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La reforma en telecomunicaciones ha dejado fuera de los medios a la cultura, alertan especialistas

Erika P. Bucio / Agencia Reforma

Ciudad de México

¿En dónde ha estado el sector cultural en la discusión de la reforma en telecomunicaciones?
Eso se pregunta el investigador Javier Esteinou Madrid, quien reclama el silencio del gremio en el debate sobre la iniciativa surgida del Pacto por México, aprobada por el Congreso de la Unión para su ratificación en los estados.
“Pareciera que la reforma constitucional nada más interesa a empresas de radio y televisión, de internet o a las compañías telefónicas”, critica Esteinou Madrid, académico de la UAM-Xochimilco.
Es la reforma más importante de los últimos 50 años en cuanto a radio y televisión, pero el sector cultural “no ha abierto la boca”. En la discusión, insiste, Conaculta debería haber tenido una posición protagónica.
“Pero no ha habido una sola expresión de su presidente ni de sus asesores”, puntualiza. “Como si no comprendieran que hoy día, las principales políticas culturales se realizan desde los los medios audiovisuales, en particular, la televisión”.
Con la reforma, habrá dos nuevas cadenas nacionales y una red pública de radio y televisión.
“Tendríamos que preguntarnos por los contenidos idóneos para toda esa infraestructura tecnológica”, plantea por correo electrónico Fátima Fernández Christlieb, ex directora de TV UNAM.
Ninguna disposición jurídica, argumenta, puede legislar sobre contenidos más allá de lo que dice el artículo sexto modificado de la Constitución.
“Ahí se habla de promover la integración nacional, la formación educativa, cultural y cívica, también de promover la igualdad entre mujeres y hombres y cuestiones generales semejantes que nadie objetaría. En todo el proceso que falta, especialmente en las leyes secundarias, habría pues que evitar esa tentación que brota con frecuencia de mentes autoritarias que se creen con la atribución de decidir lo que la sociedad debería recibir”, ataja la académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
El politólogo José Woldenberg es cauteloso: no puede darse por sentado que la apertura de canales traerá aparejada una mayor oferta de contenidos culturales.
“Pero ojalá, cuando se pongan sobre la mesa los lineamientos para las concesiones o las licitaciones, dado que se dijo que el único criterio no debía ser el económico, se pongan una serie de condiciones para que estas nuevas redes o canales puedan ofrecer una programación distinta a la que conocemos”, plantea el analista.
En opinión de Woldenberg, es la cadena pública la obligada a elevar el nivel de la oferta en radio y televisión. Sería deseable, dice, que contara con un consejo consultivo, con representantes de los centros de educación superior y creadores. “Para que no actúe solamente por capricho o designio de quien vaya a ser su director”.
El productor Héctor Tajonar reconoce que la creación de la cadena pública es un avance pero se debe garantizar su independencia, para no repetir el esquema de la televisión oficialista. “¿Quién va a nombrar a su director? ¿Contará con suficiente presupuesto?”, cuestiona el ex director de proyectos culturales de Televisa.
En cambio, a los actuales concesionarios, nada los obliga a mejorar sus contenidos. Pero por la función social que cumplen, ataja Woldenberg, estarían obligados a ser más cuidadosos.
“Si bien los canales de televisión no son una extensión de la escuela, tampoco deberían ser su negación”, argumenta el politólogo.
Ya en el pasado hubo una competencia que no se tradujo en una mayor calidad de los contenidos televisivos, plantea Tajonar. Se refiere a la aparición de TV Azteca, con la desincorporación en 1993 de los canales de televisión 7 y 13 durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Una oferta de mayor calidad, añade el productor y documentalista, debería verse reflejada en la legislación secundaria. Propone crear la figura de una Defensa del televidente, ligada al Instituto Federal de Telecomunicaciones, capaz de opinar y exigir programas de mayor calidad.
Pero la cultura no es obligación de nadie, ironiza Esteinou Madrid. “Es como una limosna, se da cuando se quiere y cuando se tiene ganas”.

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