Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Cena y baile por los 20 años de El Sur

Los lectores, nuestros héroes

Juan Angulo Osorio

Esta es una reunión de amigos de El Sur y de compañeros de trabajo. Es sobre todo para vernos todos juntos, para relajarnos con la plática y el baile y recordar quizá algunas de las historias decisivas, o simplemente divertidas que pueden ayudar a comprender por qué y cómo llegamos a cumplir 20 años, cuando estuvimos muy cerca de ni siquiera terminar el primero.
Veo aquí a varios de los compañeros que hicieron esto posible en los primeros y díficilísimos años de este proyecto. A los que dieron las aportaciones iniciales para una idea que parecía quijotesca, pero cuya aplicación se consideraba una necesidad para nuestro histórico, calamitoso, agraviado y querido estado. Aquí están quienes con creatividad y asumiendo riesgos nos ayudaron a restablecer servicios cortados por falta de pago. También trabajadores que aguantaron meses sin recibir salario alguno. Y uno que de plano me dijo simplemente “lánzate”, después de que escuchó de mí que no reuníamos el capital suficiente para salir. Y otro que se fajó para evitar que prosperara la idea de cerrar el periódico a menos de un año de que salió a circulación.
Me hubiera gustado mucho que estuviera con nosotros mi maestro Miguel Ángel Grandos Chapa, que colaboró con el proyecto desde su nacimiento y que fue uno de nuestros principales defensores en su muy influyente columna Plaza Pública, que nos acompañó en El Sur hasta dos días antes de su sentida muerte el 16 de octubre de 2011.
En estos turbulentos días en que se despliega una campaña mediática para presentar a los maestros de la CETEG como los únicos responsables del conflicto actual, conviene recordar las siguientes palabras del periodista cuando le preguntaron sobre “los excesos en la prensa mexicana”. A diferencia de quienes calificaban de ese modo a reportajes o notas críticas sobre algunas de las atrocidades de los gobernantes, Granados subrayó muy por el contrario que un exceso de los periodistas es “ofender al que no es poderoso. Insultar al que no puede defenderse. Acusar al que no puede decir su verdad. El exceso que se practica contra los que tienen menos poder que uno”. Y culminaba esos postulados con una frase que contiene la esencia misma del periodismo: “No hay exceso –decía don Miguel Ángel– cuando uno se refiere al poderoso, pero sí hay cuando uno se refiere al que no lo es”.
También nos hacen falta esta noche otros compañeros que, igualmente, mucho aportaron a El Sur no solamente con sus comentarios en artículos y columnas, sino promoviéndolo y participando activamente en la vida de la naciente empresa. Me refiero a los recordados Javier Mojica, Renato Ravelo Lecuona y Jorge Salvador Aguilar que estuvieron siempre muy cerca de nosotros, como lo estaría después Cuauhtémoc Sandoval Ramírez, siguiendo los pasos de su hermano también fallecido Pablo que conoció del proyecto y lo apoyó como dirigente del STUNAM y articulista de La Jornada que era. Recordamos ahora a otros que un poco más lejos también fueron solidarios con nuestro periódico como Carlos Montemayor, que apareció entre los socios convocantes, y Carlos Monsiváis, que autorizó como exclusivo para El Sur uno de los más contundentes escritos sobre la realidad guerrerense y su cacique mayor Rubén Figueroa Figueroa.
Hace 20 años a un pequeño grupo de periodistas de Guerrero que vivíamos en la ciudad de México –además de Maribel Gutiérrez que aunque no nació aquí es más guerrerense que el corrido de Simón Blanco– se nos ocurrió volver a nuestro estado a fundar un periódico. Recuerdo aquí al subdirector Tomás Tenorio, de Tierra Colorada, y Antolín Orozco, de Tlalchapa, a quienes después se unirían Salvador Aguilar de Zirándaro y María Luisa Martínez Passarge, de Arcelia, la diseñadora de primera división que elaboró el cabezal del periódico. Y Humberto Musacchio que no sólo prestaba su oficina para las reuniones, sino también sabios consejos como periodista experimentado que era.
Desde lejos, la nuestra no era una idea peregrina. Entonces, 1992, se habían
consolidado los proyectos del semanario Proceso y La Jornada, en tanto que el periódico El Financiero confirmaba que era posible crecer haciendo un periodismo crítico, y en los estados se formaban o fortalecían periódicos locales independientes de los poderes estatales, vale decir, de los gobernadores.
Había pues, desde las experiencias propias del periodismo, un contexto propicio. Y más se reforzó la idea de hacer un periódico acá porque en Guerrero había un poderoso movimiento electoral en el que era hegemónica la izquierda socialista, comunista y revolucionaria y no el ala nacional desarrollista del PRI, como ocurría por ejemplo en el vecino Michoacán. Y el estado fue de los que más aportó no sólo en votos, sino en energía social liberadora al movimiento que encabezaba Cuauhtémoc Cárdenas.
