Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Víctor Cardona Galindo

PÁGINAS DE ATOYAC

* 18 de mayo de 1967 (Primera parte)

Para entender el movimiento político que concluyó con la masacre del 18 de mayo de 1967 es necesario explorar cuatro líneas históricas: la primera sería la estructura que había venido construyendo en el estado el Partido Comunista Mexicano; la segunda, el movimiento de la Asociación Cívica Guerrerense; la tercera es la formación que se daba a los estudiantes de la normales rurales del país; y la última, la tradición de lucha que ha tenido el pueblo de Atoyac.

Aunque también es necesario marcar las condiciones sociales que se vivían en ese tiempo: una alta marginación. Atoyac era un municipio con 32 mil habitantes en cuyas comunidades no había carreteras, energía eléctrica ni centros de salud. En ese tiempo cuando un habitante de la sierra se enfermaba, le picaba un animal ponzoñoso o sufría un accidente de trabajo era bajado por los hombres del pueblo en improvisadas camillas hechas con hamacas colgadas en grandes morillos. La gente sólo sabía que existía un gobierno porque el Ejército llegaba a maltratarlos. Se carecía de los más elementales servicios.

En cuanto a las condiciones políticas, el PRI era el partido hegemónico, no había derecho al disenso ni a la libertad de expresión. Se tenía el antecedente de la Asociación Cívica Guerrerense que se opuso de forma pacífica al PRI-gobierno y fue brutalmente reprimida y Genaro Vázquez, su líder, perseguido. Si algún ciudadano repartía un volante o pintaba una consigna en una barda, era detenido y llevado a la cárcel.

Por otro lado, los acaparadores se ponían de acuerdo en el precio al que le comprarían el producto al campesino, el cual siempre era muy bajo, y ellos lo vendían en las grandes ciudades a un precio mucho mayor, quedándose con cuantiosas ganancias. En ese tiempo se amasaban grandes fortunas que todavía existen, pero que se gastan o se invierten en otras ciudades. Por eso había pocas personas muy ricas en un pueblo muy pobre.

Para que este movimiento creciera también influyó el enfrentamiento entre los maestros conservadores, apoyados por el charrismo sindical que existía “hasta niveles de gangsterismo” como lo dijo Othón Salazar, y los progresistas, integrados ya al Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM).

Los maestros de la vieja ola (le llamaremos así) pensaban que la letra con sangre entra, y los de la nueva ola pensaban que se tenía que ser más compresivo y tolerante con los alumnos, pero además estaban muy comprometidos con el despertar de las conciencias y el movimiento social.

Los maestros de la vieja ola exigían riguroso uniforme y zapatos a los alumnos. Mientras que maestros de la nueva ola, como Lucio Cabañas Barrientos, Serafín Núñez Ramos y Alberto Martínez Santiago, pensaban que no importaba cómo vistiera el niño, los trapos no aprendían, pensaban que los niños podían entrar a la escuela con guaraches, aunque fuera con ropa remendada, siempre que vinieran limpios y desayunados.

Los maestros de la vieja ola pensaban que los pueblos debían construir sus escuelas, por eso la primaria Modesto Alarcón y la Juan Álvarez se construyeron con la cooperación económica de los padres de familia y muy poca participación del gobierno. Las cuotas eran elevadas para un pueblo pobre. Parecían escuelas privadas, sobre todo en la Juan Álvarez, en donde sólo los ricos podían dar las cooperaciones que se asignaban y por eso se sentían dueños del edificio. Mientras que los maestros de la nueva ola pensaban que era obligación del gobierno dar la educación gratuita y construir las escuelas. De ahí se dio la confrontación en todos los sentidos y se buscó democratizar las escuelas expulsando a los directivos de la vieja ola y democratizando el sindicato para que estuviera en manos de los trabajadores progresistas.

Ya había núcleos de maestros trabajando para democratizar el sindicato, pero los trabajos se reforzaron cuando se le asignó a Lucio Cabañas Barrientos, en septiembre de 1963, su plaza en la comunidad de Mexcaltepec.

