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Silvestre Pacheco León

Silvestre Pacheco León

De Milán a VeneciaLogoSilvestrePachecoLeon

Vamos de Mónaco a Milán. El boleto del tren cuesta 33 euros por persona. Nos despedimos de la Costa Azul y subimos a la región más desarrollada de Italia que, como en nuestro país, se encuentra en el norte.

En la estación de Ventimiglia de la frontera italo-francesa se sube al tren como compañero de asiento un joven italiano que se llama Máximo. Estudia en la facultad de Ciencias de la Universidad de Pavía, muy cerca de Milán donde nosotros haremos escala para llegar a Venecia.

Máximo es un joven veinteañero que vive aquí en la frontera de su país con su madre a la que visita durante las vacaciones. Es un joven de ciudad pero nos platica de la campiña italiana y de lo que conoce sobre la realidad del campo. Él y nosotros nos sorprendemos viendo la cosecha de papas en un sembradío que se divisa desde el tren en la región de Lombardía.

Me complace de la plática con Máximo su información sobre la política italiana. Así abordamos la desaparición del PCI conocido como el partido comunista más numeroso de Europa que en los años noventa pasó a convertirse en el Partido Democrático de la Izquierda como parte de la socialdemocracia. De ahí la plática deriva hacia Antonio Gramsci, el teórico de la hegemonía y el bloque de poder.

Para adularlo un poco le comento a Máximo que tiene el nombre de la calle donde vivió Gramsci en su época de estudiante en la Universidad de Turín y comentamos algunos pasajes de la vida de éste intelectual comprometido en la causa del comunismo, impulsor teórico de la revista que él mismo fundó con el nombre de Ordine Nuovo, y de su matrimonio con Julia, la violinista rusa que el periodista y filósofo italiano refiere como “bella, alta y romántica”.

Máximo se bajó en una estación anterior a Milán y nosotros nos seguimos hasta la central ferroviaria de esa ciudad que es también la capital de la moda y centro fabril de gran peso en la economía italiana.

Ya tenemos reservación en Milán. Se trata de un hostal barato y por eso muy concurrido, aunque bastante alejado del centro. Para llegar tomamos el metro pero para variar nos equivocamos en uno de los transbordos para el cambio de línea. Después de dos horas de viaje llegamos al hostal.

Las habitaciones del hostal son modernas y limpias. Hay una sala de internet bastante veloz, una tienda con productos de primera necesidad y servicio de lavado automático de ropa que a nosotros nos cuesta 13 euros.

Al otro día conocemos el famoso Duomo di Milano cuya magnificencia nos deja perplejos. Frente a éste enorme monumento hecho todo de mármol no queda más que rendirse ante la riqueza acumulada por la iglesia católica enajenada en la idea de que Dios está en lo alto para justificar que sus construcciones deban tocar el cielo.

Pero más allá de andarse uno fijando en la contradictoria humildad que predica la religión nosotros aprovechamos para conocer esta inmensa catedral que ocupa más de una hectárea de construcción con capacidad para albergar hasta 40 mil personas, dice uno de los folletos.

Al fin atractivo turístico, la vida en esta iglesia dedicada a Santa María parece andar sin ocuparse de los visitantes quienes tampoco se preocupan de interrumpir una misa mientras recorren sus salones de admirables cuadros y esculturas.

En nuestra visita nos perturba la ceremonia de ordenación sacerdotal que ha reunido a decenas de curas en torno al obispo de la catedral.Van todos cantando en coro con gran devoción mientras el olor del incienso que dispersa el sahumerio inunda mis sentidos y me transporta hasta la iglesia de mi niñez ejerciendo temporalmente de monaguillo con la responsabilidad de tocar la campanilla para avisar a los fieles cuando debían hincarse.

Pero estamos ahora en Milán admirando el genio de los constructores del portento de catedral y su abigarrado de pináculos en el intrincado y laberíntico techo de estilo gótico.

Yo que siempre pensé que el Duomo se refería al techo majestuoso que cubre el pasaje entre edificios que comunican a la plaza con el teatro Scala de Milán, me voy sabiendo que duomo es la catedral o casa de Dios, y que por el solo hecho de conocerla, bien vale la pena detenerse en esta ciudad  de mujeres que visten y caminan como modelos en pasarela.

La Estación Central de Milán como se le conoce a la terminal de trenes se encuentra en el centro de la ciudad. Es un viejo edificio con una gran bóveda, decorado con pinturas sobre la historia de Milán. En su interior ofrece todos los servicios modernos requeridos para los viajeros, desde sanitarios, bodega para la consigna de equipaje, restaurantes, cafés y tiendas con las novedades de la moda. Aquí encontré la tienda de las exclusivas libretas moleskine para viajeros que hicieron famosas por todo el mundo personajes como Matisse, Picasso y Hemingway.

