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Plasman 10 jóvenes sordos sus propios sueños en la película Música ocular

Jorge Ricardo / Agencia Reforma

 

Ciudad de México

 

La primera escena de Música ocular es un mar que se agita en el más completo silencio. La película, en lengua de señas mexicana, muestra tanto el proceso de filmación como los resultados que tuvieron 10 jóvenes sordomudos al filmar sus propios sueños. La realización le llevó cinco años al director José Antonio Cordero Chávez (Toluca, 1971).

Comenzó en 2007, en una playa de Oaxaca: un joven se acercó para comunicarle algo que parecía sin sentido. Antonio Cordero recuerda que se sintió discapacitado y culpable por no entender y durante un año se dedicó a aprender la lengua de señas.

En ese tiempo, el egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica aprendió todo lo relacionado con el tema. Aprendió que hay personas hipoacúsicas, sordos a-lingües (sin una lengua) o señantes (con señas pero sin una lengua estructurada), que en México no hay ninguna escuela pública para ellos ni un censo, que hay sordos que van a la discoteca con globos para sentir las vibraciones o que en el cine ha habido muy pocos intentos para incluirlos.

En 1926 los estadunidenses James Spearing y Bertha Lincoln realizaron The mimi in his busy hour, con un reparto de actores sordos que se proyectó sólo una vez. En 1991 Takeshi Kitano presentó A scene at the sea sobre dos surfistas sordomudos.

En la mayor parte del cine los personajes son hablantes y oyentes que proyectan un estereotipo de retraso mental.

“Los sordomudos están excluidos también del entretenimiento y del arte. No pueden ver cine mexicano porque ni tiene subtítulos así que los que saben leer ven películas en inglés”. Añade: “El cine silente –que no mudo– es más universal que el sonoro”.

Antonio Cordero regresó a la zona de Pochutla, Puerto Ángel y Zipolite pensado hacer un documental. Eric Ávila, el joven que lo abordó al inicio, era parte de la fundación Piña-Palma que da atención integral a sordomudos de la que había egresado una primera generación de hablantes. “Hablar no significa un sentido oral”, precisa el director, autor también de Bajo Juárez: la ciudad devorando a sus hijos y La cuarta casa, un retrato de Elena Garro.

Cuando les propuso el proyecto ellos preguntaron por qué mejor no hacía cada uno una película.

Música ocular, que tendrá su premier hoy en la Cineteca Nacional y su exhibición pública a partir del jueves, tiene subtítulos en español. Los protagonistas cuentan sus propias historias, como haber sido amarrados de las manos para obligarlos a hablar con la voz y también sus sueños. Está quien desea migrar a Estados Unidos para conseguir trabajo, quien se quiere casar o tener una pareja y hasta quien desea volar como Harry Potter.

Su duración es de una hora y media. Hay escenas oníricas con animaciones y tomas simultáneas desde distintos ángulos. Eric sueña que está dormido sobre una cama al lado del mar junto a los fantasmas de otras camas. De pronto aparece su padre y él le pregunta: “¿Aprendiste el lenguaje de señas porque me quieres?”

“Aprender el lenguaje de señas es como descubrir la telepatía”, dice Antonio Cordero.

A la historia que dice que Freud aprendió el español para leer El Quijote o Borges alemán para leer a Schopenhauer, se podrían sumar los relatos de quienes aprendieron la lengua de señas para conocer el mundo de sus familiares y amigos. El director calcula que 4 millones de mexicanos, entre pacientes, familiares y amigos, saben esa lengua.

“A pesar de eso, vivimos en un mundo que los excluye completamente”.

En sus investigaciones, encontró sólo dos películas en lengua de señas, una estadunidense de los años 70, y otra de 1992, del francés Nicolás Philibert, El país de los sordos. “Creo que mi película es la tercera en el mundo en lengua de señas y la primera en lengua de señas mexicana”, dice.

El filme tiene fragmentos de música de la obra Carmina Burana y de Vivaldi para atender los diferentes niveles de audición. Retoma la teoría de que la música sonora tiene también una versión visual con la escritura. “Música ocular es de esas sinfonías visuales que no necesitan estar acompañadas por una pieza musical sino que ellas mismas buscan ser música”.

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