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El movimiento #YoSoy132 aprendió que la crítica no debe quedarse en las redes sociales

Yanireth Israde / Agencia Reforma

 

Ciudad de México

 

En un año acabó el idilio con twitter…

“Éramos críticos en twitter. Fin”, resume Ana Rolón, de 22 años, integrante del movimiento #YoSoy132 al evocar los días anteriores al viernes al 11 de mayo de 2012.

Rolón, estudiante de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, y su compañero de carrera, Rodrigo Serrano, postergaron el sueño las noches siguientes para producir el video 131 alumnos de la Universidad Iberoamericana responden, colocado en Internet el lunes 14.

El material demostraba que auténticos estudiantes de la Ibero –identificados con credencial– cuestionaron al candidato priista Enrique Peña Nieto durante su visita a la institución el 11 de mayo: no eran porros ni acarreados del opositor Andrés Manuel López Obrador, como afirmaban miembros del PRI y su aliado, el Partido Verde.

“Aprendimos que la crítica no debe quedarse en el twitter, el facebook o las redes sociales; se necesita la calle, acciones que impacten, como el #Debate132 del 19 de junio”, valora Rolón, aún aficionada al twitter, pero sin depositar en él toda su energía combativa.

Porque el twitter nada más, el desahogo en 140 caracteres, resultaba frustrante.

“Yo era de las que se quejaban en twitter y mentaba madres de los políticos, y muy bien, gracias; muchos de mis conocidos igual. Creíamos que en nuestras manos no podía haber algo que pudiera aportar a nuestra democracia”.

Un año después de aquel video que alcanzó casi millón y medio de consultas –el primero de un centenar que han generado– el #YoSoy132 colocó a los jóvenes en una posición distinta frente a sus propios ojos y también ante la mirada externa.

 

Tapón de boca

 

“Nos decían la Generación Zoé y les metimos un tapón de boca”, replica Rolón.

A la Generación Zoé, nombre de la banda musical liderada por León Larregui, la pintaban indiferente, esquiva de su realidad, conformista. Yo hablo desde mi experiencia en la Ibero: no sólo éramos los que estudian mientras se casan (emc) o mientras heredan (emh). Les demostramos que podemos ir a una de las escuelas más caras y fresas del país, nuestra familia puede ser adinerada o no, pero sí leemos historia, sí estamos involucrados, sí leemos el periódico, sí nos importan nuestros medios de comunicación, y no nos es indiferente la situación del país”.

Alfonso Flores, diseñador gráfico de 23 años en la misma universidad, también descubrió que podía, a golpes de creatividad, abrir cauces.

“Tenía acercamientos con ONG, pero nunca había estado en una manifestación ni en cosas de ese tipo. Tenía la idea de hacer, pero a través de las instituciones. Ahora mi idea es otra, más autónoma, al ver que el gobierno no funciona”.

La opción es crear, apremia, construir con las herramientas que tienen a mano, por lo pronto las plataformas tecnológicas, de las que han surgido los documentales y videos disponibles en su canal de youtube (www.youtube.com/user/Yosoy132Oficial).

“Cambió demasiado mi perspectiva de la vida, ya hasta lo que estudio lo cuestiono demasiado, jeje. A mi carrera he tratado de darle otros enfoques y no lo que me enseñan en la escuela, que es lo tradicional para salir a trabajar a un mercado. Quiero construir a partir de lo que estudio”, insiste.

Rolón acabó su licenciatura, trabaja como productora y al mismo tiempo organiza talleres de herramientas tecnológicas que refuercen la democracia y los derechos humanos, cuenta.

“Hablé con mi jefe y le dije: ‘Me gusta hacer cosas sociales’. Me dijo: ‘Adelante’”. No quiero convertirme en una oficinista de 10 horas: llegas a tu casa, haces de cenar, ves la televisión y tu vida se acabó. Crecí en una generación donde no nos podemos estar quietos, y hasta en mis fines de semana estoy actuando”.

 

Prosumidores

 

Esa inquietud define a los “prosumidores”, un término que designa, en esta era digital, a los ciudadanos que producen y consumen información.

Y los jóvenes del #YoSoy132, en su faceta de productores, aportaron una información dotada de contenido social, destaca el antropólogo Bolfy Cottom, especialista en patrimonio cultural.