Con la ilusión de conocer Venecia dejamos Milán muy de mañana. Por primera vez en el viaje nuestro tren salió tarde y tarde llegó a su destino. Nuestro contacto ya no estaba en la estación de Santa Lucía y nosotros tuvimos problema para comunicarnos e informar del retraso a la empresa con la que habíamos contratado el hospedaje.

Como es larga la espera para restablecer el contacto con quienes nos hospedarán, desde las gradas de  la Piazzale Roma nos rendimos a la admiración de esta ciudad de palacios que parece emerger del mar.

No obstante haber sido culpa del tren el retraso tenemos que pagar un sobreprecio por el servicio de la lancha taxi que estuvo a la espera. Pero todo valió la pena, hasta los 30 euros que pagamos por media hora de viaje navegando hasta la puerta del departamento.

Por la tarde estamos hospedados y hambrientos. Vamos por víveres al supermercado que hemos visto a nuestra llegada y nos preparamos un rico spaghetti. Después de la siesta estamos deseosos de conocer la Serenissima Repúbblica di San Marco, para algunos cuna del capitalismo.

Tengo especial curiosidad por conocer algo más de San Marcos que lo relacione con la abundancia del agua y desentrañar la manera como se vincula éste apóstol de Cristo con el rito indígena de la pedida de lluvia en nuestro país, pero todo es en vano. La Basílica de San Marcos hoy se encuentra cerrada a pesar de los cientos y quizá miles de turistas que desean entrar.

El león alado, compañía inseparable de San Marcos y escudo oficial de la ciudad está en el remate del frontispicio de la basílica, y arriba de la puerta principal cuatro caballos hacen callada reverencia.

En esta plaza inmensa los grandes palacios compiten en belleza, y a pesar de que la vista confirma la certeza de lo que se ve, todavía queda duda de cómo la gente ha podido vivir en un medio de tanta agua, con inundaciones anuales. Y más porque contrariamente a lo que vimos en el mar mediterráneo, aquí las aguas del Adriático parecen procelosas.

Mientras paseamos por las zonas más bellas de la ciudad imaginando el ambiente que se respirabaen la época de Giacomo Casanova y de Antonio Vivaldi, dos de sus hijos notables, recibimos la primera lluvia de la temporada.

Al otro día, desde muy temprano, visitamos la exposición de la treceava edición de la Bienal de Arquitectura que se ubica en la zona más verde de la ciudad. El lugar es uno de los más bellos de la isla por sus jardines, su quietud, lo brillante del día, la sombra de sus árboles centenarios y el azul turquesa del mar que siempre estuvo limpio.

La tendencia de la arquitectura sigue siendo ecológica y sustentable con el uso de materiales regionales y espacios para la producción de alimentos frescos. Sobresalen Canadá, Japón, Francia y Finlandia.

De nuestro continente vemos el pabellón de Venezuela que confundió el discurso con la propuesta arquitectónica. Nos detenemos en el salón de Brasil que ha dispuesto hamacas para el descanso de los paseantes y ahí nos descubrimos como hábiles usuarios de éste utensilio que los mismo sirve como asiento, cama y columpio, cuando vemos los aprietos en que está la señora sesentona que disfrutó del descanso pero sufrió de veras para levantarse, hasta que llegamos en su ayuda.

Nos faltó ver la exposición de México que se instaló en el edificio conocido como la Casa del Arsenal, pero nos imaginamos que su aporte serían los bunker, las puertas blindadas y escasas ventanas, por eso de cuidar la seguridad.

Dedicamos un día para conocer las otras islas principales, Murano y Burano donde sus artesanos dominan el oficio de trabajar el vidrio. Vamos en el vaporeto que así se llama el colectivo acuático de pasajeros. Las dos islas son grandes aparadores de la artesanía y el comercio con sus fachadas pintadas de llamativos colores, gente amable que trata bien a los visitantes.

Uno más de los atractivos de la ciudad que vive en el agua es que no hay vehículos rodantes en sus calles. Todas son para los transeúntes que caminan sin el pendiente del tráfico vehicular ni el chocante ruido de  los automotores. La tranquilidad es permanente, por eso creo que para muchos artistas Venecia es la ciudad ideal.

Sólo el andar de los turistas en tropel incomoda a veces porque son multitudes que invaden calles, tiendas, restaurantes y plazas.

En el amplio malecón de la ciudad se estacionan los grandes navíos y los yates de lujo procedentes de todas partes del mundo. La riqueza y el poder se muestran sin pudor en las naves que los transportan, en la vestimenta que usan y en el acceso a los restaurantes de lujo.

Los gondoleros le dan el toque romántico a la ciudad con el paseo de parejas enamoradas que parecen estar viviendo un sueño en la realidad.

La caminata es obligada para llegar a cualquier punto del interior y para los visitantes es como un reto andar por tantos vericuetos descifrando la orientación de calles y callejones que a menudo llevan a ninguna parte porque terminan en una cerrada.

Los habitantes originales son fácilmente identificables, fortachones y quemados de sol, con su hablar peculiar y su escándalo impenitente.

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