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Jesús Mendoza Zaragoza

El componente social de la seguridad

Con la fracasada guerra gubernamental contra el narcotráfico se ha afianzado la tesis de que la seguridad y la paz no llegarán sin un bien diseñado concurso de la sociedad. Esto ya lo empiezan a reconocer tímidamente algunas autoridades que se dan cuenta de los límites de las instituciones del Estado para accionar respuestas proporcionales ante la violencia y la inseguridad. La experiencia de la Policía Comunitaria y las escaramuzas de las autodefensas, como expresiones de la participación ciudadana nos van señalando la dirección que ha de tomar la colaboración de la sociedad ante el problema de la seguridad e, incluso, el de la justicia.

La cuestión que está en el fondo es la democracia. Los niveles de ejercicio democrático tienen una relación directa con las soluciones reales y duraderas a los problemas. De este modo, el fracaso gubernamental ante el crimen organizado tiene que ver con nuestra frágil transición hacia la democracia que manifiesta carencias profundas aún. En un sistema político como el nuestro, que padece una crisis de representatividad en el que entre autoridades y sociedad hay una situación de divorcio, los intereses de las primeras suelen estar muy distantes de los intereses de la segunda, prevalece un manejo arbitrario del poder que no favorece a la sociedad.

Por eso, la seguridad tiene que ver con la democratización del país, con la participación estructurada y activa de los ciudadanos que cuentan con la capacidad de controlar a sus autoridades. Esto no es una realidad aún y esperamos que lo sea pronto, porque de otra manera no hay salida que valga en este tema y en todos los demás. De esta manera, con los mecanismos necesarios, las autoridades tendrían que ajustar sus agendas y su ejercicio público a la voluntad de la gente.

Si las policías comunitarias guerrerenses y las incursiones de las autodefensas, en su momento, han demostrado eficacia ante la inseguridad, se debe a que tienen una estructural vinculación con sus comunidades. Con armamento rudimentario y con un entrenamiento no profesional, estas policías ciudadanas han logrado niveles de seguridad en sus comunidades que no se han dado en otras latitudes.

Hay un plan en los gobiernos federal y estatal para regular estas expresiones armadas ciudadanas. Creo que conviene hacerlo siempre y cuando no signifique cooptar estas policías dentro de un sistema de seguridad corrupto e ineficaz. Esto quiere decir que estas iniciativas ciudadanas para dar seguridad a las comunidades tienen que conservar su naturaleza de ciudadanas en cuanto que estén bajo el control directo de las comunidades a las que representan. De ordinario, en las comunidades aún se mantienen dinámicas democráticas que hay que preservar y que darían fortaleza a estos sistemas comunitarios y ciudadanos de seguridad.

En este punto es donde se ha ido generando la propuesta del cuarto nivel de gobierno, desarrollado en las comunidades locales, más a la base de los municipios. En las comunidades hay aún expresiones democráticas que tienen un gran valor, donde se toman las decisiones comunitarias en asambleas comunitarias  que controlan el ejercicio de la autoridad. En este nivel es donde tendrían que construirse los instrumentos legales e institucionales para un sistema comunitario de seguridad, controlado desde abajo.

¿Podrán las autoridades entender esto? Creo que sí. El problema es que estas dinámicas democráticas entrarían en contradicción con tantas dinámicas antidemocráticas del sistema de seguridad pública y de la política en general. Por eso, no les conviene y prefieren mantener estrategias viciadas e ineficaces como las actuales. El desafío es y será la democratización del poder público. Sin esto, no hay ni habrá seguridad. El problema es sistémico y la solución es, por ende, sistémica. Pero hay que empezar por validar iniciativas locales en las que los ciudadanos tomen tareas locales de seguridad, incluyéndose en las tomas de decisiones y en las estrategias de vigilancia y de control de los sistemas de seguridad pública.

Hay que pensar en un diseño adecuado de la participación de la sociedad en el sistema de seguridad pública en la línea de su democratización, que incluya dinámicas de colaboración de arriba abajo y de abajo a arriba, entre autoridades y sociedad. La participación de la sociedad en el tema de la seguridad puede tomar muchas formas, una de las cuales pueden ser las policías ciudadanas. Lo importante de esta participación es que exprese el componente social de la seguridad. Esto significa que el pueblo organizado se convierta en sujeto de su propio desarrollo.

Esto implica un gran desafío para la gente que, de una manera muy comodina, ha delegado toda responsabilidad en las autoridades y no asume su necesaria participación en la búsqueda del bien común. Es clave la construcción de una ciudadanía responsable y el fortalecimiento de la sociedad civil, que en las comunidades indígenas y campesinas suelen contar con un avance significativo. En las ciudades se necesita de la imaginación y de un trabajo capilar para conseguir esta participación amplia como un requerimiento indispensable para la seguridad.

Por lo pronto, hay que visualizar la seguridad como una responsabilidad compartida entre las autoridades y la sociedad, donde hay que definir de manera fina lo que toca a las unas y a la otra y donde hay que diseñar, de manera democrática, la participación de los ciudadanos. De esta manera, la violencia se puede convertir en una oportunidad para avanzar en la democratización del país que incluye la participación de la sociedad en la toma de decisiones en los asuntos importantes y urgentes como lo son ahora la seguridad y la paz. Porque sin democracia, no tendremos ni seguridad ni paz.

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