Al mismo tiempo se desarrollaba ya el movimiento magisterial de la Coordinadora contrario al oficialismo corrupto de Elba Esher Gordillo; en este puerto también se formaba –en abril de 1993, un mes antes de nuestra salida– el Frente Cívico de Acapulco, como expresión de un movimiento ciudadano descontento con las prácticas corruptas y depredadoras del PRI (varios de los activistas que defendieron el parque Papagayo fueron después fundadores o simpatizantes de El Sur); y apenas al año de que surgimos nació en Tlapa, el corazón del Guerrero indígena, el Centro de Derechos Humanos de La Montaña, Tlachinollan, y dos años más adelante la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias y su Policía Comunitaria de la que tanto se ha hablado en estos días.
Gobernaba Guerrero en 1992, con mano de hierro, el extinto José Francisco Ruiz Massieu cuya sólida formación académica y su amor por los clásicos no le impedían hacer mancuerna con Rubén Figueroa Alcocer, a su vez de sólida formación en el campo del pragmatismo caciquil que condenaba a sus opositores políticos al encierro, el destierro o el entierro. Recuérdese que Guerrero aportó, con dos centenares de militantes del PRD asesinados, una altísima cuota de sangre para que se abriera el sistema electoral priista de partido prácticamente único.
De modo que teníamos todo a nuestro favor para crecer –un movimiento ciudadano, social, indígena, político-electoral y de derechos humanos–; y todo en nuestra contra para fenecer –una clase política de las más atrasadas y autoritarias del país, acompañada por empresarios dependientes de los favores gubernamentales y apuntalada por un Ejército que ve a Guerrero como plaza estratégica, pues no quiere que surja de nuevo ni siquiera algo parecido a las guerrillas de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas que lo desafiaron en su momento.
Si hemos llegado hasta acá quiere decir que han podido más las ganas de un activo sector de los guerrerenses por contar con un periódico como el nuestro, que los enemigos de la libertad de prensa y del desarrollo democrático de la sociedad que de diversas maneras, incluso a veces con la violencia, han intentado que El Sur desaparezca.
Sí ha tenido sus pequeños héroes El Sur. Hemos mencionado hasta aquí a algunos de los primeros años. Los que no recibían salario alguno en los dor primeros años, y los que tuvieron la brillante idea de convertir al periódico en semanario para evitar que la crisis del error de diciembre de 1994 terminara también arrasando con nosotros. Al final terminó siendo una brillante idea no sólo porque permitió la sobrevivencia financiera de El Sur, sino también porque permitió su consolidación periodística, pues el resto de la prensa escrita no aprovechó la coyuntura para desplazarnos y continuó atada a sus compromisos con los gobiernos. El resultado fue que los lectores se enteraban de algunos acontecimientos, o conocían aspectos no revelados de éstos, hasta que leían nuestro semanario que conservó el formato de un tabloide. Nuestro escritor José Agustín definió a El Sur de aquella etapa de la siguiente manera: “Es un diario que sale todos los lunes”.
También se consolidó entonces El Sur como un periódico valiente por su cobertura de la matanza de 17 campesinos en Aguas Blancas a manos de policías del gobierno del estado, y por el acompañamiento que hizo de las voces y movimientos que demandaban castigo a los culpables, empezando por el poderoso gobernador de entonces. Y también como un periódico independiente. Recuerdo que cuando se dio la confrontación interna en el PRI por la candidatura a gobernador, en 1995, el equipo de campaña de René Juárez Cisneros nos compró por adelantado 5 mil ejemplares de la edición del lunes siguiente a la jornada electoral. ¿Y cómo sabes qué va a decir nuestra encabezado principal?, le pregunté al enviado de René Juárez y me respondió: “Estamos seguros de que nuestro candidato va a ganar y que el único periódico que lo va a decir desde el lunes va a ser el de ustedes”, en referencia a que su contendiente Manuel Añorve era el favorito del gobernador Ángel Aguirre que controlaba  al resto de la prensa.
A la mitad de nuestro recorrido aparecieron otros pequeños héroes, si se me permite el abuso de la expresión. Se trata de quienes, prácticamente sin ninguna garantía más que la confianza y la buena fe, permanecieron en el periódico tras la traumática separación en el 2001con nuestro periódico hermano La Jornada, que tanto nos ayudó en los primeros años del proyecto. Fue un cierre de filas conmovedor y hasta sorprendente, pues a nosotros nos antecedía una mala fama de empresa siempre en crisis y siempre hostilizada por los gobernadores, mientras que nuestros socios representaban a una empresa consolidada y en crecimiento y con prestigio en el mismo sector de lectores de El Sur.
Pero también superamos este trance. Vinieron años de relativa calma en los que se fue estabilizando el periódico financieramente. Gobernaba René Juárez ya olvidado de que solamente en nuestras páginas encontró
cobertura a su precampaña por la candidatura. Autorizaba publicidad para el periódico, y la cortaba apenas no le gustaba alguna de nuestras notas. Ha sido la constante en todos estos 20 años: el boicot publicitario que nos impusieron lo mismo los gobernadores del PRI, que los de la alternancia. El alcalde Zeferino Torreblanca fus sustituido por un desconocido gobernador que se llamaba igual, y El Sur vivió un sexenio de pesadilla como empresa, pero simultáneamente se consolidó como un periódico que, por fin, podía permanecer pese a la embestida de un gobernador, señores poderosos que siempre han sido, y que lo fueron más tras la llegada de un candidato no priista a la Presidencia de la República.
