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Afecta a todos los niveles socioeconómicos el desabasto de agua en Chilpancingo

Rosendo Betancourt Radilla

Chilpancingo

Cómo lo hacía en 1942, Ángel Organista Ruano tuvo que acarrear agua desde un pozo artesiano, pues tenía más de un mes sin que cayera una sola gota en su casa, donde vive con otras nueve personas. A sus 81 años de edad sufrió los estragos y se lastimó un hombro que le causa dolores que asegura “ya pasarán”, pero ante la imposibilidad de llevar el agua, se vio obligado, con sus vecinos, a bloquear una calle de la capital para exigir el servicio por el que paga al Ayuntamiento de Chilpancingo.
La temporada de estiaje para el municipio ya está encima y de acuerdo al director de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado de Chilpancingo (Capach), Gerardo Nabor Ojeda de la O, no pueden captar el agua que necesitan los más de 300 mil habitantes de la capital.
El alcalde Héctor Astudillo Flores ha calificado como “delicado” el tema del desabasto de agua, el cual busca paliar con un programa de entrega de pipas a algunos sectores y ha pedido recursos al gobierno del estado para poder pagar a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) un programa de incremento en horas de bombeo que cuesta alrededor de 2 millones 600 mil pesos mensualmente.
Mientras, existen quejas de falta de agua en colonias del centro de la ciudad como en la calle Galeana, en la periferia donde viven personas de escasos recursos como la Rosario Ibarra y casi todas las de la salida a la comunidad de Petaquillas, y en colonias de clase media como la Guerrero 200 y la 20 de Noviembre, al menos.
Por esta situación, los chilpancingueños han acuñado una frase que a manera de broma describe lo que pasa en la capital en cuanto al suministro del agua “cierra los ojos, da cuatro vueltas con el dedo índice levantado y a donde apuntes cuando abras los ojos, está una colonia o una persona sin agua”.

La experiencia de Tequicorral

Ángel Organista representa uno de estos casos y asegura que al barrio de Tequicorral, donde habita, le han querido cortar las formas de suministrarse de agua, “como una forma de control”, pues durante la administración del priísta Efrén Leyva Acevedo (1990-1993), éste intentó cerrar los pozos artesianos que hay en el barrio, lo que provocó la movilización de los vecinos para evitar que sucediera.
En el barrio se pueden contabilizar siete pozos artesianos de los que asegura, “cuando se acaba el agua nos dan chance de ir a traer agua sin cobrarnos un peso, yo a donde voy a veces les llevo un kilo de frijol, de detergente o de arroz y les doy las gracias pero hay gente que va, saca el agua y ni las gracias les da”.
El hombre tiene muchas y muy pronunciadas arrugas en el rostro, las adorna con una constante sonrisa, grandes orejas y unos ojos que de a momentos se extravían buscando al interlocutor en la tenue luz del pasillo donde se realiza la entrevista.
La voz firme y en calma, relata “yo nací en este barrio, mis padres nacieron aquí y de niño recuerdo que teníamos agua, sólo que había que ir a acarrearla a los manantiales, fue hasta 1941 cuando empezaron a construirse los pozos artesianos; del que nos surtimos ahorita se construyó en 1942”.
El hombre que se desempeñó como albañil casi toda su vida, relata “El Güero Leyva (dice en referencia a Efrén Leyva Acevedo), cuando fue presidente municipal nos quiso cerrar los pozos que porque los que los tenían estaban haciendo negocio, pero la gente se juntó y defendimos que los dejaran, era más bien para controlar el agua”.
“La falta de agua se ha vivido, más o menos desde 1951 porque empieza a llegar mucha gente, en 1945 teníamos 15 mil habitantes y alcanzaba el agua, pero además de que llega más gente se empiezan a talar todos los árboles de los alrededores”.
Recuerda, por ejemplo, que la avenida Benito Juárez que hoy es una lateral del zócalo de la ciudad, era la carretera hacia el puerto de Acapulco.
Ahora, 60 años después de que acarreaba el agua a unas cuatro cuadras de su casa, desde el pozo artesiano de su preferencia dice mientras se toca el omóplato derecho “me lastimé la palanca por andar acarreando el agua, ahorita ya no es lo mismo”.
Entonces se le pregunta por qué el 27 de febrero pasado apoyó el bloqueo de una calle para exigir el servicio de agua entubada y explicó “es que no podía acarrear y si vas a comprar una pipa te la venden entre 250 y 350 pesos, depende de cuantos litros”.
Cuando escucha la charla, la sobrina del entrevistado, Yolanda Organista Reyes pide que se le deje explicar que “no se puede vivir sin agua, por eso cerramos la calle. Mi tío con unos sobrinos tuvieron que estar acarreando por unos siete días hasta que mi tío se lastimó el hombro, a mí me da miedo porque ya está grande”.
Luego de la protesta, dice, les llegó el agua y hay una minuta de acuerdos en la que el Ayuntamiento se compromete a bombearles el líquido tres veces cada quince días. La mujer espera que se cumpla pues ya se vio “que sí hay agua, no la bombean porque no quieren”.

