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Mueren decenas de borregos y chivos en la presa El Gallo por la disminución del agua, denuncian

Gregorio Urieta

 

Amilpillas

 

Decenas de borregos y chivos ubicados en terrenos aledaños a la presa El Gallo, murieron al intentar beber agua de la presa debido a que la disminución del nivel ha provocado que no haya piso firme y los animales se atasquen en medio de los pantanos, denunció Pablo Espinosa Gurrusquieta, integrante de la Sociedad de Solidaridad Social Amilpillas, quien perdió un hato de más de  60  borregos y chivos por esa causa.

El agricultor y ganadero afectado responsabilizó a la empresa Mexhidro, pues “ha usado más agua de lo permitido para producir electricidad y eso es lo que ha bajado el nivel”, y aseguró que el mismo problema de mortandad de borregos y vacas está afectando a todas las comunidades aledañas a la presa.

El primer problema, de muchos que han enfrentado los campesinos y ganaderos que habitaban los pueblos y comunidades aledaños al río Cutzamala, fue que con la construcción de la presa El Gallo sus pueblos fueron sepultados por el agua, lo cual significó un cambio total en su vida, tradiciones y costumbres.

Después, hubo que resolver el espacio a donde se irían, desplazados de la tierra en que nacieron; un asunto sin resolver todavía, pues los terrenos que les dieron a muchos están en barrancas que los responsables de la construcción de la presa rellenaron con piedra, tierra y arena, pero no compactaron, lo que ocasionó que las casas se cuartearan de inmediato, y algunas se inclinaran de plano. Algunas casas están sin habitar, otras son usadas para almacenar rastrojo.

Luego fue que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) debía indemnizarlos por los terrenos y casas sepultados por la presa, construirles un camino que comunicara a los pueblos entre sí, hasta La Playa y la Tirínchicua, los más alejados.

Sin embargo, los problemas no cesan para 400 familias de campesinos cutzamaltecos, que han resultado más afectados que beneficiados por El Gallo. Ni la Conagua ni la Reforma Agraria han cumplido del todo con los compromisos establecidos, lo que llevó a que los campesinos cerraran las compuertas de la presa como medida de presión para que las dependencia federal cumpliera los acuerdos.

Por la persecución de que fueron objeto, un campesino se suicidó y otro fue encarcelado durante seis meses y hostigado con amenazas de muerte en la prisión, según narró él mismo.

Ahora son los problemas creados por la propia presa y por los compromisos que el gobierno federal ha contraído a raíz del uso del agua, la cual vende a los productores agrícolas y la empresa Mexicana de Hidroelectricidad Mexhidro, S. A. de C. V. para la producción de electricidad.

El problema actual, que ha ocasionado la muerte de cientos de animales de los productores, consiste en que a pesar de que los animales están a unos metros del agua o sobre el agua, no la pueden beber o son muertos por ella.

En la playa del paraje Las Saibas, en donde Pablo Espinosa Gurrusquieta tiene un hato de chivos y borregos, no termina de contar los que han muerto en búsqueda de agua. De hecho no sabe cuántos son pues a pesar de que ha contabilizado más de sesenta y los ha juntado, al recorrer la playa sigue encontrando animales muertos.

“Este mismo problema lo tienen en todos los pueblos que están cerca de la presa, hacia arriba, como La Playa, Pungarancho, Loma Bonita, El Tule. Nomás que no vienen a denunciar porque no quieren perder tiempo. Pierden un día de trabajo si dejan sus campos”, dijo.

Los borregos y chivos, explicó, no pueden acceder al agua para abrevar, pues la presa ha disminuido tanto su lecho de agua que ya no queda terreno firme en donde los animales puedan acercarse a beber. El agua de la presa se encuentra a una distancia de más de veinte metros de terreno firme. Para acceder a ella hay que pasar un área de lodo que tiene de 20 a 30 centímetros de profundidad, lo que para la altura de los chivos y borregos es mortal. En búsqueda del agua, quedan atascados en el lodo y eso es lo que ha causado su muerte. Al mismo tiempo, la presa sigue disminuyendo su lecho de agua.