Al boicot publicitario que practicaron sus antecesores, Torreblanca agregó el terrorismo fiscal ordenando auditorías constantes a nuestra empresa; usó a las Juntas de Conciliación para imponer laudos que lesionaban su economía; y mediante uno de sus hermanos puso una demanda millonaria por supuesto daño moral causado por notas periodísticas que recogían expresiones y documentos de fuentes de la industria de la construcción que señalaban prácticas corruptas en ese gobierno.
Torreblanca llegó al extremo de imponer una persecución policiaca en mi contra, que implicó incluso mi detención por policías ministeriales por unas horas, molesto el gobernador por la cobertura que dábamos al asesinato del presidente del Congreso local, Armando Chavarría, en la que se daba espacio a las voces que lo señalaban a él como responsable o uno de los beneficiarios del magnicidio que sigue impune hasta la fecha.
Fue el sexenio de Torreblanca, además, el de la aparición de la narcoviolencia, un nuevo actor que ha distorsionado no solamente la economía del estado, sino también su vida política y social.
En otro contexto, el ataque armado a la Redacción de El Sur en Acapulco en noviembre de 2010 hubiera implicado quizá la caída de un gobernador, o al menos del procurador y del secretario de Seguridad Pública. No pasó nada. Aunque el atentado ocurrió en el contexto del inicio de una ríspida campaña electoral por la gubernatura, la idea que prevaleció es que nuestros agresores eran de algún grupo del crimen organizado, y ya no se investigó nada. Y aunque el del narcotráfico no es el tema del periódico, tampoco podemos cerrar los ojos ante lo que sucede a nuestro alrededor. Su cobertura periodística nos ha obligado a cambiar algunas de nuestras prácticas, cuidando de no faltar a nuestro compromiso de informar a los lectores y al mismo tiempo cuidando también lo más posible la seguridad de nuestros reporteros, y en general de todos los que trabajamos en el periódico.
Es precisamente de esta impactante experiencia que surgió otro grupo de pequeños héroes surianos. Se trata de los compañeros y compañeras que estaban en la Redacción de El Sur la noche de la balacera, que vieron peligrar su vida y que enfrentaron el episodio con valentía y gran sentido de responsabilidad. Aunque en diferentes condiciones y con algunos recesos obligados por las secuelas que les dejó esa fatídica noche, todos los compañeros que sufrieron la balacera siguen con nosotros.
Espero que no los haya agobiado con esta rápida y parcial reseña de los 20 años de nuestro periódico. En el folleto de su presentación que elaboramos en 1992 dijimos que nos proponíamos hacer ediciones de 24 a 32 planas. Y en el cierre de la pasada campaña electoral publicamos una de 60 planas, y varias de 48 en el curso de la contienda. De no pagar salarios en nuestros dos primeros años y hacerlo con irregularidad durante varios más, pasamos a la situación actual en la que podemos cubrir cada quincena las percepciones a los trabajadores y en un monto adecuado para las condiciones del mercado. No decimos que sea El Sur un paraíso para sus trabajadores, pero nos esforzamos porque aquí se sientan bien, vean que sus derechos son respetados y se den cuenta que su labor es apreciada por la sociedad.
Hemos aprovechado para esto la estructura de la empresa y su composición accionaria, donde no hay un dueño o socio mayoritario que nos esté exigiendo ganancias para él.
Y si todo lo anterior ha sido posible es gracias a los verdaderos héroes de esta película que son los lectores. Nunca, ni en los días en que por la crisis financieras nos vimos obligados a publicar ediciones de pobres 16 páginas, dejamos de tener lectores. Esta realidad de ciudadanos interesados en lo que hacíamos es lo que nos hizo persistir y que nunca perdiéramos aliento ni esperanza.
Son los lectores, en un estado cuya mayoría de habitantes vive en la pobreza y el periódico es un producto caro, los que han sustituido la falta de compromiso de nuestros gobernantes con los ciudadanos y con un desarrollo democrático e incluyente en Guerrero, en el cual florecerían proyectos como el nuestro, que por el contrario viven siempre hostilizados por el poder.
Gracias a todos. Accionistas, trabajadores, anunciantes y sobre todo, lectores. Ayúdenos a consolidar este proyecto para que se convierta en toda una institución en la entidad. A mejorarlo para levantar a la prensa escrita como uno de los pilares de la libertad de expresión, sin cuya existencia no pude hablarse de que existe democracia. A cuidarlo para que siga siendo un vocero de los ciudadanos que luchan por las transformaciones democráticas en nuestro estado. Para que sea un medio confiable para sus anunciantes y una empresa respetada incluso por sus adversarios.
Adelante, pues. Que 20 años no son nada. Salud y buena noche.

* Palabras del director general en la cena realizada en el club de playa Elcano Diamante la noche del 30 de abril por los 20 años de El Sur que se cumplen hoy 3 de mayo.

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