Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Bopone

Los jóvenes vulnerables

 

Si de algo nos habremos de lamentar los adultos, por mucho tiempo, es de haberles negado la atención debida a nuestros jóvenes. Representan hoy en día el grueso de la población guerrerense y del país. Vivimos en una sociedad que los excluye de las oportunidades que necesitan para su sano desarrollo y desperdicia, a la vez, su caudal de energías y capacidades contenidas e ignoradas. Les hemos cancelado a la mayoría de ellos la posibilidad de llevar una vida digna y de decoro, con la familia que formarán o que ya tienen.

Encuestas realizadas en los barrios pobres de una ciudad de alta incidencia delictiva indicaron que tres de cada cinco muchachas entre los 14 y 20 años de edad estaban preñadas, siendo o no casadas. Cuatro de cada diez muchachos se habían inclinado a las actividades de la delincuencia como motivo y sostén de vida. Setenta por ciento de las familias eran disfuncionales.

En esas barriadas, los padres no saben qué hacer con sus hijos adolescentes y se desentienden de ellos; procurando tan solo ofrecerles techo hacinado dónde dormir, algo de comer y magra vestimenta. Mientras tanto, pasan el día en la calle en forma grupal, con sus congéneres de infortunio de vidas y destinos truncados, sin ubiquidad, sin finalidad constructiva.

Tratan de hacer pasable su vida cotidiana a como dé lugar; ya sea en el vagabundeo, la deserción escolar por apremio económico, en el desempleo involuntario, en el alcoholismo, la drogadicción, en la delincuencia, en el arrejunte prematuro, en la prostitución o de carne de cañón con la “maña”.

Regenerar este tejido social en descomposición es impostergable. Hay demasiado rencor y resentimiento acumulado. Urge crear y darles más espacios y ambientes en donde puedan explayar sus virtudes y potencialidades. Lo ideal sería que en cada una de las colonias precaristas hubiera una red consistente de núcleos para actividades deportivas, artísticas, de intercomunicación y convivencia social.

Lugares en donde funcionen también incubadoras de micro negocios juveniles o formas de autoempleo productivo con los financiamientos requeridos para hacer realidad sus ideas productivas emprendedoras.

Pero no bastan los espacios. Por razones de su edad muchos requieren de tutores capacitados para la orientación y acompañamiento en sus diferentes problemas y traumas, pero también para la identificación de habilidades y necesidades, creativas y recreativas.

Sobre todo, necesitan que el gobierno y la sociedad en su conjunto los reconozcan como seres con dignidad, hambrientos de aprender y deseosos de aportar de manera generosa lo mejor de sí y que tan solo requieren que se les extienda la mano y el buen empujón. Un gobierno que les ayude a evitar que pongan en riesgo la plenitud de su desarrollo y a la vez prevenirlos y protegerlos de los ilícitos, garantizándoles sus derechos, ofertándoles mayores y mejores ambientes para la convivencia y armonía comunitaria.

El rescate ambiental, la regeneración de espacios públicos degradados, centros de uso del internet, talleres de salud y administración sexual, de vida en pareja, de prevención de adicciones, ágoras de discusión de los asuntos de su particular interés, torneos deportivos, terapias psicológicas, entre otros, son temas de una agenda que requiere desahogarse en cada cinturón de miseria, urbano o suburbano.

No es que no haya acción e inversión gubernamental: el CICI de Renacimiento en Acapulco es ejemplo a seguir, pero es de tan grande magnitud y profundidad este desafío generacional que lo que hacemos es insuficiente para tener real impacto social. No invertir en nuestra juventud atribulada en barrios de alta conflictividad es despilfarrar lo que mañana necesitaremos con creces.

PD. El movimiento estudiantil de 1968 empezó con una reyerta callejera de bachilleres en la Ciudadela del DF. Fue reprimida duramente por los cuerpos policiacos. A partir de ahí siempre topamos, sucesivamente, con el autoritarismo, cerrazón y represión de la autoridad gubernamental. En aquel entonces, el máximo representante de la izquierda institucional, Vicente Lombardo Toledano, dijo que nosotros –los jóvenes de aquellos tiempos– le hacíamos el juego al imperialismo yanqui. ¡Uff!

 

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