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Silvestre Pacheco León

El camino de Santiago

Con su indumentaria de fiesta va la imagen en medio de la procesión. Montado en su blanco corcel el santo luce una capa roja con cruces bordadas con lentejuela que el sol radiante de la mañana hace brillar. Es Santiago El Mayor, el apóstol de Cristo, misionero de su fe y guerrero por obra y gracia de quienes luchaban para expulsar a los moros del territorio español y dicen haberlo visto apoyando sus batallas.

El Santiago monta su caballo blanco de crines encrespadas. Con la diestra empuña blandiendo la espada y en la siniestra extiende el estandarte de la cruz evangelizadora.

La imagen venerada del Santiago Apóstol es un cuadro completo del santo en una batalla. No porta escudo ni casco para considerarlo un guerrero, porque no lo fue. Su tez blanca y cara barbada realzan el azul profundo de sus ojos que miran con determinación.

Toda la escena ha sido recogida en la imagen que preside el altar de su templo en Quechultenango, única en el paisaje de los santiagos venerados del estado de Guerrero, quizá por eso sus miles de seguidores los distinguen visitándolo en ésta sede.

La peregrinación camina con lentitud por las principales calles de la cabecera municipal. Es la mañana húmeda del domingo 16 de junio cuando comienza el conteo de las ocho semanas dedicadas al “boanergués” o Hijo del Trueno, como dicen que Jesucristo lo nombraba por su impetuosidad y también como gesto de confianza y cercanía.

La peregrinación con la que inician los festejos del Santo Patrón en éste municipio del la región Centro del estado, es una emulación del Camino de Santiago que los peregrinos  realizan desde distintos puntos de Europa para llegar al santuario del apóstol, precisamente Santiago de Compostela en España, en la región de la Coruña, muy cerca de la frontera con Portugal, donde dicen que reposan sus restos.

Es la fiesta grande del pueblo donde se encuentran sus más profundas raíces españolas e indígenas. Es también el reencuentro de las familias dispersas que de algún modo emulan el Camino del Santiago viajando de distintas regiones, estados y naciones para abrevar en el místico perfume del ocoxúchilt que les permita seguir la vida con determinación.

El sin par sonido de la flauta que ameniza la danza de las “cueras” complementa el sabor de la vida familiar que nadie olvida en la distancia, por eso vuelve a su raíz atendiendo el llamado del eco ancestral del “teponaxtle”.

Aunque no lo refiere así, es lo que expresa Fidelia, que camina en la punta de la procesión agradecida del Santiago porque cree que gracias a él volvió a ver a su hijo después de 16 años de haberlo perdido en California.

El Camino del Santiago trazado en Quechultenango se recorre en dos horas y es el único día durante el año en que la imagen principal del Santo baja del  pedestal y sale de su templo para ver el estado en que se encuentra su “pueblo” (esa es la interpretación que hace mi madre recordando que fueron sus hijos menores los promotores de la iniciativa apoyada por el cura, que luego se hizo costumbre, después de ocho años de repetirse). Por eso los vecinos se organizan para tan feliz ocasión en que la Hermandad les permite saludar al Santo en las puertas de sus casas.

Desde temprano han llamado a misa en ese horario que las campanas marcan como el tiempo de Dios y que los pueblos campesinos conocen tan bien. A esa hora todos los vecinos han barrido sus calles y adornado el frente de sus casas con papel crepé, globos y banderas de color blanco y rojo.

Los más esmerados hacen alfombras de aserrín en las que luego pintan figuras alusivas al Santiago, mientras familias enteras regalan globos en un ambiente festivo.

Después de la celebración de la misa sale la procesión entre el estruendo de cuetes y el nostálgico son de la flauta y el tambor. Mientras los peregrinos avanzan hasta la puerta del atrio los miembros de la Hermandad bajan al santo de su altar, luego lo cargan para llevarlo hasta la calle donde lo entregan a los primeros dos pares de hombres que han sido aprobados para llevarlo en andas.

No se sabe si ahora la Hermandad actúo con preferencia para dar un lugar al presidente municipal que destaca en el primer grupo de cargadores, el caso es que el mandatario se sacrifica un gran trecho sumando sobre sus hombros la carga, quizá liviana, frente al pesado oficio de gobernar.

Durante el recorrido la peregrinación hace seis paradas y en cada una de ellas se leen pasajes de la vida del apóstol en los que resaltan que era uno de los preferidos de Cristo, que participó en la pesca milagrosa del lago de Tiberíades, atestiguó la resurrección de la hija de “Jairo” y la aparición de María en sus tiempos de evangelizador.

Sólo en dos ocasiones la imagen peregrina baja al nivel del piso para facilitar que los enfermos y desahuciados se acerquen a tocarlo mientras le imploran algún milagro. (la primera y excepcional bajada al nivel del piso que hace el Santiago en esta ocasión es para ponerse al alcance de don Chencho Segura, el último oficiante del canto en mexicano antiguo del baile delOcoxúchilt, ahora en silla de ruedas viviendo sus últimos días.

La procesión la encabezan algunas de las danzas que dan personalidad e identifican a Quechultenango: los nitos, los tlacololeros y los mecos, los primeros demandantes de la lluvia, los segundos cuidadores de las siembras y los terceros, la memoria activa de la colonización religiosa.

Después de las danzas que desfilan con sus respectivos músicos van los jóvenes cercanos a la iglesia, llamados a perpetuar la tradición. Hombres y mujeres vestidos de rojo y blanco.

Junto al Santo caminan los miembros de la hermandad, los que cargan la imagen y el flautista, el tamborilero y quien toca el “teponaxtle” que son los músicos oficiales de la danza de las “cueras” exclusiva de Santiago, la que únicamente se baila en su  honor en determinados días de su fiesta.

Después aparece la infaltable música de viento y luego todos los peregrinos sudando a raudales en ése río de gente que camina apretujada bajo el incandescente sol del medio día.

Con cierta discreción fluye el mezcal que se reparte por cuenta del mayordomo entre los peregrinos. Es ése elíxir milagroso lo que hace más llevadero el calor en el ritual que obliga a caminar con la cabeza descubierta.

En cada parada de estación los vecinos en grupo van al encuentro del Santo caminando en medio de la calle, quemando incienso y repartiendo el confeti entre la concurrencia. Saludan, se hincan y escuchan el mensaje alusivo a la vida de Santiago.

Así es el rito con el que se anuncian las fiestas anuales del Santiago el 25 de julio.

 

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