Para llegar debemos tomar un colectivo que efectivamente nos lleva entre el bosque de pinos y encinos, por curvas de subidas y bajadas, pero más de bajadas, hasta la garganta de la sierra oriental donde las casas tienen su jardín de flores y los patios árboles de duraznos.
En Zautla ha pasado la hora del mercado. Los puestos lucen levantados en torno a la plaza donde hay letreros que prohíben caminar en el jardín.
Para llegar al Cesder debo pagar viaje especial de 30 pesos, aunque la distancia no llega a los dos kilómetros y uno puede muy bien caminarla.
En el taxi llego en un santiamén a las instalaciones del Cesder ya avanzada la tarde. En la ladera del cerro se ven sembrados entre pinos los diversos edificios en torno a una vieja casa de hacienda del siglo pasado, con paredes de piedra y adobes, techo de teja y madera, con piso de ladrillos.
Como ya es tarde ha pasado la hora de la comida y me consuelo con las empanadas y el café que se ofrece a los participantes de la reunión mientras llega la hora de la cena en la que me desquito con los tlacoyos de alberjón, la sopa de nopales y champiñones, guisados con epazote.
Como cada vez resulta más común en estos centros de desarrollo rural, la educación ambiental va más allá de la teoría, tampoco es noticia que todo busque ser amable con el ambiente, pues en lugar del drenaje convencional para las aguas residuales éstas son reutilizadas.
Junto a los dormitorios están los sanitarios secos y más allá los cultivos de hortalizas y nopales entre huertos de duraznos.
Muchos de los alimentos que se consumen en el Cesder son también de su propia producción que recogen en los diferentes pueblos del municipio donde los campesinos trabajan organizados. En su tienda ofrecen los productos locales: artesanías de barro, madera y tejidos. También especias de olor como orégano, mejorana, laurel,  aguacate, jabones, cremas y champús.
En el Cesder se ofrece la carrera de Desarrollo Rural en el nivel de Licenciatura. Los docentes suelen ser externos y los estudiantes vienen de los poblados vecinos con estancias hasta de una semana. El día viernes había más de cien jóvenes estudiantes en clase y por la tarde llegó un grupo de visitantes, creo que venían para un fin de semana de convivencia.
Ya me he entrevistado con Esteban González y convenido una plática extensa sobre su participación en lo que llama la capacitación y movilización de prácticamente toda la población del municipio para enfrentar a las mineras.
Me adelanta que primero fue el paso constante de los camiones cargando material de construcción contaminando de polvo y ruido la calle donde vive, luego el rumor de que habían llegado los chinos para reanudar la explotación de la mina abandonada hace más de medio siglo, después dice que se alarmó cuando se corrió la voz de que los representantes de la minera andaban visitando los manantiales.
En la reunión de la tarde Esteban González y Rosa Govela han narrado a los participantes del encuentro los pormenores de la lucha que emprendieron los habitantes de Zautla contra la minera, cuyos representantes se habían aliado desde su llegada con los caciques ofreciendo apoyos para fortalecerlos.
El pequeño grupo promotor que se formó para oponerse a la reapertura de la mina “La Lupe que se localiza en el cerro de Santa Ana, frente al poblado de Tlamanca, justo arriba del principal manantial del municipio, fue acosado, sufrió amenazas, pero jamás se arredró. Al contrario, alimentó con información accesible a la población sobre los daños que la minería provoca al medio ambiente.
De manera que cuando los representantes de la empresa minera JDC Minerals S.A. de C.V. ocurrieron a la reunión general de los pobladores para exponer su propósito de instalarse en el lugar y de iniciar la explotación de su concesión, los habitantes tenían suficientes elementos para preguntar y cuestionar.

468 ad