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Eduardo Pérez Haro

Primer semestre: NA

Para Juan Arturo y Jimena Lee

 

Al corte del primer semestre del gobierno federal encabezado por Enrique Peña Nieto, se realzan los objetivos del régimen a través del Plan Nacional de Desarrollo (PND) a la par que caen los indicadores en la economía, los empresarios se quejan del bajo ejercicio presupuestal del gobierno pues ello le resta a la dinámica financiera de los negocios, los sectores de base más radicalizados no hallan espacio político con los interlocutores del régimen, la noticia de la violencia del crimen organizado es llevada a segundo plano pero los niveles de violencia no disminuyen. Se nubla el horizonte.

El Pacto por México con el que inició el régimen fue muy útil para hacer transitar en el Congreso las reformas estructurales en lo laboral, la educación y las telecomunicaciones, pero en el balance que ofrece el contexto de los seis primeros meses, las reformas estructurales se decoloran.

El Pacto por México revela su fragilidad político-burocrática. Alcanza sólo para el trámite legislativo, cosa no menor, pero no da para procesar cambios en las estructuras reales pues como se ha señalado reiteradamente, los que firmaron son las cúpulas burocráticas de dos partidos políticos cuya disminuida representatividad no les permite entrar a los procesos de base donde se requiere organizar compromisos productivos, políticos y sociales para enfilar hacia una cultura de transformaciones.

En el corte del primer trimestre de este año 2013, según muestra El Financiero en su Informe Especial del viernes pasado, el Producto Interno Bruto cae drásticamente con relación al primer trimestre del año 2012 al pasar de 4.9% a 0.83%. En su desglose la actividad industrial pasa de 4.9% a -1.5%; la minería lo hace de 0.9% a 0.2%; electricidad, agua y gas de 4.8% a -1.3%; la construcción de 4.8% baja a -2.3%, la industria manufacturera cae de 5.9% a -1.6%. Las ventas al mayoreo se van de 4.1% que tuvieron en el primer trimestre del 2012 a -7.2% en 2013; las ventas al menudeo pasan de 5.4% a -1.0%, las exportaciones se desploman al pasar de 9.6% a -1.6 y en consecuencia de todo ello las importaciones se aminoran de 10.0% a 1.6%.

En resumen no hay dinamismo en el mercado interior y el mercado exterior se comprime, luego entonces la economía cae, el ingreso se debilita, la recaudación fiscal flaquea y el presupuesto del gobierno se restringe. ¿Dónde se apoya la idea de que habremos de crecer al 6.0% con la reformas estructurales? ¿O de dónde sale la idea de que pronto seremos del G-10? Lo que en realidad se alcanza a ver en el horizonte del primer año de gobierno es que la economía mexicana crecerá menos que el año precedente y la inflación será superior a la meta del 3.0% que fue definida.

Declaraciones del secretario del Trabajo Alfonso Navarrete Prida, o del presidente del Consejo Coordinador Empresarial Gerardo Gutiérrez Candiani reparan en que esta situación “se debió a factores externos, como la crisis en Estados Unidos y en la Unión Europea”.

Todos sabemos que la crisis afloró hace más de cinco años y por supuesto ellos también lo saben, pero al decir esto, intentan construir chivos expiatorios en el exterior para redimir a los actores políticos internos o sencillamente son capotazos para torear el reclamo y la inconformidad que inevitablemente se exacerbará ante tales resultados.

En el futuro próximo inmediato el régimen apunta al trámite de las reformas fiscal y energética prefigurándolas como pilares del paquete de reformas estructurales que se propusieron desde los gobiernos panistas y ahora se colocan como condición y base para que el sistema financiero perfile a México como una potencia emergente, empero, el escenario del segundo semestre de gobierno parece menos sencillo.

El PRI-gobierno no está dando muestras de la experiencia que se supone, y después de doce años de ausencia parece que está desencanchado. Las sociedades de base, que se conforman por sectores medios y populares y por colectivos y empresarios, se desalientan, y lo más grave es que el Plan Nacional de Desarrollo por más que levanta la mira de objetivos no resuelve los vacíos,  primero porque es un documento de trámite y no un plan de gobierno –eso todos lo saben y lo dicen incluso en los pasillos de los edificios gubernamentales; y segundo, porque esencialmente no modifica en nada lo dicho por los planes similares de al menos tres sexenios precedentes, y eso sí es grave.

Los objetivos de desarrollo, justicia y equidad sólo se vienen aderezando con las exigencias discursivas del mundo indígena, género, medio ambiente, etc. Las reformas estructurales inscritas en ese discurso no introducen cambios de fondo y sólo ajustan la misma trayectoria del papel del gobierno y del presupuesto público, tratan de abaratar el costo del trabajo y dejarle sin representación en el sistema político donde se toman las decisiones.

Existe determinación de remover los liderazgos gremiales y políticos que no estén alineados, y se viene permitiendo que los grupos económicos más poderosos coloquen a sus cuadros dentro de las instituciones de los tres poderes de gobierno. Empero, este perfeccionamiento del sistema político no es sinónimo de que pueda suceder un perfeccionamiento del sistema económico y al no darse este último el primero también fracasará.

Resolver el desarrollo desde la base de un país no desarrollado no es cosa de mayor control ni de abatir los costos del trabajo. ¿Quién les dijo a los nuevos politecnócratas que así era? ¿En dónde lo leyeron? El crecimiento económico y el desarrollo no se basan en el trabajo per sé ni en su abaratamiento, y el control cuando se ha establecido con un horizonte sostenible no destruye su intervención sino la acopla, la acuerda y la instituye.

El capitalismo y su productividad no se fundan en esas premisas sino al contrario, provienen de la innovación y el progreso científico-tecnológico llevado a la esfera de la producción y del trabajo. Esos preceptos equivocados, que muy arraigados están entre los tecnólogos de los grupos empresariales domésticos y sus burocracias gubernamentales, fueron los motores del mercantilismo anterior a la revolución industrial del siglo XVIII y sólo a los apetitos de los grupos de poder de un país atrasado como México se le antojan como teorías modernas, pero no lo son.

El trabajo está en la base sí,  pero el capitalismo se basa en el capital que está resuelto en una relación entre los medios de producción y el trabajo, y la base del desarrollo del capital está en la constante evolución y revolución de las fuerzas productivas que está en la ecuación del capital. ¿O de dónde creen que salió la era digit@l que caracteriza la nueva fase del desarrollo capitalista y de dónde suponen que proviene la capacidad de poner en movimiento la nueva generación de productos sino de la ciencia, la innovación, el trabajo y las nuevas formas de organización del mismo? ¿O de verdad suponen que fue de la mano de obra barata y de verdad creen que la mano de obra barata se despliega y fluye naturalmente en el mundo de la era digit@l?

¿Por qué no se ha resuelto introducir reformas que se hagan cargo de la recolocación de estos factores en la perspectiva del crecimiento y el desarrollo acorde a las exigencias competitivas de la era digit@l? ¿Acaso existe la ingenuidad de suponer que a esta fase del desarrollo capitalista se puede transitar desde los paraísos monopsonios de la economía y la política de un país atrasado?

 

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