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Lleva en una novela las pausas y silencios de Rulfo a la dimensión arquitectónica de Barragán

Rebeca Pérez / Agencia Reforma

Ciudad de México

Una vieja casona de Luis Barragán es el escenario. Un pintor, con problemas económicos, acepta falsificar una obra de arte del siglo XVI, que se encuentra encerrada en la valiosa finca de Puertas demasiado pequeñas. Entre esos paisajes arquitectónicos, se cocina una historia metafísica, de personajes que deben sortear extrañas y excéntricas aventuras para cumplir su objetivo.
Esta narración imaginada por Ave B arrera (Guadalajara, 1980), recibió el Premio Primera Novela Sergio Galindo de la Universidad Veracruzana en su edición 2013, de entre 124 obras provenientes de Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Costa Rica, Estados Unidos, Inglaterra, España y México.
La autora se inspiró en las calles de Guadalajara en la década de 1990, en la sobria arquitectura de Barragán y el mundo, a veces no tan claro, del arte y las antigüedades.
En una reflexión literaria, Barrera decidió reinterpretar las pausas y silencios de Juan Rulfo, pero también el espíritu del Premio Pritzker.
“Para mí la arquitectura de Luis Barragán es algo así como una interpretación de la literatura de Juan Rulfo; esos silencios, espacios y atmósferas de Rulfo son llevadas a una dimensión arquitectónica en el trabajo de Barragán”, describe.
“La intención que tengo con este trabajo es ‘reinterpretar’ esos silencios que se convierten en espacios y darles otra dimensión literaria distinta”.
Barrera tomó algunas ideas de su padre, un anticuario, pero también de diversas experiencias, que mezcló en un contexto que ha sido poco abordado en la literatura.
“Me pareció interesante porque se trata de la Guadalajara de 1990, no muchas personas han escrito de esta etapa de la ciudad, ni del mundillo del arte y de las antigüedades, del trasfondo de los coleccionistas, los anticuarios, los chachareros, que permitió revelar este aspecto muy interesante de una sociedad tapatía muy específica”, manifiesta.
De acuerdo con el jurado, integrado por los escritores Luigi Amara, Luis Jorge Boone y Fabricio Mejía Madrid, el reconocimiento tiene que ver con la redacción de pasajes literarios de gran intensidad y variados movimientos, que logran acaparar la atención del lector.
“Busqué una escritura dinámica, pero sin desatender lo literario, sí busco la anécdota, pero sin caer en el anecdotismo y contar por contar, sino sustentar toda esa velocidad en literario”, narra la autora, que con el premio, se llevó también un estímulo económico de 150 mil pesos.
La construcción literaria no fue nada sencilla, recuerda. Debió rescribir el texto entre tres y cuatro veces para lograr un tono adecuado y generarle esa sensación de vértigo a su personaje.
“Quise transmitir un ritmo vertiginoso, porque se trata de una aventura iniciática, sometí al personaje a una serie de retos y vicisitudes que lo dejaron totalmente mareado”, relata.
“Mi intención es hacer que el lector acompañe en esta aventura al protagonista y que forme parte de su experiencia vital como iniciación no solo en el arte, sino en un misterio metafísico”.
Barrera expresa que sus intereses se centran en la novela, como espacio de experimentación con el lenguaje. Además de abordar una narrativa fluida, busca que el lector encuentre una experiencia valiosa en la lectura.

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