Los problemas para el suministro de agua en la capital

Entrevistado en las instalaciones de la Capach, el director Nabor Ojeda dio cuenta de que la institución que dirige no cuenta con la capacidad de captar agua para los 300 mil habitantes de la ciudad, porque además de que la importa de otros municipios, la que se extrae es insuficiente, la que llega no puede ser almacenada por los habitantes, gran parte tiene mucho sarro y tapona las tuberías y casi la mitad de los usuarios no paga por el servicio y así no pueden costear el pago de la energía eléctrica que se necesita para surtir a la capital.
En ese tenor, aceptó que sólo 200 mil habitantes cuentan con la infraestructura para recibir agua entubada, el resto, es decir, una tercera parte de la población “tienen que ver cómo se las arreglan”, ya sea porque construyeron sus viviendas de manera irregular en zonas muy altas donde no llega la capacidad de bombeo o porque simplemente no hay infraestructura.
Al momento, incluso está “casi parado” el programa de entrega gratuita de agua a través de pipas y la manera en qué opera el suministro, a través del tandeo, es muy irregular “porque hay colonias a las que les surtimos cada ocho días, a otras cada quince y a otras les mandamos el agua una vez al mes”, explicó sin precisar los nombres de las colonias.
Al pedirle que jerarquizara los problemas por importancia, dijo que todos son “un dolor de cabeza, pero estamos trabajando aunque si no es una es otra cosa”.
Por ejemplo, dio cuenta de que sólo en el año pasado tuvieron que cambiar 50 kilómetros de tubería que se taponaron por el sarro que contiene el agua lo que costó a la paramunicipal 20 millones de pesos, sólo para rehabilitar el sistema de cuatro colonias.
Para abatir el problema, agregó, se han asesorado con expertos en la materia de otras entidades como Pachuca, Toluca y Monterrey pues tienen diferentes programas, uno que podría funcionar en Guerrero “es la aplicación de un líquido para evitar que se tapone todo, pero hay que hacer los exámenes para saber qué tipos de minerales son y cómo se deben combatir”.
Otro problema es que del padrón de usuarios, sólo paga el 45 porciento, con lo que es difícil cubrir el millón 600 mil pesos que pagan en promedio a la CFE en los gastos de energía eléctrica. En temporada de estiaje se tiene que bombear más tiempo, las 24 horas ha dicho el alcalde, lo que incrementa los costos a dos millones 600 mil pesos.
Aunado a esto, cuando el agua llega, los habitantes de la capital no tienen cómo almacenar grandes cantidades, principalmente en el centro de la ciudad por lo que consumen casi de manera inmediata lo que logran captar, explicó.

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