“Es una alternativa importante para que los instrumentos de comunicación no se banalicen, podemos estar o no de acuerdo con el contenido, pero me parece que es un buen aporte al mundo de la comunicación virtual”.

Sin restarle valor a los mensajes difundidos en twitter, el antropólogo Eduardo Nivón, estudioso de los movimientos sociales y urbanos, advierte que éstos se difuminan en unas cuantas horas, son efímeros y rápidamente reemplazados. Es mejor la combinación de esas nuevas tecnologías con otros recursos, como el manifiesto en la prensa o la reforma constitucional que propusieron para democratizar los medios de comunicación”, opina.

Espontáneo, sin líderes, pronto extendido entre las universidades privadas –ITAM, Anáhuac, ITESM, UVM– y las públicas –UNAM, IPN, UAM, ENAH–, con la consigna de la democratización de los medios, el #YoSoy132 resultó tan inesperado como refrescante, apunta Nivón.

“El movimiento me sorprendió porque miraba a los jóvenes aparentemente alejados de la política o de la información política, veía una gran simpatía por los partidos de derecha, como había sucedido en las dos elecciones anteriores. Si Vicente Fox y Felipe Calderón ganaron, en parte fue por el voto de los nuevos votantes”.

El PRI sumaba “silenciosas” simpatías que Nivón detectó entre sus alumnos de la Universidad Autónoma Metropolitana.

“No habían vivido lo que nosotros con el PRI, les parecían totalmente lejanas las cosas que les contábamos del sistema priista opresivo, incapaz de soportar la mínima disidencia o expresión, con los medios de comunicación totalmente dominados”.

Pero en la Universidad Iberoamericana, Peña Nieto no encontró terreno propicio para recaudar simpatías.

“El movimiento #YoSoy132 fue lo más fresco que ocurrió en la coyuntura de la contienda electoral, que parecía muy fácil para el PRI, y gracias a la torpeza de Peña Nieto o de su equipo surgió efervescencia”.

Además, se forjó una red de pensamiento entre universitarios de diversas instituciones, destaca Cottom.

“Al revitalizar la interacción entre alumnos de centros de educación superior nacionales e internacionales se crea esa red del pensamiento de la que hablo”, explica.

 

Hijos del PAN

 

La lista nominal para los comicios del 1 de julio de 2012 incluía 23 millones de ciudadanos de entre 18 y 29 años: el 30 por ciento del electorado.

El 63 por ciento de los jóvenes entre 18 y 25 años votó, de acuerdo con datos de la Dirección Ejecutiva del Registro Federal de Electores, mientras que en 2006 el sufragio juvenil fue del 49 por ciento.

El #YoSoy132 fue un acicate para ese incremento, como lo explicaron en su momento académicos como Blanca Heredia y Jorge Buendía.

Por cierto que la mayoría de los miembros del movimiento votaron por primera vez en 2012, tras vivir dos sexenios de panismo y el priismo en su infancia.

Nivón encuentra correspondencias entre el movimiento de los jóvenes mexicanos y otras expresiones de descontento en América Latina por el asunto de los medios de comunicación

“En Argentina, los medios son gubernamentales, no del Estado; en Ecuador, encontramos una actitud beligerante del gobierno con los medios; en Venezuela, un enfrentamiento del gobierno con los medios… lo que sucede en México, sin tener ninguna relación ni punto de contacto, se enmarca perfectamente en el tono que hay en Latinoamérica, aunado a la tragedia de la violencia contra los periodistas”.

El especialista señala además equivalencias con el 15-M de Madrid, el movimiento de “los indignados”, al irrumpir ambos en la escena política sin un programa.

“No creo que la influencia de Stéphane Hessel y su manifiesto Indignados llegara al movimiento, pero en la práctica ésa fue su actitud. El #YoSoy132 no se preocupa por la organización, por el programa, pero tiene en cuenta los valores que la sociedad ha aceptado como valores democráticos”.

Aprecia un abismo de distancia con los jóvenes de los años 70, quienes primero buscaban organizarse.

