Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Botica 11

Un saludo cariñoso hasta el Bello Nido para don Carmelo Hernández Mateo y su señora esposa doña Josefa Bautista Miranda, lectores habituales de estas líneas sin necesidad de lentes. Él a los 87 años y ella a los 84. Don Carmelo mantiene el orgullo de haber sido el “mejor corazón del toro de petate”, en las festividades de San Nicolás Tolentino

 

Recuerdos de Paco Escudero

 

“Cómo olvidar aquella noche del 28 de febrero de 1949, por cierto lunes de carnaval, en la que el presidente Miguel Alemán declaró inaugurada la calzada Costera que lleva su nombre. Lo hizo accionando un interruptor eléctrico situado en el hotel La Marina (hoy Bancomer), para así iluminar toda la avenida que parecía, se dijo entonces, “un collar de perlas”.

“La belleza del paseo, creo yo, consistía en su sencillez. Su encarpetado de asfalto negro con sus banquetas muy transitables, por cierto, su camellón central solo cubierto por pasto y sus postes de concreto con farolas de vidrio (mismas que hoy se usan en Beverly Hills). El camellón central lucía desde luego nuestras típicas palmeras de coco, mismas que llegaron con la Nao de Manila, para convertirse en un símbolo del trópico”.

La remembranza de Paco es nostálgica pero de ninguna manera festiva, todo lo contrario. Se trata de un doloroso reproche porque entre todos hemos mitificado el paseo porteño por excelencia –el rutilante “collar de perlas de Acapulco”–, hasta convertirlo en horrendo remedo de una avenida de Falfurrias (esto último es de nuestra cosecha, no de la de Paco en Acerca de la Costera, Diario 17, 6/12/04).

 

Míster Bean

 

Don Luis Hernández Lluch, cronista, historiador y paisano de San Jerónimo de Juárez, quien rebasó con mucho el siglo de fecunda existencia, nos recuerda en sus escritos al aventurero estadunidense Peter Ellis Bean o Pedro Elías Bean, del estado de Tennessee. Este hombre estuvo preso en el fuerte de San Diego de Acapulco y sirvió más tarde bajo las órdenes del generalísimo Morelos. Llegará a ostentar el grado de Coronel del Ejército nacional.

Pedro Elías abandona a los 17 años la vida apacible del rancho de una tía en la bella ciudad de Natchez, Mississippi, ya incorporada al territorio estadunidense. Lo hace para seguir al aventurero Phillip Nolan, al mando de una expedición en busca de oro. La presencia de aquellos desconocidos, armados hasta los dientes, alerta a las autoridades novohispanas. Al interceptarlos, sobreviene el choque muriendo en la refriega el líder Nolan, en tanto que los sobrevivientes son llevados presos a Chihuahua.

Mientras llegan las sentencias de España, los enjuiciados tienen a la población por cárcel. Nuestro hombre mata el aburrimiento tejiendo sombreros de palma y pronto será el mejor sombrerero de la región. Con los ahorros de cuatro años de intenso trabajo, Bean corrompe custodios y compra armas para fugarse. Antes de hacerlo, escribe para sus compañeros una suerte de guía para una fuga segura. No la suya, ciertamente, porque el escrito cae en manos de las autoridades y el instructor es encerrado en un calabozo con el pie encadenado a una bola metálica.

Los recursos del sombrerero Bean no se agotan. Le sirven pa-ra pagar una nueva fuga. “Este cabrón no entiende”, comentará un miliciano al recapturarlo en territorio Comanche. Será en-tonces cuando llegue de España la sentencia contra los aventureros que osaron disparar contra los soldados del rey. La extraña decisión judicial ordena llevar a la horca solo a uno de los procesados, mientras que el resto seguiría en cautiverio. Los mismos reos deciden su suerte en una partida de dados. Pedro Elías se salva para figurar más tarde en una cuerda destinada a la prisión de Acapulco.

 

Fuerte de San Diego

 

La presencia de un tipo con el historial de Bean en materia de fugas, pone en alerta al comandante del fuerte de San Diego, ordenando de inmediato darle su propia “tinaja”. Es la “tinaja” un calabozo con acceso único por el techo, mismo agujero por el que se hace descender al prisionero y muy pocas veces ascenderlo con vida. No será este el caso del aventurero de Tennesee. Quejándose de un dolor intenso en el vientre, Bean es llevado al hospital cercano a la fortaleza, situación que aprovecha para burlar fácilmente a sus custodios. Será recapturado cuando un cocinero portugués lo denuncie a bordo de una embarcación peruana.