La historiografía de Atoyac registra el primero de mayo de ese año una movilización fuerte de maestros federales. En su Monografía de Atoyac, dice Wilfrido Fierro, que “organizaron un desfile cívico por las calles de la ciudad terminando en el Palacio Municipal. La mayoría de los maestros en sus candentes discursos atacaron a los yanquis, al clero y al gobierno actual, pidiendo al mismo tiempo la libertad de los presos políticos ‘cívicos’, destacándose la verba del profesor Jesús Astudillo García, de la Escuela Federal Modesto Alarcón”.

Luego el 20 de noviembre de 1963, en el desfile de ese día para conmemorar la Revolución Mexicana, maestros y alumnos de la escuela Modesto Alarcón montaron un carro alegórico con un cuadro de encadenados al que le colgaron un texto que decía: “La Revolución se hizo, pero ¿para quién?” En otro cartel se pedía la libertad de los presos políticos. Este cuadro causó expectación porque no era usual que en Atoyac se vieran escenas como ésta.

El movimiento magisterial se fortaleció más cuando Lucio Cabañas fue bajado de Mexcaltepec a impartir clases a la escuela Modesto Alarcón.

“El maestro de la Modesto Alarcón se convierte en una referencia. Atiende demandas, aconseja, organiza, discute, recibe grupo de campesinos que desean conversar con él. Para Lucio, ésta es una actividad casi normal, práctica que no ha dejado de ejercer desde sus años de estudiante; estar atento, saber lo que sucede a su alrededor, escuchar, intentar descubrir cómo se puede ayudar, cómo canalizar, de que manera organizar”, dice Fritz Glockner en su libro Memoria Roja. Historia de la guerrilla en México (1943-1968), editado en el 2007.

Del libro anteriormente mencionado, por acercarse a la realidad que se vivía, reproducimos lo siguiente:

Las inscripciones se abren para el curso 1964-1965 en la escuela Modesto Alarcón, Lucio se encuentra en su salón de clases dispuesto a iniciar el nuevo ciclo. Hasta él llegan unos cuantos padres de familia desesperados: no tienen dinero, apenas les alcanza para comer y resulta que la directora Genara Reséndiz, Genarita, como la llamaron todos, ha dicho que no podrá inscribirse ningún niño si no lleva uniforme… El maestro consuela a los padres de familia, se extraña de aquella situación y se compromete a intervenir en su favor.

Discúlpeme maestro, pero usted no es nadie para venir a darme órdenes a mí; es la respuesta que recibe Lucio cuando intenta hacer ver lo ilógico de exigir uniforme y zapatos a los alumnos, si la mayoría proviene de familias de escasos recursos.

La maestra se indigna, se molesta; colérica insiste que es una decisión tomada y que él no tiene por qué intervenir. Cabañas pone ejemplos, le enumera con nombre y apellido en cuantas ocasiones han llegado hasta su salón de clases niños sin nada en estómago, le enumera el lugar de trabajo de cada uno de los padres de sus alumnos, le pide que comprenda a las familias, y que según este punto de vista un uniforme sería irrelevante.

-Al contrario maestro, con el uniforme no se notarán las diferencias económicas entre los alumnos. Esta medida pretende que todos nuestros estudiantes se vean igual, que nadie se crea más por tener mayor condición económica.

-Profesora, no es necesario pedir uniformes a los niños, porque no con buena ropita se va a educar, y no exigir solamente calzado, si no dejarlos hasta descalzos que vayan a la escuela, nada más con que vayan limpios, como pueda ir el niño.

Lucio fracasó en este intento de apoyar la petición de los padres de familia, no hubo forma de hacer cambiar de parecer a Genarita, quien de inmediato puso una queja ante la SEP sobre el supuesto comportamiento indisciplinado del profesor Cabañas. Era la segunda queja que llegaba hasta las oficinas estatales de educación, pero la simpatía que había despertado ya entre los padres de familia le otorgaba un poder que la directora aún no sopesaba. Hasta aquí lo dicho por Glockner.

También José Natividad Rosales en su libro ¿Quién es Lucio Cabañas?, editado en 1973 se refiere al tema y escribe: “Quieren hacer colegir al sentimiento ciudadano a la vanidad lugareña, que ellas son buenas directoras por el hecho de que sus chicos anden limpios, uniformados, enzapatados y abrillantinados, por más que los piojos resbalen por tan enceradas pistas. El contraste de la vanidad sobrevendría en los desfiles escolares, cuando se juzga la calidad de la escuela por la portabandera más piernuda, por los uniformes con más botones de latón y por la bandera de más nailon”.