“Entonces se planteaba con mucha facilidad que un grupo de valientes creara una organización política revolucionaria que se convertiría en la vanguardia, porque así estaba planteado desde Lenin: se necesitaba un grupo de gente decidida que propusiera la revolución, y esta gente tendría que actuar a nombre de la clase obrera y con una actitud conspirativa. La receta estaba muy clara desde principios del siglo, y se siguió más o menos hasta los años 70 u 80”.

 

Política sin partido

 

Si bien la propuesta organizativa del #YoSoy132 –horizontal, sin programa, sin una nómina estricta de afiliados, más participativa que representativa– atrajo diversos sectores, supone riesgos, por ejemplo la infiltración, la incorporación de oportunistas o de provocadores, como ocurrió el pasado 1 de diciembre, durante la toma de protesta de Peña Nieto, enumera el antropólogo de la UAM.

Juzga inteligente el modo como afrontan esos peligros.

“Dicen vamos a centrarnos en temas viables, vamos a demostrar que no estamos hablando por hablar, hagamos una propuesta sobre el punto que consideramos central. Allí está la propuesta de reforma constitucional sobre temas de comunicación, no sé si esté bien o mal, pero lo importante es que la tienen, que han buscado un camino legal para hacerlo”.

Rolón y Flores defienden la continuación del movimiento sin convertirse en agrupación política, una entidad partidista o una instancia semejante, postura que comparte Cottom.

“No veo por qué tengan que replicar modelos establecidos, precisamente de lo que se trata es de crear, proponer: todo dependerá de la imaginación, de la convicción, de la posibilidad y los elementos que tengan para echar mano en la definición de su propia naturaleza”.

Varios de los dos centenares que integraron al principio el movimiento se fueron ya, al terminar la etapa estudiantil. Los que permanecen perfilan transformarse en una plataforma de comunicación más acabada, anticipa Flores.

“Empezar a trabajar por ese lado es congruente con lo que pedimos al principio: la democratización de medios”.

No hace falta, pues, convertirse en partido para hacer política, atajan.

“Creo que la situación no necesariamente es, como dice el dicho, meterte en las entrañas del monstruo. Yo, Ana Rolón, de 22 años, interesada en la comunicación, no me siento en la necesidad de convertirme en diputada o en delegada para poder seguir involucrada en la búsqueda de democracia y en cosas sociales”.

Tilda de mediocre el pensamiento de la gente que no se involucra en política por no ser político.

“Ése ha sido el error de la sociedad, dejar la política a los políticos”, sentencia la joven, quien no está dispuesta, como dice, a que se repartan México los corruptos.

“Me ofendía mucho cuando amigos decían: ‘Ya me quiero ir del país; cuando termine la carrera me voy a Europa para hacer la maestría’. Yo decía: ‘¿Esa es la solución?, ¡vámonos todos y que en México se queden los corruptos!’ Yo quiero hace cosas por mi país tan bonito, no quiero que quede en mí el que no hice algo para evitar que gente fea lo afee”, declara Rolón.

A un año del movimiento, el balance no es sencillo, pondera Nivón.

Al menos puede vislumbrarse que no marchan por un camino erróneo.

“Hubo un éxito inicial por el surgimiento espontáneo tras los errores de la política. Fue un acierto centrar la movilización en los medios de comunicación, pero veo un grave riesgo de desprestigio por la forma de organización y la carencia de objetivos más o menos claros y entendibles para toda la sociedad”, advierte.

Es cierto también, agrega, que después de los disturbios del 1 de diciembre han recuperado legitimidad al mostrarse como un movimiento serio, limitado al tema de los medios de comunicación.

“Su éxito estará en que demuestren que sus demandas no son estudiantiles, que es un movimiento de estudiantes, pero no un movimiento estudiantil, sino un movimiento de ciudadanos”.

 

Cuadernos al vuelo

 

Integrantes del movimiento #YoSoy132 alistan la distribución en México de los Diarios de la Nación, a partir del 11 de mayo, día de su primer aniversario.

Serán 500 cuadernillos con hojas en blanco, que las personas hallarán en distintos lugares del país, entre ellos Monterrey, Guadalajara y el Distrito Federal, detalla Alfonso Flores. “Pueden encontrarlos en la calle o alguien puede pasárselos para que dibujen, escriban o hagan poesía dentro de él”.

Buscarán padrinos como el padre Alejandro Solalinde para que los “liberen” por los sitios donde transiten.

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