Para redondear la personalidad del novelesco personaje, cinematográfico, se diría hoy, digamos que se trataba de un hombre de gran apostura. En tal medida que al pasar la cuerda de reos por Salamanca, con destino a Acapulco, una viuda rica llamada María Baldonado se prenda como colegiala del Güerito. Paga por acceder a él y le ofrece comprar su libertad al precio que le pidan. Bean la rechaza amablemente porque tiene la seguridad de que muy pronto será libre. ¡O vaya usted a saber si fue para no caer en otra prisión, esta más exigente y tormentosa!

 

Míster Bean con Morelos

 

Experto en el manejo de la pólvora e incluso en la fabricación de armas de fuego, Peter Ellis se ofrece como voluntario para dinamitar algunas rocas de la fortaleza, según deseos de su comandante militar. Bean no hubiera sido fiel a su vocación si no hace huir a los custodios, amenazándolos con un cartucho de dinamita encendido. Logra así su libertad y la de 40 reos que huyen encabezados por él. Un leñador los guía hasta el poblado de Texca pero al poco tiempo estarán rodeados por una treintena de soldados del rey. Vuelto a su “tinaja” de San Diego, el Gringo permanecerá en prisión hasta noviembre de 1811. Entonces será puesto en libertad en premio por haber participado valientemente en la defensa de la fortaleza, asediada por el jefe Morelos.

A míster Bean le deslumbra la personalidad de Morelos y va en su búsqueda. Lo encuentra en su campamento de El Veladero, cerro acapulqueño en cuya cima ondea una extraña bandera negra. Lleva al centro una calavera enmarcada por dos canillas y abajo la sentencia letal de “Paso a la eternidad”. Impresionado por el carácter y la tozudez del Gringo, el jefe Chemita, como aprenderá a decirle, lo acepta en sus filas más que nada por sus conocimientos sobre materiales de guerra. El extranjero dirigirá el establecimiento de fábricas de pólvora y hornos para fundir cañones.

Más tarde, Morelos enviará al flamante coronel Pedro Elías como su representante a Estados Unidos. Serán magros los logros de aquél en materia de apoyos para la causa independiente, quizás el ofrecimiento del pirata Jean Lafite de hostilizar a los barcos españoles. En una de esas idas y venidas, El Gringo se entera con profundo dolor del fusilamiento del jefe Morelos, ofreciendo a su memoria continuar con su lucha.

En 1815, Peter Ellis intenta cruzar a Estados Unidos, acompañado por su esposa mexicana, pero es capturado por los realistas y llevado a Veracruz. Para variar, se escapa de San Juan de Ulúa, ocultándose en algún lugar del país. Se establece más tarde en Nacogdoches, Texas, y en 1825 regresa a la ciudad de México donde se le reconoce su grado de coronel y se premia con tierras su participación en la guerra de Independencia. Servi-rá entonces como agente mexicano ante los cherokees y otras tribus texanas. Consumada la independencia de Texas y ya no teniendo nada que hacer en aquel territorio, Bean regresa a Jalapa, Veracruz, y ahí muere a los 63 años de edad.

–¡Uffff!

 

Canuto, Rey de la Guaca

 

El asunto no era nuevo, la postulación en broma de candidatos a puestos de elección popular, principalmente la Presiden-cia Municipal de Acapulco. Y no lo era porque tenía un antecedente celebérrimo: la postulación reiterada de don Nicolás Zúñiga y Miranda, como candidato a la Presidencia de la República en oposición al general Porfirio Díaz.

Todo se hacía, pues, en aras de la guaca. Una palabra con una sinonimia múltiple y diversa: engaño, broma, mentira, burla, chanza, chacota, tomadura de pelo y las que usted quiera y mande. El Diccionario de la Real otorga a “guaca” la categoría de americanismo, pero nada que se le parezca a la definición acapulqueña. Entre muchas, la Academia la define como “solterona vieja y fea”, y vaya que está cabrón encontrar una que no lo sea.

Canuto Nogueda Radilla, ex alcalde de Acapulco y supremo “rey de la guaca” , las clasificaba como “guaca seria” y “guaca a medios chiles” y bien a bien no ofrecían ninguna diferencia sustantiva pues ambas resultaban demoledoras. Como cuando don Canuto exhibió durante uno de sus informes de gobierno una mampara con tarjetas de presentación como único contenido. Tarjetas de presentación de periodistas y medios de todo el país y uno que otro del extranjero atraídos por el acontecimiento político anual. La leyenda era escueta: “Los miles de pesos que nos exigían fueron destinados a desayunos escolares”. Y bien visto, ello no constituyó ninguna guaca.

