Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

* Las mentiras absolutas de Aguirre

* Crimen y violencia en ascenso

“Eso es una absoluta mentira”, dijo el viernes pasado el gobernador Ángel Aguirre Rivero sobre la noticia de que durante 2012 Guerrero fue el estado con el mayor índice de homicidios dolosos –65 por cada cien mil habitantes–, dato que a su vez lo convertiría en el tercero más violento del mundo si fuera país, después de Honduras, que registra 82.1 asesinatos por cada cien mil personas, y El Salvador, con 66.

El gobernador dijo a continuación que, “por el contrario, se reconoció que en los últimos meses, en el caso particular de Acapulco, ha habido una disminución de más del 40 por ciento en las diferentes modalidades de delito”. Se refería a una reunión sobre seguridad con autoridades federales, en la que él participó y donde “el análisis que se hizo de los últimos meses Guerrero tiene una tendencia a la baja”.

Los datos que tanto indignaron a Aguirre figuran en el Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018, presentado por el presidente Enrique Peña Nieto el lunes 20 en el Palacio Nacional, ceremonia en la que el gobernador de Guerrero estuvo presente y muy aplaudidor junto al gobernador de Hidalgo. La información está vaciada en la gráfica titulada “Homicidios dolosos por cada 100,000 habitantes por estado”, que reporta las estadísticas de enero a diciembre de 2012. Es la que se reproduce en esta página. La comparación del índice de Guerrero con los de Honduras y El Salvador, y la conclusión de que si fuera país sería el tercero más violento del mundo, son resultado de la habilidad periodística del reportero Abel Barajas, del diario Reforma, autor de la nota que El Sur publicó como la principal de su edición del martes 21.

Como se puede observar, los datos son abrumadores y resulta infantil y absurdo pretender desconocerlos. Ni Michoacán, en este momento al borde de un colapso total, muestra indicadores tan sangrientos como los de Guerrero. El índice de 65 asesinatos por cada cien mil habitantes resulta de los 2 mil 310 homicidios dolosos ocurridos en el estado el año pasado (el total de homicidios, de cualquier categoría, es de 2 mil 754), registrados en el Sistema Nacional de Seguridad Pública, de donde el Plan Nacional de Desarrollo obtuvo su gráfica.

En el mismo periodo, Chihuahua registra mil 997 homicidios dolosos (2 mil 479 en total), Sinaloa mil 464 (2 mil 094 en total), el Distrito Federal 779 (mil 500 en total), el estado de México 2 mil 130 (3 mil 804 en total) y Michoacán 755 (2 mil 287 en total). No es precisamente alentadora ni ofrece consuelo la cifra de 21 mil 762 homicidios dolosos y el total de 38 mil 126 homicidios que el gobierno federal reporta para todo el país en el 2012. Tampoco lo es confirmar que de 2011 a 2012, Guerrero sufrió un fuerte incremento en el número de homicidios dolosos, pues pasó de 2 mil 158 a los 2 mil 310 mencionados (el total aumentó de 2 mil 703 a 2 mil 754).

Es una irresponsabilidad que Aguirre mienta para ocultar una realidad que pone de manifiesto el fracaso de su gobierno, pero la nota verdaderamente trágica está depositada en el hecho de que esa realidad continúa ahora mismo igual que el año pasado. Pues también es falso que en los últimos meses se haya producido en Guerrero una “tendencia a la baja” en la violencia, como afirmó el gobernador. Por desgracia, los datos que mes a mes incorpora el Sistema Nacional de Seguridad Pública a sus registros indican que este año Guerrero no verá ningún alivio. Hasta abril, el estado suma ya 690 homicidios dolosos (822 en total), 14 más que los ocurridos en los primeros cuatro meses de 2012 (676 dolosos, 827 en total). En Guerrero se han producido en lo que va del año más homicidios dolosos que en Chihuahua, Sinaloa, Michoacán o el estado de México.

El ascenso de la criminalidad en Guerrero es consecuencia de la indolencia oficial y del fracaso de la Operación Guerrero Seguro, cuya ineficacia ha sido confirmada una vez más en los municipios de Apaxtla y Teloloapan. Los ataques sufridos por ambas poblaciones han puesto al descubierto además la intolerable frivolidad con que en el Palacio de Gobierno se valora la vida ajena, pues es la hora en que ni el gobernador ni el secretario de Gobierno le han tomado la llamada al alcalde de Apaxtla, Efraín Peña Damacio, ocho días después de que esa población fuera sometida por la delincuencia. El mismo abandono reprocha con justa razón el alcalde de Teloloapan, Ignacio de Jesús Valladares, quien después del atentado que el sábado provocó la muerte de dos policías, declaró desconsolado: “Ya no sé cómo expresar que estamos en una situación crítica para que nos hagan caso”. No son esos municipios los únicos en aprietos. Es el estado, que se debate entre el asedio del crimen organizado y la irresponsabilidad del gobierno.

 

Acapulco y su jefe de policía

 

El secretario de Seguridad Pública de Acapulco, Jesús Cortés Jiménez, es un ejemplo avanzado de la negligencia y de la irresponsabilidad que se pasea a sus anchas por el gobierno de Guerrero. A pesar de las balaceras cotidianas y la constante aparición de cadáveres en las calles de Acapulco, el jefe de la policía sostiene con cierto aire ufano que las cosas “están tranquilas” y que los ejecutados o son “indigentes” o son aquellos a los que el crimen “tiene que matar”. Por eso precisamente Acapulco fue clasificado también como la segunda ciudad más violenta del mundo en el 2012, con una tasa de homicidios de 143 por cada cien mil habitantes. Es decir, si Acapulco fuera país, estaría peor que Honduras y El Salvador. Pero por lo visto el responsable de la seguridad del puerto no se enteró de esa noticia. O no le importa.

 

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