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Tomás Tenorio Galindo

otro pais

* ¿Acabó el conflicto o se acabó Aguirre?

A las dos y media de la tarde del viernes pasado, el gobernador Ángel Aguirre parecía no saber que ya estaban libres y en Chilpancingo los cuatro maestros de la CETEG detenidos por la Policía Ministerial veinticuatro atrás por órdenes suyas. El gobernador no solamente ordenó consumar las órdenes de aprehensión estatales que pesaban contra ellos, sino que también solicitó al gobierno federal trasladarlos a penales federales, dos a Veracruz y dos a Nayarit, petición que le fue concedida.
Pero en doce horas –las que permanecieron en prisión– el gobierno federal dejó libres a los maestros, de tal forma que en la madrugada del viernes llegaron a Chilpancingo exonerados de los delitos que les atribuían, que eran sedición, motín, daños y terrorismo. Se sabe que la excarcelación fue resultado de las negociaciones que la CNTE sostiene con la Secretaría de Gobernación, pero aún se ignoran los términos específicos del acuerdo porque ni la CETEG ni el gobierno federal los ha hecho públicos. Sin embargo, es improbable que el gobierno del estado haya tenido participación en esas negociaciones, entre otras razones porque, entrevistado en un noticiero de radio, Aguirre Rivero se mostró ignorante de lo que sucedía en la Secretaría de Gobernación y justificó la captura, aunque en cambio sí dio señales de estar informado del compromiso que la CETEG habría asumido a cambio de la liberación, pues anunció que los maestros cetegistas pondrían fin al paro y regresarían hoy a dar clases.
Como este lunes no hay clases, será mañana cuando se confirme si Aguirre tuvo razón y los maestros en paro regresan a sus aulas. Aunque como ha documentado este diario, el campamento cetegista instalado en Chilpancingo se empezó a vaciar el sábado pasado sin que haya una explicación por parte del Movimiento Popular Guerrerense, y los dos principales dirigentes de la inconformidad magisterial, Gonzalo Juárez Ocampo y Minervino Morán Hernández, se hallan ocultos. Si los anteriores acontecimientos son lo que parecen, el movimiento magisterial empieza a ser desmantelado o ha terminado sin que haya aparecido en el ámbito estatal una solución a las demandas magisteriales y en virtud de un acuerdo difuso que ninguna de las partes se atreve a revelar y reivindicar. Además, sin que en las negociaciones realizadas en Gobernación se haya reportado un avance para incorporar las exigencias cetegistas a la ley reglamentaria de la reforma educativa.
Como haya ocurrido y en espera de que las cosas sean explicadas, es de gran relevancia hacer notar la exclusión del gobierno del estado en las negociaciones posteriores a la detención de los cuatro maestros. El gobierno federal no parece haber pedido ni tomado en cuenta la opinión del gobierno de Aguirre en la liberación de los maestros, y hasta es posible que ni siquiera le haya informado. No sería sorprendente esa actitud, si se recuerda el visible desaire del presidente Enrique Peña al segundo informe de gobierno de Aguirre, al que envió como su representante a un subsecretario de Sedesol, lo que seguramente indujo a los gobernadores a no acudir a Chilpancingo el lunes pasado. Desde el punto de vista político, fue la ausencia de un representante presidencial de peso en la ceremonia del informe, y de los gobernadores, la nota predominante de ese día, pues quedó subrayada la soledad en la que se ha quedado Aguirre a raíz del conflicto magisterial. Para una semana, son muchos dos golpes desde el poder central, lo que no podrá ser mitigado ni con el cobijo que haya obtenido Aguirre la tarde de ayer en Ciudad Renacimiento.
No pasan inadvertidas en el PRD las tribulaciones de Ángel Aguirre, y tampoco le faltan apologistas, encabezados por el mismo presidente nacional de ese partido, Jesús Zambrano, quien el sábado se sintió obligado a decir que Guerrero no se precipita hacia la ingobernabilidad y que el gobernador mantiene el control del estado. Pero es difícil que la retórica perredista logre borrar el papelón que Aguirre y los diputados locales del PRD han jugado en el conflicto magisterial. No es que no se supiera, pero los maestros y el movimiento hacia el que evolucionó el conflicto magisterial dejaron aún más expuestas las grandes carencias personales y políticas de Aguirre, y los profundos compromisos que mantiene con el PRI y con el gobierno de Peña Nieto. Hasta ahora, el saldo del conflicto es el envilecimiento de la política gubernamental –¿quién querrá tomar acuerdos con un gobernador, que los traiciona como si nada?– y señales inocultables si no de ingobernabilidad, sí de desgobierno. Para sostener a Aguirre harán falta algo más que declaraciones.

Corrupción, nepotismo, simulación…

Héctor Popoca Boone urgió al gobierno del estado, suponemos que a Ángel Aguirre mismo, a “cavilar” sobre algunos de los errores que ha cometido. Y mencionó cinco de esos errores: “nepotismo, simulación, derroche de dádivas, maiceo y corrupción” (“Gobierno, maestros y diputados”, El Sur, 4 de mayo de 2013).
El nepotismo viene a cuento posiblemente por el caso de Ernesto Aguirre, sobrino del gobernador que ahora despacha como virtual coordinador ejecutivo del gobierno y quien hace un año había sido cesado junto a otros numerosos familiares de Ángel Aguirre –entre ellos su hermano Mateo– para evitar el golpeteo emprendido por Televisa. Hace meses que Ernesto Aguirre empezó a figurar nuevamente en actividades oficiales sin explicación alguna sobre los motivos de su reincorporación a la nómina gubernamental.
Lo interesante del caso es que Popoca pertenece al gobierno corrupto que denuncia, pues es asesor de Ángel Aguirre. La pregunta es inevitable: si un colaborador de Aguirre describe así las interioridades de su gobierno, ¿cómo serán realmente de graves?

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