Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

No reciben apoyo del gobierno del estado los migrantes guerrerenses deportados a Tijuana

Federico Campbell Peña

 

Tijuana

 

Se llama María, pero no quiere dar sus apellidos. Vivió 13 años como indocumentada en Los Angeles. Trabajaba en una tienda de ropa hasta que el 21 de mayo, fue detenida por el Hielo, es decir el ICE (servicio de Migración de Estados Unidos).

María es de Acapulco. Al ser deportada por la garita de San Isidro-Tijuana, cumplió el protocolo internacional en la nueva Aduana de Tijuana dictado por el Instituto Nacional de Migración. Ingresa el deportado, en este caso, deportada. Se le somete a un interrogatorio, para comprobar que sea mexicana. Se le toman datos biométricos, al tomarle sus huellas dactilares y fotografía. Se levanta un oficio.

María está ahora en la Casa para Mujeres Migrantes atendida por monjas en esta ciudad fronteriza. Se desespera: “tengo que regresar a como dé lugar a Los Angeles, dejé dos hijos, en cualquier momento intento de nuevo”.

“Ya conozco su historia desde hace 6 meses. La apoyamos con todo, pero nos dijo que muchas gracias”, dice el secretario de los Migrantes y Asuntos Internacionales del gobierno del estado de Guerrero, Netzahualcóyotl Bustamante.

Esto, en referencia a la acapulqueña que en medio de la solemnidad de la casa asistida por monjas, no oculta su carácter calentano, bajo el sol de junio en las colinas de Tijuana.

Caso diferente es el de Juan X, indígena náhuatl monolingüe nativo de una comunidad rural cercana a Iguala.

Lleva semanas en la Casa del Migrante Scalambrini, sin tener dinero para regresar a Guerrero. Frente a él, este reportero marcó al celular de Netzahualcóyotl Bustamante quien suelta: “No hay plata para el retorno de los paisanos, ni para colocar una oficina de enlace en Tijuana. Tenemos acuerdo con el gobierno de Tamaulipas, que nos asiste en repatriaciones, pagando la mitad del bus”.

La otra mitad del pasaje, si el migrante lo solicita en tiempo y forma, lo paga el Instituto Nacional de Migración.

Pero Juan X apenas masculla el español y con trabajo precisa la ubicación de su lugar de origen.

Gerardo Martínez, director de la Casa del Migrante apunta que los gobiernos estatales no apoyan al retorno de sus paisanos, y son pocos los que han establecido una oficina para expedirles un acta de nacimiento.

La Casa emite credenciales con fotografía de sus residentes, pero es distinta esta identificacion a una credencial oficial, como sería la expedida por el IFE.

El DIF Tijuana expide otra credencial al migrante con vigencia de sólo un mes. En esas cuatro semanas tendrán que tramitar un acta de nacimiento, pero si el gobierno del estado de Guerrero no abre aquí una oficina ¿como hacerlo?

 

Migrantes en las coladeras

 

La desesperación, el abandono y la necesidad los convierte en seres sin identidad, dice el doctor René Zenteno de El Colegio de la Frontera Norte.

El hambre, los lleva por la mañana a desayunar gratis en el comedor del padre Chava, cerca de la zona de tolerancia de Tijuana.

La mayoría de ellos, ellas, muchos de la tercera edad, son deportados que se quedaron en el limbo legal sin identidad, sin poderse comunicar con los suyos. Terminaron viviendo en las coladeras, en las alcantarillas, de la zona asfaltada del río Tijuana, que parte de la nueva aduana fronteriza con Estados Unidos, hasta kilómetros abajo.

Hasta tres mil personas viven en dichos ductos de drenaje. Comen, duermen, se inyectan heroína, se la meten con agua sucia, con aguas negras, por la nariz.

En una cena de periodistas con el gobernador de Baja California, Héctor Osuna, le pregunte qué hará su gobierno, a punto de terminar, por ellos, ellas. Me desvió la conversación al decirme que en Mexicali les pusimos un hotel junto al bordo.

Periodistas presentes le recordaron que el hotel lo ocuparon los migrantes con activistas locales y ahora pagan renta con ayuda de organizaciones civiles, para vivir adentro.

De los casi tres mil residentes de las alcantarillas al lado de las aguas negras, encontramos a otra deportada oriunda de la ciudad de México. Si se hiciera el censo, se comprobaría que existe quizás algún guerrerense sobreviviendo en la droga y en la basura cotidianas.

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