“Es a causa de que la hidroeléctrica está trabajando todos los días. Trabajan desde las seis de la tarde”, dijo Pablo Espinosa Gurrusquieta, el dueño de los animales muertos en el punto conocido como Las Saibas, del ejido de Amilpillas.

Pablo Espinosa, dedicado a la producción de pez bagre en cultivos artificiales, así como de mojarra tilapia, ha sido afectado en diversas ocasiones por los trabajos de la presa.

Tal fue el caso de 65 toneladas de pez bagre criados en 42 jaulas flotantes sobre la presa, propiedad de la Sociedad de Solidaridad Social Amilpillas, que el 2006 murieron durante la realización de trabajos de remozamiento en el pozo de oscilación que llevó a cabo la empresa Mexhidro, cuyas turbinas operan a un costado de la cortina del presa.

El dictamen emitido por el médico veterinario zootecnista, René Rosiles Martínez, del Laboratorio de Toxicología de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, fue que para la mortandad concurrieron tres razones fundamentales: causas químicas, deflexión de oxígeno y agentes microbiológicos parasitarios.

Los resultados los obtuvo al analizar muestras de agua y peces mediante la técnica de espectrometría de absorción atómica y generación de hidruros, según el reporte que este medio hizo público en su momento.

Considerando los análisis de René Rosiles, el especialista Abelardo de Jesús Ruz Richaud, dictaminó la causal de la muerte de los peces por “el uso de cemento adicionado con acelerantes para un fraguado rápido en el agua, que contiene altas concentraciones de arsénico, según se pudo observar en los análisis realizados, es una de las causas; además las altas temperaturas generadas en el proceso de fraguado, por lo reportado es un evento puntual lo que causó la muerte masiva de los bagres”.

Pablo Espinosa Gurrusquieta relató que un magistrado del Tribunal Superior de Justicia vio el documento y les dijo que ningún juez podría echarles abajo un dictamen favorable. Pero a pesar de las pruebas contundentes presentadas, los jueces de Guerrero favorecieron a la empresa y nunca le fue pagado el costo de los daños.

“Desde entonces vengo arrastrando una deuda de 300 mil pesos. Los acreedores me traen a raya”, dijo desanimado, mientras contemplaba el reguero de animales muertos entre los que sobresale un semental de chivo Bóer, que compró en la UNAM en 10 mil pesos, un semental de borrego Dorper y decenas de chivos y borregos, crías de ellos.

Todos murieron al quedar atascados en el lodo en busca del agua que se les fue alejando de los lugares sólidos, ubicados ya a una distancia de 20 metros.

Dan al lugar un aspecto tétrico la gran cantidad de árboles secos, de los cuales únicamente queda el esqueleto de madera, pues fueron sepultados por el agua. Pero ello sirve para poder estimar el grado en que se ha reducido el nivel, dejando totalmente al descubierto los esqueletos de viejos capires y chucumpunes de 12 a quince metros de altura. Cientos de matorrales y árboles que Pablo Gurrusquieta identificó de inmediato, “ese era un Cirián, ese un palo de cucharilla”, pues formaban parte de los espacios en que vivía su padre y toda su familia.

“Aquí vivía mi padre. Por eso yo quise comprar estos terrenos. Desde que está la presa, nunca había bajado tanto el nivel, pero es porque están trabajando mucho en la hidroeléctrica”, insistió.

El regidor de Ecología del Ayuntamiento, Abel Benítez, advirtió por su parte el daño ecológico que ocasiona el trabajo de la hidroeléctrica, pues las turbinas, al succionar el agua, “se llevan miles de mojarras que están allí. Comenzando a chupar, las mojarras que estén allí no se escapan por nada. Las muelen”.

El ex diputado y ex alcalde del municipio, Esteban Mireles, advirtió que ahora el uso del agua está en función de las necesidades empresariales de la hidroeléctrica. “La presa se construyó para beneficio de los agricultores y para compensar el agua que se llevan al Distrito Federal, pero ahora resulta que su uso está en función de las necesidades de producción de electricidad de Mexhidro. A veces trabajan y arrojan toneladas de agua y los ganaderos deben estar alertas para que no se les ahoguen sus reses  que están cerca del río”, comentó.

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