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Jorge Zepeda Patterson

Duarte, el gobernador incómodo

¿Será Javier Duarte de Veracruz el Gober Precioso de este sexenio? Difícil decirlo a estas alturas pero está haciendo todos los méritos para que no extrañemos a Mario Marín, el impresentable ex gobernador de Puebla.
En poco más de dos años Duarte se las ha arreglado para saltar a las ocho columnas de la prensa nacional por lo menos en tres ocasiones, que no es poca cosa, en cada ocasión en circunstancias más penosas que la anterior. El viernes 28 de enero la Policía Federal detuvo en el aeropuerto de Toluca a funcionarios del estado de Veracruz con dos maletines que contenían 25 millones de pesos en efectivo, en un traslado en condiciones oscuras e irregulares.
Posteriormente el gobierno de Veracruz argumentaría que el dinero estaba destinado a financiar la organización del festival de Tajín y obtendría el correspondiente reembolso, pero el affair le costó el puesto al tesorero de Duarte, Tomás Ruiz, quien nunca pudo justificar las razones para un envío clandestino y en efectivo, en lugar de hacerlo por cheque o transferencia bancaria. La factura que “amparaba” tal egreso fue emitida 19 horas después de haber sido incautado el dinero.
La persecución del gobierno de Javier Duarte a periodistas veracruzanos ha provocado denuncias de organismos internacionales e indignación en la prensa nacional. Durante su gestión, Veracruz se ha convertido en el estado de mayor riesgo para ejercer el periodismo, por las amenazas reiteradas, el asesinato y las desapariciones. Nueve reporteros han sido asesinados y hay dos desaparecidos. Un puñado de profesionales ha tenido que emigrar del estado frente a la hostilidad abierta de las autoridades. Si bien algunas de las agresiones a la prensa proceden del crimen organizado, Duarte ha tenido el mal tino de encabezar una cruzada en contra del periodismo crítico, y ha impuesto una rígida ley en contra de la prensa que acabó con dos periodistas en la cárcel. El reclamo nacional e internacional le obligó a introducir enmiendas a su autoritaria ley para poder extraer a los periodistas de la prisión, pero la belicosidad ante los medios de comunicación independientes no ha menguado.
El último incidente es el más bochornoso y sin duda el más costoso para el PRI. El audio que muestra la utilización de la estructura de la Sedesol para apuntalar el voto a favor del PRI en las elecciones veracruzanas paró en seco los acuerdos del Pacto Político que habrían de firmase en torno a la reforma financiera esta misma semana. Si bien las baterías críticas se orientaron en contra de Rosario Robles, titular de laSedesol, el papel de los funcionarios de Javier Duarte no es menos comprometedor.
Javier Duarte se ha convertido en una rémora para el PRI de Peña Nieto, que intenta lavarse la cara y vender la noción de un PRI modernizante y empático con la transparencia y la tolerancia. Justo los atributos opuestos que hoy exhibe Duarte. En el sexenio anterior Mario Marín en Puebla y Ulises Ruiz en Oaxaca fueron los gobernadores incómodos y terminaron costando al partido la derrota en las elecciones en esas entidades.
Pero la factura de un gobernador impresentable es ahora mucho más alta que eso. Peña Nieto ha tenido la enorme fortuna de contar con una oposición moderada. La firma del pacto político fue en buena medida una muestra de capacidad política del PRI, pero también resultado de una buena estrella: la salida de López Obrador del PRD, permitió a los dirigentes participar en una firma que el tabasqueño habría abortado de haber seguido en el partido. De igual forma, la confrontación de Madero, presidente del PAN, con los calderonistas, opuestos a esa firma, permitió a Peña Nieto contar con el apoyo de la derecha.
Pero los abusos de Javier Duarte torpedean la posición de Los Chuchos y de Madero en la dirigencia del PRD y del PAN respectivamente. El gobernador de Veracruz da la razón a los radicales dentro de la oposición, quienes argumentan que apoyar a Peña Nieto y el Pacto, lleva a fortalecer al PRI que ha comenzado a implementar las viejas artes de la manipulación y la compra de votos para sostenerse en el poder.
Desde el sexenio de Carlos Salinas ningún presidente ha sido capaz de deshacerse de un gobernador incómodo. Ernesto Zedillo lo intentó con Roberto Madrazo en Tabasco y fracasó. Peña Nieto tendrá que decidir si prefiere erradicar de un zarpazo este foco de incertidumbre o aguantar cuatro años más de ocurrencias del gobernador veracruzano con los costos que ello representa. Haga sus apuestas.

@jorgezepedap
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