“Él quería que sus chicos fuesen ‘chanchuditos’ y harapositos, pero limpios, que no es mucho pedir en una tierra por cual pasa un ancho río”, dice Rosales de Lucio.

El movimiento de padres de familia logró triunfar y expulsaron a la directora, pero las autoridades mandaron a Lucio a dar clases en una apartada comunidad del estado de Durango. El 5 de febrero de 1964, Wilfrido registra que “por instrucciones de la Dirección de Educación Pública en el estado, asume la dirección de la escuela federal Modesto Alarcón el profesor Francisco Guerrero, en sustitución de la profesora Genara Reséndiz de Serafín; maestra que desde su fundación venía prestando sus servicios como directora”. Pero el 11 de abril vuelve a su puesto Genarita a petición de los padres de familia que eran sus partidarios.

Luego viene la respuesta, el 17 de mayo de ese mismo año los profesores de la Modesto Alarcón, Jesús Astudillo García, Salvador Castro Navarrete, J. Guadalupe Ortega Estrella, Francisco Javier Navarrete Nava, Tomasa Bello, Lilia Palacios Genchi y Rita Solchaga hicieron uso de los medios de comunicación de Acapulco para denunciar la incapacidad de Genarita para manejar el cargo de la dirección. Wilfrido no menciona aquí a Lucio ni a Serafín como firmantes del comunicado.

Casi al mes, el 14 de junio a las 10 de la mañana tuvo lugar un mitin de protesta contra actos del alcalde Luis Ríos Tavera frente al Palacio Municipal. Eran maestros de la tercera zona escolar encabezados por Lucio Cabañas Barrientos, Raúl Vázquez Miranda, Carlos Alcaraz, Serafín Núñez y Héctor Acosta Gallardo. Wilfrido registra que Lucio Cabañas dijo: “Venimos a protestar contra el alcalde Ríos Tavera, porque nos tildó de comunistas en una reunión de presidentes municipales en Zihuatanejo, con el despectivo concepto de que éramos una caterva de aprendices comunistas. Que somos enemigos de México e introductores de ideas exóticas. Los maestros somos mexicanos y respetamos la constitución”. Lucio también acusó a Tavera de ser protector de la tala inmoderada de bosques y de boicotear los trabajos en la fábrica de hilados de El Ticuí.

El 21 de agosto de 1965, Lucio participó como orador en el evento conmemorativo de la muerte del general Juan Álvarez. Y a principios de diciembre de 1966 fungió como maestro de ceremonias en un programa organizado para recibir al gobernador Raymundo Abarca Alarcón, quien vino a la ciudad a inaugurar unas aulas. Eso demuestra que Lucio cumplía cabalmente con sus funciones institucionales y con las comisiones que se le asignaban en la escuela.

El cronista de la ciudad Wilfrido Fierro Armenta asienta el 4 de diciembre de 1965: “Con ésta fecha fueron retirados los profesores Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez de la escuela Modesto Alarcón, acusados –según el decir de los padres de familia del referido plantel– de estar impartiendo a los alumnos doctrina comunista”. La respuesta de los padres de familia y alumnos no se hizo esperar y el 15 de diciembre tomaron las instalaciones de la escuela y montaron guardia permanente. Exigieron que se revocara la decisión y los maestros volvieran a la escuela. A finales del mes el gobernador Raymundo Abarca Alarcón vino a esta ciudad a atender el conflicto.

Doña Tita Radilla Martínez recuerda que los alumnos de Serafín Núñez tenían muchos problemas con unos padres de familia, porque decían que los estaban volviendo comunistas: “A una compañera la querían excomulgar de la iglesia por estar en el grupo. Ese fue el motivo por el que al profesor Serafín se lo llevaron de la escuela, porque había protestas de algunos padres de familia”.

Serafín se despidió de mano de uno por uno de sus alumnos. Todos se agachaban en su butaca a llorar, pero cuando salió el profesor se paró Octaviano Santiago Dionicio y comenzó a organizar el movimiento por el retorno de los maestros con los consejos de don Rosendo Radilla Pacheco. Los alumnos se fueron a la ciudad de México y las alumnas se pusieron a pedir cooperación casa por casa y con la lucha se logró que los maestros regresaran.

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