Se presentaron como guaqueros –autores de guacas, pues–, quienes en diversas jornadas electorales votaban por Cantinflas o bien por el Burro de la Roqueta, el cirrótico asno bebedor de cerveza. Los sufragios a favor de uno y de otro fueron cuantiosos, nunca revelados para no agraviar a la democracia y tampoco a los candidatos oficiales.

 

Milo Fares, candidato

 

El 24 de abril de 1968, último año del gobierno municipal del doctor Martín Heredia Mer-ckley, se lanza la candidatura de Emilio Fares Zarur, un guaquero irredento, a la Presidencia Municipal de Acapulco. Milo es propietario de una tienda de ropa en el edificio Oviedo, lo que le permite visitar a toda hora las cafeterías de los alrededores. Sanborns, Woolworth, Tirol, Dennys y La Flor de Acapulco. Llegada la noche se multiplica para estar en varios sitios a la vez.

Se dirige primero al frontón Jai Alai de Caleta, sitio que no abandona sin antes gritarle “pinches rateros” a los pelotaris que lo hacen perder sus quinielas. Sigue la Casa Macabra, así bautizada por él mismo, un brinco donde se juegan a las cartas y a los dados sumas respetables. Lo suyo es el chiquichiqui, un juego que se practica con dados pequeñísimos, amén de ser muy engañoso. Esto porque el monte de las apuestas mostraba billetes extendidos de baja denominación, habiéndolos de muy alta escondidos entre ellos hasta alcanzar montos considerables.

El garito fue conocido como Canal 2 y no es que se tratara de una clave secreta, simplemente era su domicilio en la calle de Canal número dos, en pleno centro de la ciudad. Milo abandonaba al lugar maldiciendo “estar más salado que la bragueta de un pescador”. Terminaba el tour en la Táhuer (nombre críptico del cabaret La Huerta, en la sonaja o zona de tolerancia). Periplo en el que consumía de tres a cuatro cajetillas de cigarrillos.

No faltarán mucho más tarde quienes adviertan a Milo su manera suicida de fumar, a lo que él respondía:

–¡Me lo dicen hasta ahora, cabrones, ya que me revolotean encima los zopilotes!

 

Martínez Cabañas

 

El comité de la campaña electoral de Milo Fares lo encabeza el licenciado Luis Martínez Ca-bañas, un guaquero muy serio y solemne que ya tiene en su haber varias candidaturas similares. Una reciente con resultados poco gratos. La de un taxista que quiso ser diputado y tuvo que vender auto y permiso para sufragar los gastos de una campaña sin mítines pero sí con muchas “cheladas”. El secretario del comité de campaña tampoco entonaba mal las guacas: Toño Pintos Carvallo. El espigado hijo de don Chendo tenia también las corrientes guaqueras por dentro.

El lanzamiento de Milo Fares como candidato a la Presi-dencia Municipal de Acapulco, marca un hito en la historia de los procesos electorales porque el aspirante presenta desde el primer momento su equipo de trabajo. Lo integran personas populares y con maneras honestas de vivir. No faltan sin embargo, las sobradas de “jiribilla”. He aquí tan enjundioso equipo de trabajo:

Licenciado Manuel Saavedra Ramos (secretario general); Car-los Rojas Chami (tesorero municipal); ingeniero Jaime Muñoz Quevedo (director de Obras Públicas); Fernando Villar (Oficial Mayor); Ivo Mazzini (Espectáculos); Ramiro Cora (Policía Auxiliar); Abraham Molina (Registro Civil); Rafael Quevedo Pintos (jefe de Lim-pia); doctor Leoncio González (director del Hospital Civil Morelos).

Jorge de Acha (Reglamen-tos); licenciado Sergio Pedro Jiménez (primer Juez Califica-dor); licenciado Fausto Calderón (segundo juez calificador); Raúl Echazarreta (Relaciones Públi-cas); Lic. Horacio Hernández Cifuentes (juez menor); Raúl Alcaraz Sánchez (Policía Preventiva): Fernando Vanmee-ter (jefe de Panteones); Rogelio de la Paz (alcaide de la cárcel municipal); Juan B. Conde (Mercados); Eligio Gómez (Rastros) y José Chichín Elías (Monte de Piedad).

Aunque nunca fue buen perdedor, esta vez Milo Fares aceptará su derrota frente al licenciado Israel Nogueda Otero y será el primero en felicitarlo durante su toma de posesión el 1 de enero de 1969.

Un número cabalístico, opinará el propio aspirante.

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