Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

* El DF, un oasis que ya no es

Por muchas razones, objetivas y subjetivas, verdaderas y falsas, los chilangos se piensan y sienten habitantes de un país distinto al del resto de los mexicanos, de una especie de isla primermundista rodeada por un océano tercermundista. Digamos que al menos se piensan y sienten habitantes de un mejor país, mexicanos VIP, iguales pero distintos a los del “interior” del territorio nacional.

No están muy equivocados, pues a pesar de ser el estado más pequeño, la ciudad de México es la economía más grande del país, capta el 64 por ciento de la inversión extranjera y mantiene el ingreso per cápita más alto (tres veces por encima del promedio del resto de las entidades federativas), y es sede de los poderes federales y de las oficinas centrales de las empresas más poderosas.

Cómo no habrían de pensarse y sentirse así, si según la revista The Economist,

102 mil 300 chilangos poseen una riqueza superior al millón de dólares, de hecho, el defectuoso es una de las 20 urbes del mundo en donde más millonarios habitan. Además, mil 850 de esos afortunados millonarios poseen más de 30 millones de dólares, que colocan al DF en la posición 8 entre las ciudades con más multimillonarios.

Por eso, cada fin de semana Acapulco Diamante se inunda de flamantes automóviles y camionetas de lujo, propiedad de chilangos condóminos, inquilinos, arrendatarios y huéspedes de tanto o más flamantes y lujosos condominios, casas, departamentos y hoteles, que contrastan groseramente con los modestísimos vehículos y hogares de la inmensa mayoría de los nativos residentes de las zonas aledañas.

Cómo no habrían de pensarse y sentirse así, si desde que pueden elegir gobernador, alcaldes y diputados (entiéndase jefe de gobierno, jefes delegacionales y representantes de la asamblea), han tenido autoridades más capaces, eficientes y avanzadas que el promedio de sus pares en el país.

No están muy equivocados, y espero que no se equivoquen ahora, pues en menos de 20 años el DF pasó de ser una de las ciudades más inseguras y violentas del país, a una de las más apacibles y habitables, mientras muchas ciudades chicas, medias y grandes se convertían, en ese mismo lapso, en territorios sin ley, con habitantes agobiados por la violencia desmedida y el terror cotidiano del crimen organizado y la guerra contra el narcotráfico.

Por eso andan tan acalambrados y sacados de onda desde que once chavos fueron levantados en un antro de la Zona Rosa, y desde que un grupo de hombres con armas largas dispararon en el interior de un gimnasio en la colonia Morelos, matando a tres personas e hiriendo a dos más.

Quizá por eso, el jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera aseguró de bote pronto que la desaparición de los once jóvenes se trataba de un “hecho focalizado”, y definió la desaparición con el eufemismo de “personas ausentes”.

Pero es un hecho que por eso el experto italiano en seguridad Stefano Fumarulo, entrevistado por la revista digital Sinembargo.mx, opinó que pretender borrar palabras como “delincuencia organizada” o negar que exista ese problema en la ciudad de México, como pretenden las autoridades defeñas, “no es como se elimina el problema”.

Fumarulo, asiduo visitante de México, referente para México de la red antimafia italiana Libera, que elaboró el estudio México. La guerra invisible, y colaborador de Edgardo Buscaglia (presidente del Instituto de Acción Ciudadana), criticó la definición de Mancera: “Ausente o desaparecido, no veo la diferencia”. Comparó además la estrategia de comunicación del gobierno defeño con la del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa: “Calderón llamaba ‘daños colaterales’ a los miles de muertos o desaparecidos. Cada quien puede usar su definición preferida, pero el asunto es que sí desaparecieron doce personas”.

Asimismo, lamentó que haya un trato discriminatorio hacia las víctimas, “como justificar que por ser de Tepito se lo merecían”, o no resolver y apenas mencionar el caso de la niña Esmeralda García, muerta por una bala perdida en lo que parece una persecución entre sicarios. “Si esa niña de ocho años en lugar de apellidarse García hubiera sido hija o hijo de algún político institucional o cultural, ¿qué hubiera pasado? Se hubiera tenido una reacción fuerte, eso es un mecanismo fuerte que debe romperse en México”.

Algo parecido al trato discriminatorio, velado pero discriminatorio al fin, de los poderosos defeños hacia las víctimas de la violencia en estados pobres como el nuestro, como justificando que por ser de y en Guerrero –“siempre han sido broncos y violentos”– se lo merecían.

Y cuando digo defeños, me refiero no sólo a los chilangos de a pie, sino particularmente a los poderes que ahí radican: el gobierno federal, el Congreso de la Unión, los medios impresos y electrónicos mal llamados “nacionales”, los intelectuales, los empresarios millonarios y multimillonarios, y un montón de organismos no gubernamentales, que reaccionan mucho más fuerte cuando la violencia en Guerrero victimiza a turistas extranjeros y empresarios fuereños, que cuando agrede todos los días a los guerrerenses.

En la entrevista, Fumarulo justificó el acalambramiento de los chilangos al asegurar que el Distrito Federal “ya no está a salvo de la delincuencia organizada. Lo que vemos es que se pensó que el DF era un oasis y ya no es así. Como ocurrió en Acapulco, uno de los sitios turísticos más exclusivos del mundo, de repente la capital de México también se ha vuelto peligrosa”.

Lamento y me acalambro como cualquier chilango por las noticias violentas en su ciudad, y deseo sinceramente que el especialista italiano se equivoque y que tenga razón el gobernante mexicano, pero lo dudo. Como seguro lo dudan también muchos defeños que les gusta pensarse y sentirse habitantes de un país distinto al del resto de los mexicanos, pues saben que aunque parezca una isla, su ciudad es tan vulnerable y atractiva para el crimen organizado, como cualquier otra de este país tan urgido de certezas esperanzadoras.

Ojalá y al menos su acalambramiento les sirva para reconocer que la violencia criminal y la inseguridad pública son problemas tan nuestros como suyos.

 

arturosolisheredia@

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