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La literatura es un acto político, afirma la la doctora en Letras Mariana Ozuna Castañeda

Redacción

 

“Es la literatura un acto político”. Con esa premisa inició la conferencia Vasos comunicantes entre géneros literarios del sigo XIX y la literatura del siglo XX, impartida por la doctora en Letras, Mariana Ozuna Castañeda, de la UNAM, dentro del ciclo de conferencias Conversaciones sobre literatura mexicana del siglo XX.

La exposición, ofrecida en el auditorio del Instituto de Estudios Políticos Avanzados Ignacio Manuel Altamirano (IIEPA-IMA) se remitió desde el principio a hacer notar que la literatura debe encontrar al lector para “llegarle no a la cabeza, sino al corazón, y que además debe doler”, comentó Ozuna Castañeda.

Asimismo, y tras leer un fragmento del cuento El cobrador, del escritor brasileño, Rubem Fonseca, que aborda con palabras llanas y directas el resentimiento social y la injusticia de la época actual en Brasil, dio cuenta de que si bien las formas de abordar los temas son distintas, éstos son los mismos desde hace mucho tiempo.

Esto es, explicó, hay “vasos comunicantes” entre la literatura de antes y la actual; ya sea por temas o estructuras, hay una constante.

La doctora en Letras, acompañada por miembros directivos del IIEPA, la directora de Enseñanza y Patrimonio Cultural del IGC, Citlali Guerrero Morales, y el promotor cultural, Antonio Salinas, recordó que además la mejor literatura es aquella que pone en crisis una situación y que por ejemplo, en el caso de México, la violencia es el tema del siglo XX. Añadió que “algunos han dado el salto porque se han cansado”, interpretándose como alusión a los problemas de inseguridad presentados en la entidad en los últimos meses y la creación de las policías comunitarias.

Para dar inicio a su exposición, explicó que en la literatura en general, pero en el caso de los siglos XIX Y XX, abreva del siglo XVIII, siglo en donde se masifican los lectores y aparecen los periódicos, donde se da la pluralidad de la prosa, misma que va desde los viajes de Humbolt hasta las aventuras de Jonathan Zwift; “donde se aprecia un fenómeno de sociabilidad en torno a la conversación sobre los libros y sus temas, ya sea en lugares públicos o privados”, al tiempo que en México, acotó, estaba prohibida la imprenta y se leía una única gacetilla enviada desde España cada tres meses.

Es con ese fenómeno, el de sociabilidad, con el que van despuntando los temas preferentes de los lectores (en este caso, occidentales): los viajes, los chismes y la nota policiaca, y donde comienza a vislumbrarse el choque entre el orden social y el desorden social; “temas que la literatura toma y los convierte en novelas”, comentó Ozuna Castañeda, dando como ejemplo Las relaciones peligrosas, de Pierre Choderlos de Laclos, novela que causó gran revuelo en su época.

Al entrar ya al siglo XIX, explicó que al tiempo que la lectura se convirtió en un negocio de masas, este negocio presentó ciertas curiosidades: Aparecieron los folletines y las mujeres y los negros escribieron. Y no porque antes no lo hicieran, sino porque aparecieron historias con más sentido social que permearon a un mayor número de lectores susceptibles a ser sensibilizados. La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher, sin duda, un claro ejemplo por sus ideas antiesclavistas tan radicales para el momento en que se publica, dijo.

En el caso mexicano, resaltó la doctora en Letras Mariana Ozuna, aparece Ignacio Manuel Altamirano y su Clemencia, que si bien parte de una historia de amor y el suicidio de su protagonista, Fernando Valle, pasa por la historia de la intervención francesa y el nacionalismo que la época manejó.

Aquí, repara Mariana Ozuna, se empieza a ver con mayor claridad la relación entre la literatura y la política, situación que se repetirá, en el caso mexicano, con historias como Los bandidos de Río Frío, de Manuel Payno, escrita en folletín, donde los verdaderos bandidos sólo aparecen al final y se tratan nada menos que de la clase dominante del país de aquel entonces.

“Es en este momento (siglo XIX) donde en la literatura se unen lo histórico, lo social y lo político”, comentó la conferencista.

Es en este siglo donde además se escribe sobre el “héroe moderno”, dando como ejemplo los libros de Julio Verne, con el que además aparece la ciencia ficción, Arthur Conan Doyle y su Sherlock Holmes, y Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, en donde ya también aparecen las crisis éticas de los personajes.

Al paso del tiempo, continuó Ozuna Castañeda, “la esencia del héroe se trasmite y los temas se repiten, pero actualizados”, haciendo las comparaciones entre Sherlock Holmes y el doctor House, de la televisión, o entre Hulk, el monstruo de los comics y el personaje de la historia de Robert Luis Stevenson: El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.

Una vez instalados en el siglo XX, Ozuna Castañeda recordó que en México, con Los de abajo, de Mariano Azuela, y La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán, queda instalado en el país lo que a la postre sería la novela política, pues recordemos, la primera hace alusión a los problemas acarreados por la Revolución mexicana y la segunda, trata sobre el sistema presidencialista instalado en México al término de la lucha armada.

No obstante, afirma la conferencista, es Noticias del imperio, de Fernando del Paso, cuando este género, esta idea de que la novela es política, alcanza su cumbre. “Hablar de cuando los extranjeros se adueñaban del país en una época donde eso estaba pasando…”, y agregó que libros como El seductor de la patria, de Enrique Serna,  publicado durante el Salinato, El mundo alucinante, del cubano Reinaldo Arenas, durante la dictadura, “dan cuenta, de alguna manera, desde la literatura, de una visión en contra de lo que los medios dicen”.

Y al finalizar sobre qué es lo que aporta el siglo XX a la literatura luego de haber abrevado tanto del pasado, Ozuna Castañeda concluyó que en primera instancia “se mantiene el compromiso social heredado del siglo XIX” y que con obras como La región más transparente de Carlos Fuentes o El libro vacío de Josefina Vincens se avizoran cosas tales como la parodia, la metaficción, la materialidad y la reescritura, independientemente de que, como dijo antes, “entre la literatura de antes y la actual, ya sea por temas o estructuras, hay una constante, vasos comunicantes”.

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