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Mi activismo no es más que la continuación de la poesía por otros medios: Javier Sicilia

Oscar Cid de León / Agencia Reforma

 

Ciudad de México

 

Javier Sicilia sigue en lo dicho: se acabó para él la poesía. Se acabó al menos en el orden del poema, precisa.

El poeta renunció definitivamente al que considera el género más sagrado de todos, días después de que su hijo Juan Francisco fuera asesinado hace ya más de dos años en Morelos, en medio de la ola de violencia que sigue azotando al país.

Lo último que escribió fue un poema que le dedicó: “Ya no hay nada que decir. / El mundo ya no es digno de la Palabra…”, arranca.

Lo recupera en Vestigios, libro que ahora edita ERA y que además reúne los textos que ya tenía sobre el escritorio cuando lo asaltó el asesinato que le cambiaría la vida y que lo encaminó a convertirse en una de las figuras más visibles de una resistencia civil en contra de la violencia desatada por la lucha contra el narco.

“Mi activismo no es más que la continuación de la poesía por otros medios”, advierte el poeta: “la búsqueda de poner al hombre y su dignidad en el centro de todo: el acto de encender una vela en medio de la noche”.

–Pero ¿de verdad ya no hay más que decir?

–Así es. Mire, un poeta vive del lenguaje de su época. Cuando ese lenguaje, como sucedió en la Alemania nazi, se degrada por el crimen, el discurso vacío de los políticos y la inanidad de la propaganda… cuando, además, a causa de los medios electrónicos, como el Twitter o el Facebook, se ha vuelto una especie de salitre que brota de las deterioradas paredes de lo que queda de vida civil, ese lenguaje ya no alcanza para refundar los sentidos ni para nombrar el horror de lo inhumano, que es la tarea del poeta. Decir en esas condiciones sólo me conduciría a escribir en un lenguaje cada vez más impenetrable, como el de Paul Celan, un lenguaje que en realidad es balbuceo, estertor. Paul Celan, sobre todo el primer Celan, el de Fuga de la muerte, me ha interesado mucho. Sin embargo, cuando se llega, como en mi caso, a vivir su horrenda experiencia, se aprende que allí la poesía toca un umbral tras del cual sólo hay un lenguaje oscuro, como el de los agonizantes, y no quiero eso para mí. Nadie puede ir más allá de Celan.

Sicilia cuenta a Reforma lo anterior mientras habla de Vestigios, que presentará este martes en la Casa del Poeta a las 7 de la noche.

“En los poemas ya intentaba una vuelta de tuercas para hablar de la experiencia de Dios en un mundo en donde parece estar ausente, un tema fundamental de mi poesía, sobre todo de mis dos últimos libros, Lectio y Tríptico del desierto. Por desgracia –a veces la poesía es un misterio horrible–, resultaron en cierto sentido premonitorios”.

Pero Sicilia ha otorgado ya el perdón: “He perdonado porque no quiero la muerte de ninguno de los asesinos de mi hijo. Les he regalado sus vidas a través de la justicia. En términos espirituales, hay algo más: el deseo de que ellos encuentren, en la conciencia de su acto, el dolor del corazón que les permitiría recuperar la dignidad de sus vidas, el amor que extraviaron”.

Por su parte, seguirá creyendo en Dios, porque dice que Dios nada tiene que ver con la imbecilidad humana ni con el mal: “Dios es amor y, como todo amor, es impotencia pura en el orden de la historia humana. Frente al mal que no puede detener, porque es del orden de la libertad humana, Dios responde después de la historia con la resurrección”.

De allí en fuera, no hay nada más que decir, insiste Sicilia: “Todo está dicho ya”. Ahora se habla con su hijo desde el silencio, que es el lenguaje más profundo, “el lenguaje de la más íntima de las intimidades”.

“Sólo renuncié a la palabra escrita más sagrada de todas, la que contiene los más profundos significados que ya no pueden decirse, la del poema”, comentó el escritor Javier Sicilia.

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